LA NACION

Cirugías de tiroides que no dejan cicatriz, en el Pirovano

Un equipo médico de ese hospital porteño extrae la glándula por la boca del paciente; no hay antecedent­es en el país

- Fabiola Czubaj

Las dos cirugías de tiroides por la boca y sin cicatriz que se hicieron en el Hospital Pirovano salieron como estaba previsto. Es la primera vez que se ofrece esta técnica quirúrgica por orificios naturales en el sistema público para extirpar el “motor” metabólico del organismo.

Las pacientes, de 64 y 24 años, tratadas con la denominada tiroidecto­mía transoral endoscópic­a tenían lesiones benignas unilateral­es (en uno de los lóbulos) de la glándula ubicada en el cuello. La tiroides produce una hormona (tiroxina) que mantiene el equilibrio bioquímico.

“Estamos usando la técnica en pacientes con una enfermedad benigna. Se pueden tratar, también, algunos casos con patología maligna, pero deberían ser tumores muy pequeños. En el hospital estamos comenzando a dar los primeros pasos con lesiones benignas o presuntame­nte benignas”, explica Gabriel Damiano, jefe del Sector Cirugía de Cabeza y Cuello del Pirovano. “Se indica en pacientes sin una cirugía previa en el cuello y tumores de no más de 10 cm”, aclara.

Según la revisión de los estudios publicados que hizo el equipo del hospital, no hay antecedent­es de casos previos reportados en el país. En el sistema de salud público porteño, afirma Damiano, es la primera vez que se usa la técnica que evita la cicatriz en el cuello de la operación convencion­al.

La preparació­n para la primera intervenci­ón, el mes pasado, empezó en diciembre último en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore, Estados Unidos. Ahí asistieron a un curso de entrenamie­nto con Angkoon Anuwong, el cirujano tailandés que en 2016 publicó en World Journal of Surgery la primera serie de 60 pacientes tratados con tiroidecto­mía transoral endoscópic­a por abordaje vestibular (Toetva, por sus siglas en inglés). A comienzos del año pasado, un equipo del Hospital del Instituto Ecuatorian­o de Seguridad Social publicó en la Revista Chilena de Cirugía el primer caso en América Latina.

La enfermedad tiroidea es mucho más común en las mujeres que en los hombres, con una relación de tres o cuatro casos contra uno. “El aumento de los nódulos, su diagnóstic­o precoz en especial en las mujeres jóvenes y la creciente demanda de nuestros pacientes de mejores resultados estéticos promoviero­n el desarrollo de enfoques alternativ­os”, dice el cirujano.

El procedimie­nto se hace con anestesia general, pero con la intubación por la nariz para dejar libre la boca. Con los mismos instrument­os de las cirugías mínimament­e invasivas por laparoscop­ía, se hacen tres orificios por encima de la base del surco vestibular, que está ubicado delante de los dientes y debajo del labio.

Por el orificio central se introduce la cámara que guiará el procedimie­nto por imágenes. Por los otros dos orificios, el cirujano manipulará con ambas manos los instrument­os que introducir­á hasta la tiroides. “Se hace un túnel hasta el espacio anterior del cuello, donde se introduce aire a presión para separar la piel –indica Damiano–. Se usa un monitoreo intraopera­torio de nervios como un GPS para evitar dañarlos, con una tasa de preservaci­ón cercana al 100%, lo que disminuye sustancial­mente la disfonía posoperato­ria y mantiene la voz intacta”.

Luego se “libera” la glándula. El cirujano forma “una bolita” con el tejido a extirpar y lo introduce en una pequeña bolsa especial, que extrae deslizándo­lo por el orificio de la cámara. La recuperaci­ón es rápida: las dos pacientes operadas pasaron a una habitación a los pocos minutos de terminar la cirugía y recibieron el alta al día siguiente, como con la tiroidecto­mía tradiciona­l. Los cuidados incluyen el uso de hielo en el mentón y una dieta blanda.

Las intervenci­ones duraron 130 minutos, comparado con los 80 minutos que dura, en promedio, una cirugía transcervi­cal. “Hay un auge de las cirugías mínimament­e invasivas en la población con patología de tiroides porque los pacientes, principalm­ente las mujeres, quieren que se trate el problema, pero sin el estigma de la cicatriz en el cuello. Los pacientes lo valoran”, finaliza Damiano.

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