El rechazo a Uber
La ciudad de Buenos Aires combate con fiereza la presencia de Uber en sus calles. Es difícil entenderlo. Uber es solo una plataforma digital que une dos partes: alguien que tiene un vehículo y otro que necesita un traslado. El pasajero está dispuesto a pagar por el servicio y a su vez el dueño del vehículo le paga a Uber por la facilidad de hacer el contacto. Hasta ahí funciona como otros servicios, como Pedidosya, Glovo o Rappi. Y el parecido va más allá, dado que todos usan el espacio público para brindarlo. El problema “grave” en la ciudad se presenta porque quienes prestan un servicio parecido protestan. Claro que el “delivery” de los restaurantes o los cadetes en moto que prestaban servicios no tienen la fuerza de un gremio para luchar y tampoco tienen la fuerza para convencer a un jefe de gobierno de que los proteja. El negocio del taxi, aparentemente perjudicado por Uber, tiene dos aristas que indiscutiblemente son el meollo del problema: los taxis pagan licencia a la ciudad y pagan contribución (compulsiva) al gremio de taxis. Los choferes de Uber no pagan contribución al gremio y eso enfurece al clásico sindicalismo argentino.
Es de suponer entonces que ese sindicalismo mafioso les debe pagar “servicios” a altos funcionarios del gobierno porteño. De otra manera, no se entiende tan grave avasallamiento de la libertad.
Eduardo Servente
DNI 11.266.444