Indignación en los EE.UU. por el confinamiento escolar
Miles de niños, la mayoría con alguna discapacidad, son cada tanto aislados de su clase y encerrados; los docentes justifican esta práctica en ciertos casos, pero los padres se quejan y sería regulada o erradicada
En la foto puede verse a Gigi Daniel-Zagorites, de 13 años, aferrada a la parte superior de un archivador, asomando la cabeza para mirar por encima del mueble. El archivador y un armario anexo mantienen a la nena aislada en un rincón de la clase. En la foto también aparecen dos mujeres sentadas que le dan la espalda.
Ha pasado más de un año desde aquel septiembre de 2017, cuando un compañero de Gigi tomó esa imagen con su iPad en la escuela secundaria Belmont Ridge, en el condado de Loudoun, Virginia. Pero la madre de Gigi, Alexa Zagorites, todavía tiene preguntas que no encuentran respuesta.
¿Por qué estaba encerrada su hija, que tiene un trastorno que le impide hablar? ¿Cuánto tiempo la tuvieron ahí? ¿Con qué frecuencia le hacían eso?
“Me dio vergüenza por ella, me puso triste. Y además estaba preocupada. No podía imaginarme lo que le pasaba por la cabeza, porque ella no me lo puede decir –dice Zagorites–. La tenían enjaulada”.
Pero la experiencia de Gigi no es la única. En las escuelas de los Estados Unidos, miles de niños son encerrados anualmente contra su voluntad, la mayoría de ellos afectados por algún tipo de discapacidad. Según datos federales publicados en abril, durante el ciclo lectivo 2015-2016, más de 36.000 estudiantes de todo el país fueron sometidos a alguna forma de reclusión o confinamiento. Y a otros 86.000 niños se les restringió la posibilidad de moverse libremente, ya sea porque un empleado de la escuela lo mantenía sujetado o porque lo inmovilizaban con otros medios, como esposas.
Aun así, los expertos dicen que hay muchos más casos sin denunciar que ocultan la verdadera dimensión del confinamiento y la restricción física en las escuelas estadounidenses. Ambas prácticas están emparentadas y no hay ninguna ley federal que las regule específicamente, así que el resultado es un mosaico de políticas locales, propias de cada estado y distrito escolar. Algunos estudiantes y sus familias pagan un precio alto por el uso del confinamiento o la restricción en las escuelas: en los casos más graves, murieron niños o sufrieron heridas.
En 2014, funcionarios federales del área de derechos civiles concluyeron que dos escuelas para estudiantes con discapacidades emocionales del condado de Prince William restringían a los niños, los retiraban de las aulas y los recluían. Según los funcionarios, esas prácticas eran contrarias a la correcta formación de los alumnos.
La imagen de Gigi, publicada por primera vez en el Loudoun Times-Mirror, generó indignación entre otros padres de Loudoun, que sienten que el sistema escolar está poniendo en peligro también a sus hijos.
Como respuesta, las autoridades del distrito escolar organizaron reuniones informativas sobre el recurso de la restricción física y la reclusión, y acordaron revisar las políticas del sistema. En abril, la dirección escolar votó la creación de un comité para revisar los servicios que prestan las escuelas de educación especial en ese distrito.
“Los padres y los miembros de la comunidad siempre son interlocutores claves en nuestro trabajo con los estudiantes –dice el vocero de las escuelas del condado de Loudoun, Wayde Byard–. Nos tomamos muy en serio la seguridad de los alumnos y la calidad de la instrucción, y estamos revisando esas cuestiones”.
Pero algunos padres y críticos dicen que con eso no alcanza para remediar los traumas que los niños sufren y han sufrido. La madre de Gigi cree que de no haber existido esa foto nunca se habría enterado del confinamiento de su hija. La imagen todavía la sigue perturbando. “No puedo entender que alguien la vea y pueda justificarla”, dice. El administrador de la escuela abre una carpeta de papel Manila y saca la foto de Gigi. En noviembre de 2017, cuando vio esa foto por primera vez, en una reunión en la secundaria Belmont Ridge, Zagorites se puso a llorar. En la foto veía a su hija, que es divertida y sociable, luchando por liberarse de los muebles que la aprisionaban. La madre interrogó a las autoridades de la escuela: ¿qué significaba la foto?, ¿por qué habían puesto a Gigi en ese lugar?
