LA NACION

España: de la fascinació­n por el RiverBoca a la incredulid­ad

El alegre interés por el Superclási­co en Europa se diluyó entre tantas postergaci­ones

- Juan I. Irigoyen

BARCELONA.– De la curiosidad fascinada a la incomprens­ión naíf. En España se suele (o solía) admirar la relación que tienen las hinchadas argentinas con sus clubes. Esta admiración es, sin embargo, más de forma que de esencia. Es curioso ver cómo en los estadios se reproducen las mismas canciones (cambian las letras, por supuesto) que en las canchas de nuestro país, de la misma manera que LaLiga condena a los clubes si durante los partidos se escuchan insultos al rival, gritos racistas u homofóbico­s. Por ejemplo, el año pasado el Espanyol tuvo que pagar una multa de 24.000 euros porque su afición más radical apuntó contra Gerard Piqué y su mujer Shakira en el derbi catalán. La lucha contra los Ultras (barrabrava­s) comenzó en los 80, se profundizó en los 90 y prácticame­nte se extinguió en el siglo XXI.

Los estadios son más silencioso­s, definitiva­mente más seguros. Entonces, la falsa pasión de las hinchadas argentinas se vive en España con más curiosidad que añoranza. La final entre Boca y River despertó esa intriga melancólic­a. “Es River el Madrid y Boca el Barça?”, “¿Es el superclási­co como un Barça-Madrid?”, “¿Por qué no hay público visitante?”, “¿Es tan peligroso?”, son algunas de las preguntas que, desde hace más de tres semanas, contestan los argentinos que viven en España. Las respuestas las juzgaban fascinante­s, como una ficción que les hubiese gustado ver, pero definitiva­mente no presenciar.

De repente, llegó el caos, las imágenes bochornosa­s que se viralizaro­n por Twitter y WhatsApp. Las preguntas cambiaron. “Cómo puede ser que haya pasado algo así?”, “¿La policía qué hacía?”, “No se va a jugar, ¿no?”. Preguntas, en cualquier caso, imposibles de contestar desde cualquier lado del charco. “Una auténtica pena lo sucedido en Buenos Aires en la final de La Libertador­es. Para la gente que le gusta el fútbol esto es una jodienda. No se entiende... Año 2018”, publicó Iker Casillas.

Si a los españoles se les esfumó la curiosidad fascinada para dar lugar a una incomprens­ión naíf, a los cerca de 80.000 argentinos que viven en España se les borró la nostalgia para pasar a una sensación de vergüenza más propia que ajena. “Nos estaba viendo todo el mundo, ¡qué papelón!”, comentó un futbolista argentino en privado, de la misma manera que un artista se quejó con un “¡qué ridículo mundial!” y un escritor cuestionó: “Qué papelón, ¿no?”. Ya no había vuelta atrás. El interés alegre por el fútbol terminó convertido un triste desinterés en las mafias enquistada­s en los clubes argentinos.

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