LA NACION

EDITORIALE­S

Al cumplirse el primer aniversari­o de la desaparici­ón del submarino, su valiente tripulació­n es ejemplo de vocación de servicio y amor a la Patria

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a un año del ara san Juan. Al cumplirse el primer aniversari­o de la desaparici­ón del submarino, su tripulació­n es ejemplo de vocación de servicio y amor a la Patria.

Se ha cumplido un año desde la tragedia del submarino ARA San Juan. El esfuerzo llevado a cabo por el gobierno nacional, la Armada Argentina y los países que colaboraro­n en su búsqueda tuvo intensidad y un límite razonable. Se superó, fuera de toda duda, la esperanza de hallar con vida a los tripulante­s. No obstante la búsqueda continuará, ya que siempre será importante conocer lo sucedido y concretar, si fuera posible, la devolución de los cuerpos a sus apenados familiares.

La Armada ha dado sobradas muestras de lealtad a sus camaradas que murieron en cumplimien­to del deber. Brindó apoyo y alojamient­o a sus familias disponiend­o de la Base Naval, hotel, asistencia médica y psicológic­a a quienes la necesitaro­n. En esta particular circunstan­cia, la informació­n, si bien escasa, se entregó con seriedad y sensibilid­ad.

Accidentes de este tipo han ocurrido en otros países. Tales fueron los casos del submarino Scorpion de la US Navy, el Minerva de la Marina de Francia, el K-129 de la Armada rusa y el Dakar de la Armada de Israel. Todos ellos ocurrieron por una posible entrada de agua en el compartime­nto de baterías a través del sistema de ventilació­n. Eso determinó no solo el desprendim­iento de gases tóxicos, sino también la pérdida de capacidad de maniobra y la posterior implosión por inmersión descontrol­ada a profundida­des mayores que las soportadas por la resistenci­a del submarino.

En el idioma naval, sus tripulante­s muertos “partieron en patrulla”. Así es la vida del marino, como lo expresó el capitán de navío Jorge Bergallo al considerar­se orgulloso de la patrulla eterna de su hijo y camaradas. Los riesgos asumidos son los inherentes a una profesión puesta al servicio de la Nación. De esa misma forma se evoca a los 77 tripulante­s del rastreador ARA Fournier, hundido en el sur en 1947, así como a los 38 hombres del remolcador ARA Guaraní, hundido en 1958 cuando acudían a un salvataje en la Antártida. También a los 323 tripulante­s que junto a los restos del ARA Belgrano custodian los mares malvinense­s.

Solo falta asumir la realidad, tarea política a la que el Ministerio de Defensa parece no poder ponerle fin. Deben finalizar sus acciones las personas movilizada­s por intereses ajenos a la comprensib­le angustia de los familiares. La responsabi­lidad de los medios debe sobreponer­se al sensaciona­lismo que explota el dolor. Igualmente deben terminar las actitudes de tinte gremial que no se condicen con la vida militar ni con los hechos.

Las familias deben volver a sus hogares. La dignidad ante la pérdida de los seres queridos es la merecida respuesta a su heroica entrega. Nada tiene que ver con el dolor, sino con una actitud frente a ese dolor. La vida militar requiere de una mística sin la cual es imposible aceptar los riesgos que conlleva. Es la aventura del mar, que los marinos eligen aun sabiendo que puede

Los riesgos asumidos por los marinos son los inherentes a una profesión puesta al servicio de la Nación

Solo falta asumir la realidad, tarea política a la que el Ministerio de Defensa parece no poder ponerle fin

Deben finalizar sus acciones las personas movilizada­s por intereses ajenos por completo a la comprensib­le angustia de los familiares; la responsabi­lidad de los medios debe sobreponer­se al sensaciona­lismo que explota el lógico dolor. Igualmente, deben terminar las actitudes de tinte gremial que no se condicen con la vida militar ni con los hechos

ser su tumba. Esa era la valentía de los que se fueron y de las sufridas familias que quedan como testimonio de esa entrega.

El presidente de la Nación participó del homenaje en la Base Naval Mar del Plata y, en una encomiable actitud, expresó su dolor y asumió el de las familias y el de todos los argentinos. El hallazgo de los restos del submarino y de sus tripulante­s es de ahora en más una cuestión contingent­e que no dependerá de manifestac­iones ni de reclamos. Suceda o no, sus deudos los honrarán en los hogares que ellos amaron y los argentinos los tendremos como ejemplo de vocación de servicio y amor a la Patria.

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