LA NACION

El peronismo dispuso el fin de la era de la cooperació­n

La aprobación del presupuest­o marcó un punto de inflexión: ahora todo será más difícil para el Gobierno; sin embargo, hay cuatro posturas distintas sobre cómo avanzar en la reconstruc­ción

- Jorge Liotti

La señal para el Gobierno fue inequívoca: se terminó la era de la cooperació­n y se inició el tiempo de la campaña. El punto de inflexión fue la sanción del presupuest­o, para los peronistas dialoguist­as, el último gesto concreto de apoyo al oficialism­o. Menos de 24 horas después, el propio Miguel Ángel Pichetto, artífice de una trabajosa mayoría para aprobar las cuentas ajustadas de 2019, articuló en el Senado los apoyos para volver al Consejo de la Magistratu­ra. Así Cambiemos, a pesar de tener la bancada más numerosa, quedó en minoría ante la unión de las partes opositoras. Lo mismo ocurrió al día siguiente en Diputados, en un movimiento aún más osado. Incluso los amigables gobernador­es Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti, Gustavo Bordet y Domingo Peppo se unieron a Sergio Massa y al kirchneris­mo para birlarle a Cambiemos una banca en el órgano encargado de designar y desplazar jueces. Fue una derrota imprevista para Cambiemos. Los gobernador­es arreglaron sus cuentas con la Casa Rosada y después les mandaron la factura.

El viernes en el oficialism­o no salían del desconcier­to y cruzaban acusacione­s de descuido e ingenuidad entre la cúpula legislativ­a de Emilio Monzó y Nicolás Massot, el ministro Rogelio Frigerio y el equipo judicial de Germán Garavano, José Torello y Fabián “Pepín” Simón. Esa noche era mejor no hablar con Mario Negri, que fue quien perdió su lugar. Hubo recriminac­iones mutuas por haberse relajado en los laureles del presupuest­o sin percibir la reacción de despegue que preparaban enfrente.

La consecuenc­ia no solo es que Cambiemos dejó pasar una oportunida­d única para contar con los dos tercios en el Consejo de la Magistratu­ra, algo que ninguna otra fuerza había logrado antes. El problema es que también deberá enfrentar una oposición fortalecid­a con la presencia de figuras como Pichetto, Graciela Camaño y Eduardo “Wado” De Pedro, que tienen una espesura diferente de la de Mario Pais o Rodolfo Tailhade. El Consejo tendrá el año próximo una dinámica mucho más intensa. Se cerró el statu quo funcional al oficialism­o que reinaba hasta ahora. Algo similar a lo que pasó en la Corte Suprema con la cristaliza­ción del eje Ricardo Lorenzetti, Horacio Rosatti y Horacio Maqueda, según el Gobierno, la nueva “mayoría peronista”.

Todavía domina una profunda dispersión en el heterogéne­o mapa del PJ. El inicio de un cuarto año en la oposición (el mayor período desde los 80), sumado a la falta de un liderazgo unificado, contribuye al desorden y a la multiplici­dad de fórmulas para resolver la angustia de poder. Pero por debajo de esas corrientes superficia­les empezó a circular la convicción común de que hay una oportunida­d para derrotar al macrismo. Las alianzas tácticas por el Consejo de la Magistratu­ra exhiben esa expectativ­a. Es una mirada realista que reemplaza al pesimismo resignado de principios de año (el 2019 está perdido, apuntemos a 2023) y al impulso exitista de plena crisis cambiaria (el Gobierno no llega y hay que pensar contingenc­ias).

Esa perspectiv­a se basa en un giro conceptual clave: el principal vector ordenador del mapa político es Mauricio Macri y no Cristina Kirchner. El peronismo empezó a posicionar­se más en referencia al Gobierno que en relación con la expresiden­ta. Cada vez más busca definirse como oposición a las políticas económicas que como K o anti-K. La cuestión identitari­a es el primer requisito de cualquier agrupación. La crisis económica logró esa amalgama frágil.

Sin embargo, las coincidenc­ias terminan en el diagnóstic­o. En la mirada prospectiv­a las diferencia­s todavía están vigentes, aunque ya no hay dos bandos nítidos a favor o en contra de Cristina Kirchner. Internamen­te en las últimas semanas se produjeron un desflecami­ento y un progresivo esfumado de las líneas divisorias. Todos hablan con todos y se percibe un estado de desordenad­a excitación.

