¿Alcanzan las estrellas para garantizar el éxito en la taquilla?
Algunos productores aseguran que sin una figura, el proyecto puede ir directo al fracaso, pero éxitos como el de Toc Toc tiran por la borda esa teoría; muchos se juegan a un proyecto, el boca en boca o un buen título
Viene de tapa “Les Luthiers, Martín Bossi, Sugar, Midachi, que reaparece después de 10 años, El Cirque du Soleil que aparece como otros años pero con Soda Stereo... Y a eso le sumamos que en un escenario estaba Darín, en otro Suar, en otro Francella, duplas potentes como las de Facundo Arana y Araceli González, Florencia Peña y Diego Peretti, Pinti con Otra vez sopa y Flavio Mendoza, una lista interminable”, agrega el productor y dueño de salas importantes como el Multiteatro y Multitabarís, recientemente convertido en tres salas. Él asegura que otra característica de aquel 2017 histórico en cantidad de estrellas fue la impresionante reducción de fuentes de trabajo. Es que estrellas hubo, pero con pocos compañeros arriba del escenario.
De todas formas, pese a todos los pronósticos, 2019 llegará con muchos estrenos musicales conocidos como
Hair, A Chorus Line o Come From Away, que no apuestan a grandes figuras sino a la contundencia de los títulos; y otros como Cabaret, que tendrá a Florencia Peña y Mike Amigorena a la cabeza del elenco y dirigidos por Claudio Tolcachir; Hello Dolly!, con un protagónico que rotará –al mejor estilo Broadway– comenzando con Natalia Oreiro y, luego, con Lucía Galán y Claudia Lapacó. Obras caras, con elencos numerosos y que significan enormes apuestas.
A su vez, la cartelera comercial sumará los nombres de Nicolás Cabré, a quien se lo verá a partir de abril en la versión teatral de Piso de soltero, la película de Billy Wilder de 1960, dirigido por Daniel Veronese; Benjamín Vicuña, quien protagonizará junto a Fernán Mirás y Violeta Urtizberea la comedia Terapia amorosa; la dupla Nicolás Vázquez-benjamín Rojas, que encabezará la comedia Una semana
nada más, en El Nacional; y otros nombres grandilocuentes suenan fuerte pero sin nada confirmado como Guillermo Francella y Adrián Suar.
Uno de los casos emblemáticos y que demuestra que puede haber otros caminos es el fenómeno de Toc Toc.
Con seis actores de raza, comandados por los excelentes Mauricio Dayub y Daniel Casablanca, esta comedia que el próximo año comenzará su novena temporada, pudo prescindir de megaestrellas para brillar y seguir un camino lleno de éxitos. Pero, todos los productores coinciden, son excepciones, que son casos aislados muy difíciles de replicar.
¿Cómo nacen las estrellas? ¿Estamos ante un tiempo diferente, con otras reglas ya no tan claras? Popularidades que nacen en las redes, la televisión que atraviesa una crisis feroz en cuanto a su encendido, éxitos vía streaming, un público con menos paciencia a la hora de ser espectador, la caída del consumo y una crisis económica que se refleja en las boleterías dan como resultado un momento muy particular para el teatro.
Para Nacho Laviaguerre –productor y socio de Adrián Suar en El Nacional–, uno de los motivos principales a la hora de generar una estrella es la caída del encendido de la pantalla chica: “Antes la televisión alimentaba al teatro y viceversa. Ahora el encendido es cada vez menor y la tele cada vez tiene menos relevancia. Hoy las grandes figuras que cortan tickets son contadas con los dedos de las manos. No aparecen nuevas. ¿Qué protagonistas hay de 45 años que, por sí solos, puedan convocar a los espectadores? Escenas de la vida conyugal lo hace Ricardo Darín que tiene 62 y tal vez sea para un actor de 48”.
