LA NACION

¿Un país condenado?

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Las ediciones desde el sábado 3 al domingo 11 del actual son joyas del periodismo analítico. Leemos, entre tantos otros autores, a Eduardo Fidanza (3 de noviembre), Jorge Fernández Díaz (días 4 y 11), el editorial “La falta de jardines de infantes” (10), Santiago Kovadloff, Thomas Friedman y la nota de tapa de la Revista (4). Y recordemos la arenga de Ortega y Gasset: “Argentinos, ¡a las cosas! (¡hace 90 años!). Veamos “las cosas” que hicimos: en los 30, iniciamos los golpes de Estado; en el 45, declaramos solos la guerra a Hitler… 45 días antes de su suicidio; de 1970 a 1991, quitamos

13 ceros al peso para evitarnos los trillones; en los 70, la gran tragedia con una rebelión sin pies ni cabeza, y un Estado no de Derecho, encabezado por un general que primero la incitó y luego ordenó aniquilar; en

1982, invadimos las islas Malvinas y mandamos a morir jóvenes y heroicos soldados, marinos y aviadores, con carencias en todo; índices de pobreza bochornoso­s pese al sempiterno déficit fiscal, y hoy los cuadernos de la corrupción, que sacó a la luz la nacion como cénit de décadas en las que el comportami­ento de los argentinos viajeros llamaba la atención en Occidente.

Un expresiden­te aseguró que estamos “condenados al éxito”; Jorge Fernández Díaz, desde la visión del historiado­r Yuval Harari, nos advierte de la “condena de terminar de hundirnos”. Entonces, ¿a qué estamos condenados? En respaldo de Fernández Díaz, es suficiente mencionar dos ideas que nos legó en 1954 Hannah Arendt: “En cualquier época una crisis en la educación da lugar a serias preocupaci­ones… y esto es así porque la educación es una de las actividade­s más elementale­s y necesarias de la sociedad humana… El siglo del niño, como podríamos llamarlo, iba a emancipar a los pequeños y liberarlos de las normas provenient­es del mundo adulto”. Sin embargo, añade, “el hecho significat­ivo es que, a causa de ciertas teorías, buenas o malas, se rechazaron todas las normas de la sensatez humana…”.

Se infiere el imperativo de concentrar el mayor esfuerzo intelectua­l, económico, pedagógico, en los chicos que vienen naciendo o rondan los primeros 7 u 8 años, priorizand­o a los menos favorecido­s. Ninguna “condena” a nada, pero sí permanente evolución positiva, si aseguramos a todos la capacidad de leer, comprender, pensar y desarrolla­r el juicio crítico dirigido a mejorar y no destruir, que requerirá convivir en un mundo cada vez más inundado por la tecnología, pero dominado por la sensatez. Carlos Tonelli

DNI 18.796.008

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