“Me puse histérica”, dice Zagorites. Los administradores se disculparon, recuerda la madre, y le aseguraron que el sistema escolar estaba investigando. En una breve carta, el director de la escuela le transmitió luego dos certezas: que ningún chico había sido herido físicamente por el personal del Belmont Ridge y que la escuela seguiría revisando sus prácticas de confinamiento. La carta no brindaba detalles sobre las causas que habrían motivado el incidente y no reconocía ninguna falla: “No me dieron ninguna respuesta”, dice Zagorites.
Gigi padece el síndrome de Phelan-McDermid, un trastorno cromosómico que causa retrasos de desarrollo y discapacidad intelectual, y ahora asiste a la escuela privada Aurora School. Zagorites ya tenía planeado inscribir a su hija en esa escuela antes del incidente en la secundaria Belmont Ridge.
Escudándose en leyes de privacidad de los estudiantes, los funcionarios del sistema escolar se negaron a emitir comentarios sobre casos que involucran a estudiantes específicos. Aunque en los Estados Unidos el confinamiento escolar no está regulado a nivel nacional, el gobierno sí sugiere el modo de implementarlo, y recomienda su uso solo en situaciones en las que un estudiante representa una amenaza física para sí mismo o para los demás. Cuando el peligro cesa, se debe poner fin a la reclusión, y los padres tienen que ser notificados inmediatamente.
Los docentes dicen que en algunos casos la restricción y el confinamiento son necesarios para controlar situaciones potencialmente peligrosas. En un informe de 2012, la Asociación de Inspectores Escolares se opuso a cualquier intento de las autoridades federales de prohibir esas prácticas.
El informe señala que algunos empleados de escuelas tuvieron que ser hospitalizados tras los brotes de los estudiantes y que hasta el personal con la formación correspondiente en reclusión y restricción sufrió amenazas o ataques físicos. Aunque la Asociación desaconseja utilizar livianamente la restricción física y el confinamiento, o usarlo para castigar problemas de conducta, también asegura que son herramientas necesarias para que los docentes “puedan defenderse y defender a sus estudiantes de incidentes que podrían ser peligrosos”.
En el condado de Loudoun, la política de reclusión fue diseñada sobre la base de recomendaciones federales. Pero Suzanne Jimenez, directora de educación especial del
distrito escolar, dice que entre los docentes todavía persisten ideas equivocadas sobre el confinamiento y la manera en que debe utilizarse. Los estudiantes pueden abandonar voluntariamente la clase y trabajar separados cuando se sienten cansados o irritables, pero Jimenez dice que eso no se considera reclusión.“Ni siquiera intentamos aislar a los estudiantes –dice–. El confinamiento es una breve respuesta de emergencia destinada a proteger a los estudiantes del peligro”.
Los episodios de reclusión son raros, afirma Jimenez: según datos locales del condado de Loudoun, en el año lectivo 2015-2016 ese recurso fue utilizado cinco veces y con tres alumnos. Pero según el sistema escolar al año siguiente hubo 26 incidentes de confinamiento que involucraron a nueve estudiantes. Jimenez dice que el pronunciado aumento de la reclusión no se debe a una sola razón: ese repunte podría reflejar que un estudiante había sufrido dificultades en repetidas ocasiones o podría deberse a una mayor atención puesta en la formación y la práctica del confinamiento.
Un vocero del sistema escolar dice que las autoridades de las escuelas trabajan para explicarles a los padres qué significa la reclusión, y “cuando les hablamos de los criterios que caracterizan la reclusión, logran entender que su hijo no fue recluido”.
Pero los padres dicen que, lo llamen como lo llamen, el tratamiento que recibieron sus hijos es indefendible. Jessica y Ronnie Kecman dicen que en dos escuelas distintas de Loudoun durante tres años a su hijo lo separaban regularmente de sus compañeros y lo dejaban aislado, a veces varias horas.
Los problemas surgieron en 2015, cuando su hijo, que padece el llamado autismo de alto funcionamiento (AAF), empezó cuarto grado en la escuela primaria Frederick Douglass, en Leesburg. En septiembre y octubre de ese año al niño lo suspendieron o lo mandaron más temprano a su casa al menos ocho veces por agresión verbal y física.
En sus repetidas visitas a la escuela, los Kecman pasaron por la sala “de distensión” cercana al aula de educación especial de su hijo. Ronnie Kecman recuerda que el personal de la escuela les presentó esa sala vacía con paredes de bloques color ceniza como un lugar tranquilo y calmo para contener a los estudiantes alterados. Pero cuando los Kecman iban a retirar más temprano a su hijo de la escuela, veían algo muy diferente. Dicen que fueron testigos de que a su hijo de 12 años lo obligaban a sentarse con las piernas cruzadas entre cinco y 10 minutos en la “sala de distensión” y que en otras ocasiones ocurría lo mismo en el aula, cuando un docente ponía una colchoneta para acorralarlo entre la pared y un archivador.
