LA NACION

Madurar de golpe: el desafío de tener 17 años y hacerse cargo de sus hermanos

En su noveno parto, Belinda perdió la vida; una de sus hijas le prometió que se haría cargo de la recién nacida y postergó sus sueños de estudiar para convertirs­e en “madre”

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PARAJE LA GRINGA, Chaco.– Naila Figueroa tiene 6 años y vive en el Paraje La Gringa, también en El Impenetrab­le. Todavía ignora que la persona a la que ella llama mamá es, en realidad, una de sus hermanas, que se hizo cargo de cuidarla cuando la suya falleció, al darla a luz.

“Mi papá se llama Marcelo y mi mamá, Maira. Ella me cuida y me ayuda a hacer la tarea de la escuela”, dice esta nena de ojos negros y pelo azabache.

Maira tiene 23 años, es su hermana, y tenía 17 cuando perdió a su mamá y se encontró con el desafío de criar a un bebé recién nacido. Micaela, la mayor de las hermanas, justo había tenido familia y no podía hacerse cargo de otro.

Su mamá, Belinda, estaba embarazada de su novena hija cuando, a las 7 de la mañana, se fue a Miraflores para tenerla. “Tardaron en llevarla a Castelli y el doctor dice que por los gérmenes le agarró una infección. Le hicieron una cesárea, pero ya era tarde”, cuenta Marcelo Figueroa, el padre de familia que tuvo que dejar de trabajar y su cargo en la cooperador­a escolar para estar en su casa.

“Porque vos tenés que estar con las criaturas. Y la más chica tenía solo ocho días. Se despertaba cada 10 minutos. Me tocó afrontar todo tipo de cosas para poder salir adelante con mis hijos. Me costó mucho, pero lo conseguí. Para que Micaela terminara 5º año me quedaba como niñero de mi hija y de mi nieta”, recuerda Marcelo.

Hoy viven todos juntos en una casita de material, en la que crían algunos animales y se las arreglan con los 7000 pesos de la AUH que Marcelo cobra por sus tres hijos menores: Naila (6), Luis (11) y Elbio (14).

Tienen agua de pozo, luz solar y un baño instalado, pero les está faltando la electrific­ación rural. “La necesitamo­s para poder tener un ventilador, un freezer y una heladera para guardar lácteos, frutas y verduras. Y nosotros estamos a 1800 metros de la electrific­ación, así que sería fácil hacer el tendido, pero nunca nos escucharon”, cuenta Marcelo.

Luis no sabe bien qué le pasó a su mamá, pero sí sabe que la extraña. “Se llamaba Belinda. Me acuerdo de que me retaba a veces y también que jugábamos. Micaela es mi hermana y me crio. Lavaba la ropa, me preparaba la comida”, dice Luis.

La que sí sabe lo que pasó es Maira, que estaba con ella en el hospital cuando murió. Con solo 17 años, la agarró de la mano y le prometió que se haría cargo de la beba.

“Todos sufrimos la muerte de mi mamá. Luis era el más chiquito y siempre preguntaba, porque era muy pegado a ella. Nos empezamos a cuidar entre todos. Naila por momentos sigue diciendo que yo soy la madre y yo creo que hay que esperar a que crezca un poco más para explicarle”, dice.

Maira ya había practicado cambiar pañales y hacer mamaderas con sus hermanos menores, pero la responsabi­lidad igual fue muy grande. “Costaba mucho levantarse, atenderla, porque uno no estaba acostumbra­do. Con la ayuda de Galu Farrugia, el médico de La Higuera, y de los profes del colegio, logré terminar la escuela y que ella pudiera salir adelante. Yo quería seguir estudiando, pero no se pudo y decidí quedarme a cuidar a Naila”, explica Maira, que hoy es madre soltera de Leticia, de cinco meses, y sueña con poder estudiar para ser maestra jardinera.

Hoy en día Naila es la encargada de darles de comer maíz molido a los chanchos y las chivas. A veces también las ordeña. Todos los días va a la escuela en una bicicleta nueva que su hermano Elbio se ganó en un sorteo por el Día del Niño.

“Todavía no sé leer, pero lo que más me gustan son los números”, dice, mientras muestra los lápices de colores que tiene en su cartuchera. Su juguete preferido es una muñeca que siempre tiene encima y a la que nunca le puso nombre.

“A Naila le gusta jugar con las muñecas porque siempre estuvo acostumbra­da a jugar sola. Ahora también anda sola en la bicicleta. Le gusta ir a la escuela y ayuda con las cosas de la casa”, cuenta su papá. Por las tardes, después de la escuela, juega al fútbol con su hermano Luis en la cancha que tienen al costado de la casa.

A Marcelo le gustaría que sus hijos pudieran seguir un terciario, pero no le dan los números para mandarlos a Miraflores o a Castelli. “Ya hicimos el pedido en la municipali­dad para poder tener terciario en la escuela. Me gustaría que mis hijos estudien para así tener de qué vivir, porque no es fácil afrontar la realidad acá”.

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Micaela urdinez Las hermanas Figueroa: Johana, Micaela, Maira con su beba y Naila

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