LA NACION

A la conquista de la Antártida. Dos hombres compiten para hacer historia

Un norteameri­cano y un británico iniciaron a la vez, pero por separado, un trayecto de 1400 km para convertirs­e en el primero en cruzar el continente sin apoyo

- Adam Skolnick

PUNTA ARENAS, Chile.– El 31 de octubre hubo un golpe de suerte: los típicos vientos severos y la niebla polar habían cedido, por lo que el vuelo hacia la Antártida recibió el permiso para despegar. Colin O’brady, un atleta norteameri­cano de 33 años, y Louis Rudd, capitán del ejército británico de 49, habían esperado por casi una semana en Punta Arenas, Chile.

En edificios cercanos, cada uno se había dedicado a tareas similares: pesar y empacar sus provisione­s deshidroco­ngeladas, o liofilizad­as, y ordenar su equipo polar. Estas provisione­s incluyen bolsas de dormir aptas para temperatur­as de –40°C, paneles solares portátiles, esquíes de fondo, teléfonos y módems satelitale­s y un GPS programado para guiarlos paso a paso por el continente más seco y, por lejos, el más frío de la Tierra.

Cada uno de ellos–quienes forjaron un vínculo competitiv­o en Chile– está decidido a convertirs­e en la primera persona en atravesar la Antártida sin compañía ni apoyo.

Es una odisea de más de 1400 kilómetros sobre hielo atravesand­o ráfagas extremas y que posiblemen­te dure unos 65 días. Hace dos años, un hombre murió en el intento. Durante gran parte de este año, Rudd se había preparado para una batalla solitaria contra la naturaleza. Ahora su lucha se convirtió en una carrera.

Rudd anunció en abril que intentaría completar el trayecto. Y hace un mes, poco antes de que él comenzara, O’brady reveló que haría lo mismo. Ambos esperan conquistar un continente que se convirtió en el nuevo Everest para los atletas extremos. Los dos tienen enfoques muy distintos sobre cómo hacerlo.

Rudd es un aventurero más tradiciona­l. Se enlistó en el Cuerpo de los Reales Infantes de Marina a los 16 años y aún es parte de las fuerzas armadas británicas. Luchó en Kosovo, Irak y Afganistán. “En esta expedición me consolará pensar que nadie me estará disparando”, dijo.

Rudd se inició en la exploració­n polar gracias a otro inglés, el teniente coronel Henry Worsley, un familiar lejano de Frank Worsley, el capitán del viaje a principios del siglo XX de uno de los trayectos de Ernest Shackleton, entre los primeros explorador­es a la Antártida. En 2012, Rudd y Worsley rehicieron el trayecto que recorrió en 1911 Roald Amundsen, el primero en alcanzar el Polo Sur.

O’brady es más contemporá­neo, un experiment­ado atleta de deportes de aventura y estrella en ciernes de las redes sociales que se forjó un camino mediante la perseveran­cia, a pesar de sufrir lesiones.

O’brady renunció a su trabajo en finanzas en Chicago para dedicarse a competir profesiona­lmente en triatlones; lo hizo durante seis años. Sin embargo, dejó ese deporte en 2014 para ir tras el llamado Grand Slam de Explorador­es: Polo Norte, Polo Sur y las Siete Cumbres (las más altas de cada continente). Escaló cada una y esquió hasta el último grado de latitud en ambos polos en el plazo de tan solo 139 días en 2016, un récord mundial que aún se mantiene.

Como preparació­n para su trayecto en la Antártida, Rudd entrenó diariament­e, y cada noche, después de trabajar todo el día en la base del Ejército, arrastraba la llanta gigante de un camión a lo largo de una ribera.

O’brady subió casi siete kilos de músculo para su misión. Con el fin de prepararse para el clima gélido, sostenía tablas enormes con las manos mientras tenía los pies sumergidos en baldes de agua helada. Después desataba cuerdas mientras sus dedos aún estaban rígidos y adormecido­s. A su expedición la llamó “La imposible primera vez” y desde el comienzo la documenta en sus redes sociales.

Aunque al principio había tensión entre ambos, se pusieron de acuerdo para empezar su trayecto en la barrera de hielo Filchner-ronne el 3 de noviembre, para esquiar desde ahí hasta el glaciar Messner en la Antártida occidental y después escalar hacia las montañas Thiel, que se elevan por encima de un mar continuo de nieve y hielo. De ahí la ruta serpentea hacia el sudeste para moverse a lo largo de una línea que seguirán hasta el Polo Sur, hasta estar a unos

2830 metros de altitud. Tan solo ese trayecto tiene 1050 kilómetros. Desde ahí, planean descender por el glaciar Leverett y terminar en la barrera de hielo de Ross.

Durante todo el camino deberán cargar con sus suministro­s, que portarán sobre un trineo llamado pulk. El primer día del trayecto su peso rondaba los 170 kilos.

El último en intentar la travesía sin apoyo fue el explorador inglés Ben Saunders. Se rindió cuando estaba a unos 1295 kilómetros de la meta, en

2017. El año anterior, Worsley, el amigo de Rudd, también lo había intentado. Avanzó 1450 kilómetros y debió ser rescatado cuando estaba a 48 de la meta, pero murió a causa de una infección dos días después.

Entre las amenazas que enfrentan están la hipotermia, quemaduras por frío y una condición de urticaria polar. Si llegan a tener alguna herida, es probable que se infecte porque el cuerpo tarda más en sanar. Las ráfagas de viento alcanzan hasta 96 km/h en el altiplano polar, de fuerza suficiente para llevarse de golpe una carpa. Pero la mayor amenaza quizá sea saber que hay alguien más intentando hacer lo mismo.

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Nyt Colin O’brady, en el cuarto día de su travesía antártica
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