Ronnie Kecman dice que un cronómetro de cocina hacía la cuenta regresiva. El ambiente del lugar agitaba aún más a su hijo, que también padece trastorno por déficit de atención con hiperactividad y ansiedad. Así que el chico empezó a morderse y a arañarse, y a golpearse la cabeza contra las paredes.
Según las cartas que el distrito escolar les envió a los Kecman, entre noviembre de 2015 y febrero de 2016 su hijo se lastimó la cabeza en la escuela al menos cinco veces. Las cartas no especifican cómo se produjeron esas heridas. “Si no hubiéramos ido tan seguido a la escuela a sacarlo de esa sala, no habríamos tenido idea de lo que estaba pasando”, dice Ronnie.
Finalmente, los Kecman cambiaron a su hijo de escuela. Las historias son espantosas: un nene de 13 años de una escuela pública alternativa que se ahorcó en una sala de reclusión. Otro de 9 años, en Nueva York, cuyo crimen era silbar y ser poco aplicado, confinado en una sala que olía a orina.
Un estudio federal de 2009 relata esos episodios en una reseña de supuestos casos de muerte y abuso por restricción física y confinamiento. Los investigadores no pudieron determinar con qué frecuencia esas prácticas causan muertes o heridas, pero sacaron a la luz centenares de casos sucedidos en todo el país entre 1990 y 2009.
Datos más recientes muestran que los estudiantes con discapacidades son mucho más proclives a ser sometidos a la reclusión y restricción física. Aunque representan el 12 por ciento del total de estudiantes inscriptos en las escuelas públicas, en el año lectivo 2015-2016 constituyeron el 66 por ciento de los casos de confinamiento y el 71 por ciento de los casos de restricción, según datos de la sección de derechos civiles del Departamento de Educación de los Estados Unidos.
Los estudiantes con trastornos emocionales pueden tener comportamientos agresivos y requerir el uso de la reclusión y la restricción, sostiene Reece Peterson, profesor emérito de educación especial de la Universidad de Nebraska, en Lincoln.
Peterson dice que es probable que haya muchos casos de confinamiento y restricción sin denunciar.
Joseph Ryan, profesor de educación especial en la Universidad Clemson, sostiene que la reclusión y la restricción a veces son mal utilizadas, por ejemplo, cuando los estudiantes no obedecen o se portan mal, y agrega que suelen aplicárseles siempre a los mismos estudiantes. “Aunque no son efectivas, todavía se las sigue usando”, dice Ryan.
En 2015, los legisladores de Virginia le ordenaron al estado que adopte regulaciones sobre la reclusión y la restricción en las escuelas públicas. En marzo de 2017, la Junta de Educación del estado autorizó las reglas propuestas, que están siendo examinadas.
En marzo de 2018, un grupo bipartidario de nueve legisladores solicitó que funcionarios estatales investigaran el uso del aislamiento en Loudoun. Jimenez, directora de educación especial del distrito, dijo que pidió la colaboración del Departamento de Educación del estado para revisar los lineamientos del sistema escolar sobre restricción física y confinamiento. Un vocero del Departamento de Educación del estado confirmó la participación de ese organismo en una revisión que tendrá lugar este año. (Y los demócratas en el Congreso nacional presentaron este mes un proyecto para prohibir el confinamiento en toda escuela que reciba fondos federales por vía de impuestos).
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Desde el sistema escolar, en tanto, dicen que todo el personal que trabaja con estudiantes con discapacidades tiene una formación avanzada para tratar con esas necesidades especiales. Y hay planes para expandir el sistema de formación el año que viene.
Pero Claudia Skinner, líder de un grupo de padres con hijos con necesidades especiales, dice que los maestros están mal preparados para tratar con los casos más complejos. “Estos incidentes ocurren porque el sistema está roto, porque a los chicos los ponen en clases a las que no pertenecen, porque los maestros no tienen la preparación, el conocimiento y la formación necesarios –dice Skinner–. Todo este caos inmanejable ahora lo manejan con restricción física y confinamiento”.
“La tenían enjaulada”, dijo Alexa Zagorites cuando vio la foto de su hija Gigi
Los padres dicen que, se llame como se llame, ese tratamiento a sus hijos es indefendible