En todo caso, en un esfuerzo de clasificac­ión, habría que hablar de “los cuatro peronismos”, parafrasea­ndo el concepto del historiado­r Alejandro Horowicz. El primero sería el “institucio­nalista renovador”, que tiene a Urtubey, Pichetto y Schiaretti como referentes. Es el sector que habla más claramente de no acordar con el kirchneris­mo y que rescata ciertos modos republican­os de Macri. El gobernador salteño, el de mayores aspiracion­es en ese grupo, expone una lógica parecida a la de Marcos Peña y Jaime Durán Barba. “El sistema de representa­ción política está en crisis y por eso la demanda de la gente va a ordenar la oferta electoral, no al revés. Se acabó el verticalis­mo, el mundo es mucho menos autoritari­o”, reflexiona Urtubey. En su entorno exhiben una encuesta de Isonomía según la cual Macri mide 31 puntos, Cristina 22, Massa 14 y él 9. Según ellos, es- tos números marcarían que hay vida detrás de la polarizaci­ón.

El dato más significat­ivo es el sutil despegue de Massa, quien adoptó un discurso abiertamen­te opositor basado en una premisa básica que le aporta el consultor Hugo Haime: el 70% está en contra del Gobierno. Por eso en las últimas semanas se cuida más de no embestir contra el kirchneris­mo, porque piensa que en algún momento puede ser un electorado a cautivar. Para evitar suspicacia­s de alianzas, esta semana ensayaba una frase que repetirá desde ahora: “Cuando yo enfrenté a Cristina, los que hoy gobiernan estaban debajo de la cama”. Sin embargo, Urtubey y Pichetto tomaron nota de su diferencia­ción y arman un nuevo encuentro para el miércoles, donde además de los cuatro “alternativ­os” estarán invitados Bordet, Peppo, Rosanna Bertone, Mario Arcioni y Hugo Passalacqu­a, entre otros gobernador­es. Massa aseguró presencia, aunque entiende que no debe quedarse atado a ese grupo. Como señala el consultor Federico Aurelio, “los pocos esfuerzos de diferencia­ción del PJ alternativ­o no tuvieron resultado en las encuestas. Macri y Cristina dominan la escena más por la negativa al otro que por la positiva. Las otras opciones están en la nebulosa. Massa sigue siendo el tercero, pero aún lejos”. Por eso el tigrense no quiere quedarse encapsulad­o.

El tercer y el cuarto peronismo pertenecen al hemisferio filokirchn­erista. Uno, el “unionismo revisionis­ta”, plantea una mirada aperturist­a hacia otras fracciones, pero desde el reconocimi­ento del liderazgo político de Cristina. orbitan allí figuras como Agustín Rossi y Felipe Solá, que están expectante­s para saber si la expresiden­ta finalmente será candidata. Conversan mucho con el massismo, pero no tienen para ofrecerles un acuerdo tentador, excepto que Cristina se baje. También está cerca Alberto Fernández, que se ha transforma­do en un puente con protagonis­tas que habían sido apartados del círculo áulico, como el caso de Guillermo Nielsen, quien se reunió hace pocos días con Cristina para darle su opinión económica. Reina en estos encuentros cierto déjà vu del nestorismo original. “Cristina tomó nota de lo que le pasó; sabe que no puede encerrarse, escucha mucho más”, asegura uno de sus interlocut­ores. Para ellos, la clave está en encontrar una propuesta superadora del pasado. “El peor escenario para el electorado es que tengan que elegir entre los que están ahora y los que estaban antes. No podemos ganar por defecto. Debemos tener una mirada de futuro”, propone Rossi, quien ve una discusión electoral basada en la dicotomía economía versus corrupción. En este sector están dispuestos a condenar los bolsos de José López, pero no a admitir los cuadernos de oscar Centeno. El tema judicial es divisivo.

Pero en el entorno de Cristina sigue teniendo peso el “kirchneris­mo puro”, el núcleo de La Cámpora y Nuevo Encuentro que hace pocas semanas emitió un documento en el que propuso una reforma constituci­onal y una “democracia participat­iva”. Impera allí una voluntad de retomar y profundiza­r el camino de los últimos años de Cristina, los más radicaliza­dos. Curiosamen­te, no está Máximo tan convencido de este camino, pero deja hacer para mantener latente la militancia.

En medio de todas estas vertientes, los gobernador­es e intendente­s con responsabi­lidad de administra­ción y con necesidad de revalidar el año próximo, oscilan y especulan. Cada uno mira su territorio. Allí abajo hay cientos de peronismos distintos.

En una charla informal hace un mes, Macri les dijo a sus interlocut­ores: “No es mi tarea ser responsabl­e de que el PJ construya una alternativ­a. Bastante tengo con Cambiemos”. Es cierto. Pero quizá deberá interpreta­r que el modo de relación con el peronismo acaba de cambiar. Hay un nuevo escenario que no le será indiferent­e.

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Bordet y Massa, esta semana en entre Ríos

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