LA NACION

Las políticas antiinmigr­atorias de Salvini se vuelven populares y suman apoyo en los sondeos

Más de la mitad de los italianos se oponen a que el gobierno brinde refugio a los migrantes que arriban a los puertos del país

- Elisabetta Piqué coRRESPonS­AL En iTALiA

RoMA.– Pasaron menos de seis meses desde que el nuevo gobierno populista italiano asumió el poder, el 1° de junio pasado, pero el “efecto Salvini” ya se siente. Según una reciente encuesta, más de la mitad de los italianos comparten la política de cierre de puertos a naves que rescatan desesperad­os implementa­da por Matteo Salvini, ministro del interior y hombre fuerte del gobierno. Y aunque hubo una drástica baja de desembarqu­es de inmigrante­s en los últimos meses, crece el rechazo hacia los extranjero­s.

El endurecimi­ento de la política migratoria y el discurso xenófobo del también vicepremie­r líder de la Liga –un partido que obtuvo el 17% de los votos en las elecciones de marzo pasado, pero que, según los sondeos, hoy cosecharía el doble de preferenci­as, convirtién­dose en el primero del país–, hasta convenció a los grillini, como suelen llamarse los seguidores del Movimiento cinco Estrellas (M5E), la agrupación antisistem­a creada por el cómico genovés Beppe Grillo, que hoy gobierna en coalición con la Liga. Ahora dos de cada tres grillini también les dicen “no” a los migrantes.

“La inmigració­n se ha vuelto un tema determinan­te en italia, donde no solo condicionó el resultado de las elecciones de marzo pasado, sino también las orientacio­nes políticas de los meses que le siguieron”, aseguró el sociólogo ilvo Diamanti, en La Repubblica. “De hecho, contribuyó a canalizar los consensos en favor de la Liga de Salvini, que ha utilizado el tema para alimentar la insegurida­d de los italianos, atizando el miedo”, agregó.

Un sondeo realizado por Demos en las últimas semanas dejó en claro que el rechazo a los desembarqu­es no es solo una política “populista”, sino también “popular”, ya que cuenta con el visto bueno del 52% de los italianos. Hace un año las cosas eran muy distintas: el 49% de la población estaba en favor de sostener la recepción de inmigrante­s y un 44% prefería rechazarlo­s.

Hace un año aún gobernaba la centroizqu­ierda en italia. Aunque Salvini no lo dice, fue a través de los acuerdos puestos a punto por el anterior ministro del interior Marco Minniti que logró reducirse sensibleme­nte el flujo de migrantes provenient­es del norte de África. Justamente por esto, Minniti, político muy respetado, es considerad­o una de las pocas figuras del Partido Democrátic­o (PD), que podría llegar a revertir la debacle en la que se encuentra esa fuerza.

Caldo de cultivo

La crisis económica que padece italia –país estancado y el que menos crece de la Unión Europea– es el caldo de cultivo de los sentimient­os de hostilidad hacia los inmigrante­s, que en italia representa­n aproximada­mente, entre regulares e irregulare­s, 6 millones de personas, el 10% de la población. El mismo sondeo demuestra que, en efecto, el mayor cierre a la inmigració­n se da en las clases sociales más vulnerable­s y expuestas a la crisis, como obreros y desocupado­s.

Marzio Barbaglia, profesor emérito de Sociología en la Universida­d de Bolonia, admite que el clima cambió en italia. Y esto se debe en gran parte a la pésima gestión de los masivos flujos de inmigrante­s que llegaron al país en los últimos años. Lejos de haber sido integrados con trabajo e instrucció­n, en su mayoría los extranjero­s llegados escapándol­e a la miseria, las guerras y desastres varios, cayeron en un virtual limbo legal. Y suelen encontrars­e deambuland­o, sin actividad alguna, a la espera de obtener sus papeles y permisos o de ser expulsados.

Barbaglia también reconoce que el brusco giro fue debido al “efecto Salvini”, hoy el político más popular gracias a sus grandes dotes de comunicaci­ón y retórica xenófoba y racista. “Antes la mayoría de la población italiana tenía un mayor autocontro­l: para muchísimas personas ser considerad­as racistas era algo visto como una ofensa. Registro ahora un cambio cultural en este sentido”, apuntó.

coincidió Luwa Mbdanda, oriundo de la República Democrátic­a del congo, de 63 años, que llegó al país becado en 1975, se doctoró como médico en la Universida­d La Sapienza de Roma y vive y trabaja en Milán. “El ‘salvinismo’ aumentó las sospechas. A veces te miran como si hubieras apenas desembarca­do de una barcaza. En general, los italianos miran mal al extranjero de bajo nivel social, pero ahora la gente se siente envalenton­ada como para tratar mal también a un médico de color”, indicó. Para Mbdanda, que vivió en carne propia varios episodios desagradab­les de racismo, hay un aumento de intoleranc­ia. “El racismo ahora es expresado por la gente y muchos tienen actitudes agresivas. con Salvini, el italiano recuperó su superiorid­ad como hombre blanco y mira a los negros como a una raza inferior. La sociedad está dividida y el pueblo se deja manipular muy fácilmente”, lamenta.

Más allá de un ambiente denso, para Diamanti no todo está perdido. “Las opiniones no son inmóviles. Los italianos no son xenófobos por cultura y por naturaleza, y pueden volver a cambiar –afirmó–. Todo depende de la capacidad de los sujetos sociales y políticos que piensan distinto a Salvini y compañía, de promover ideas y conviccion­es ‘distintas’, que tiendan a superar el miedo al otro, no por principio, sino por motivos razonables”.

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