Rottemberg suma a este concepto la teoría del misterio teatral: “En este ámbito, muchas veces uno más uno no es dos en lo que se refiere a cartel sino que uno más uno se convierte en tres. Tenemos muy buenas cabezas de compañía a partir de las cuales se puede armar un gran elenco. Facundo Arana y Araceli González son una flor de cabeza de compañía como sucede con Diego Peretti y Florencia Peña. En la historia, Emilio Disi y Tristán juntos también lo eran”.
Aunque para Rottemberg hace muchos años la figura del autor –“ir a ver una de Roberto Cossa”– se convertía en garantía hoy en día sucede con algunos pocos directores como José María Muscari. Por su parte, Leo Cifelli, actual productor de El vestidor y que junto con Ángel Mahler producirá Hello, Dolly! con protagonistas que rotarán cada tres meses pero que comenzará con Natalia Oreiro afirma que “hoy por hoy es necesario el musical con un elenco de protagonistas conocidos porque es un riesgo muy grande. Yo conocí dos casos del musical sin figuras que vendían entradas: la dupla Cibrián-mahler y Hugo Midón con sus espectáculos infantiles. De otro caso no me acuerdo”.
Sebastián Blutrach, productor teatral, dueño de El Picadero y presidente de la centenaria Aadet (Asociación Argentina de Empresarios Teatrales), asegura que esta no es una época propicia para andar arriesgando demasiado. Este año él apostó por un proyecto contundente y que tenía a Gael García Bernal, una figura internacional de gran peso, como protagonista. Aun así, con factores fuertes de respaldo, la temporada fue difícil. “Hay épocas en las que uno puede arriesgar más en una actividad ya de por sí arriesgada y no tener que trabajar con estrellas; y otras épocas como esta, en las que el público es sumamente conservador y necesita estar muy seguro de lo que va a ir a ver y en qué va a gastar el valor de la entrada. Entonces una figura junto con un buen espectáculo pasa a ser casi fundacional para el éxito de una producción”, asegura.
En este contexto, la comedia se convierte en el género elegido casi de manera exclusiva. Si ya hace unos cuantos años los productores le comenzaron a temer al drama, en esta coyuntura de extremos cuidados es muy probable que no se corra ningún riesgo y la calle Corrientes se pueble de comedias que aseguren el entretenimiento y la diversión, que contengan un poco de todo sumado a estrellas convocantes para consolidarse como la fórmula –si no del éxito–, al menos de la tranquilidad.
En otras épocas había estrellas que eran cabeza de compañía y convocaban a espectadores que llenaban teatros de martes a domingos y, a veces, en dos o tres funciones diarias. Eran los tiempos de Elías Alippi, Enrique Muiño, Tita Merello, Elsa O’connor, Pepe Arias, Delia Garcés, Luis Sandrini, Libertad Lamarque o Niní Marshall. Luego, Ernesto Bianco, Osvaldo Miranda, Norma Aleandro, Alfredo Alcón, Alejandra Boero, Alberto Olmedo o Nélida Lobato, solo por mencionar algunos nombres. Hoy en día las figuras que se convierten en garantía absoluta son apenas unas pocas: Darín, Suar, Francella, Susana, Gasalla, Cabré y no muchos más.
Fuera de micrófono, los productores aseguran que antes, las estrellas trabajaban más, se animaban a hacer temporadas largas y que se repetían tantos años como respondiera el bordereaux. Hoy, hasta se suelen bajar de un éxito, dicen en voz baja.
Lo cierto es que el teatro es un misterio. No hay fórmulas. El que decide es el espectador. Y uno, como asiduo teatrista, ve continuamente títulos de excelente factura que a pesar de tener críticas muy buenas, bajan de cartel a los pocos meses. Y otros mucho más mediocres que solo necesitan tener en su marquesina algún rostro televisivo para llenar la sala siempre. ¿Llenar? Bueno, si se considera que las primeras en taquilla funcionan a un 60 o 70 por ciento de sala, será difícil lograr eso. Pero los productores y empresarios teatrales se oponen a la adversidad con una resistencia emocionante: la de generar arte, con o sin estrellas.