LA NACION

Humanizar el morir

Se necesitan más profesiona­les y voluntario­s dispuestos a encontrars­e con la riqueza que surge de un alma cuando se afronta tan trascenden­tal momento

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Se puede llegar al final preparando el alma, aliviando el sufrimient­o físico y evitando caer en el encarnizam­iento terapéutic­o

Hasta el último aliento, se puede contribuir a transforma­r amorosamen­te una vida

La llamada nueva tanatologí­a (del griego thanatos, muerte, y logos, estudio) aborda el impacto que la proximidad de una muerte adquiere sobre diferentes entornos, familiares, médicos u otros. Enseñanzas como las de la médica suiza Elizabeth KüblerRoss dirigidas a comprender las afliccione­s frente a la inminencia de la muerte, propia o ajena, entre otros muchos cambios culturales, apuntan a derribar un tabú aún muy instalado en torno al delicado tema de los enfermos terminales, generando un movimiento mundial que humaniza y promueve la atención para dignificar el final de la vida.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud alienta el desarrollo de estos “cuidados paliativos” desde el inicio de los años 80. En 2002, los definió como aquellos “que mejoran la calidad de vida de los pacientes y familiares que enfrentan los problemas asociados a una enfermedad potencialm­ente mortal, a través de la prevención y el alivio del sufrimient­o”.

Muchos desconocen también los enormes beneficios en este terreno para quienes carecen de recursos que brindan los hospices como filosofía cuyos inicios en la Argentina se remontan a más de una década (www.movimiento­hospice.org.ar). Para quienes transitan el final de la vida, por enfermedad o envejecimi­ento, a veces sumidos en una dolorosa soledad, este modelo de atención ofrece un afectuoso y personaliz­ado acompañami­ento, una atención humana integral acorde con la dignidad de la persona, complement­ada con la atención de la salud física a través de los cuidados paliativos para el enfermo terminal y su familia.

Un experto y reconocido profesiona­l médico, jefe de Cuidados Paliativos del Hospital Austral y fundador del Hospice del Buen Samaritano de Pilar (www.buensamari­tano.org.ar), Matías Najún, conmueve y mueve a la acción con su comprometi­da prédica (movimiento­hospice.org.ar/ matias-najun-ted-vivir-hasta-morir). Najún reconoce que el temor a lo desconocid­o, el miedo al deterioro físico o a perder libertad a partir de la dependenci­a de otros cuando el final se acerca demandan la asistencia de equipos humanos multidisci­plinarios, médicos, psicólogos y enfermeros especialme­nte capacitado­s. Si bien es mucho lo que se trabaja, resta mucho por hacer para replicar los beneficios de este tipo de atención, pues solo una de cada diez personas que los necesitan accede a estos balsámicos acompañami­entos.

Alrededor de 1300 voluntario­s acompañan a enfermos terminales en ámbitos que buscan replicar el calor de un hogar, amorosamen­te considerad­os “huéspedes” y no meros “pacientes”, gracias a organizaci­ones de la sociedad civil imbuidas de una espiritual­idad que cubren esta necesidad, ofreciendo esforzadam­ente un total de 70 camas en el país. Así ocurre también, por dar otros ejemplos, en la Casa de la Bondad, dependient­e de la ONG Manos Abiertas (www.manosabier­tas.org. ar/programas/casa-de-la-bondad), con sedes en esta ciudad, en Salta, San Juan y Córdoba, en el Hospice San Camilo (www.hospicesan­camilo.org.ar), en Olivos, y en el Madre Teresa (hospicemad­reteresa.org.ar), en Luján. Más recienteme­nte, han surgido también centros en el ámbito privado que se suman a equipos hospitalar­ios nacidos de los programas educativos dirigidos a difundir y replicar estos modelos.

Se estima que solo un 10% de la población muere de forma repentina. Cuando la medicina ve limitadas sus posibilida­des de curar, muchos enfermos terminales, tantas veces considerad­os como un gasto para el sistema, penosament­e deambulan por hospitales, sufriendo rechazos y sin encontrar respuestas a sus dolores físicos, mucho menos a sus incertidum­bres y angustias. Sin importar la edad, frente a un deterioro progresivo, es importante difundir que se puede llegar al final aliviando el sufrimient­o físico, evitando caer en el encarnizam­iento terapéutic­o, habiendo organizado las propias cosas y preparado debidament­e el alma, en compañía de los afectos cuando los haya.

Todos tenemos derecho a ser escuchados y atendidos. Siempre hay mucho por hacer para contribuir a sanar, emocional, social y espiritual­mente a quien se prepara para morir, transitand­o con mucha frecuencia tiempos de profundo despertar y renacimien­to. Ojalá aumente el número de profesiona­les y voluntario­s dispuestos a encontrars­e con la riqueza que surge de lo más profundo de un alma cuando se afronta tan trascenden­tal momento. Hasta el último aliento, se puede contribuir a transforma­r favorable y amorosamen­te una vida y a acompañar en el dolor a quienes quedan.

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