LA NACION

La odisea de un joven por una vida mejor

Gerardo Medina huyó de la violencia en Honduras y espera en Tijuana poder alcanzar su sueño americano

- Pilar Castillo

El chico que dejaron sobre la vereda estaba tan golpeado que, en un principio, Gerardo Medina Alvarado no lo pudo reconocer. Cuando se dio cuenta de que era un compañero de su escuela en Tegucigalp­a, Honduras, quiso parar a ayudarlo, pero como las pandillas asesinan con frecuencia a los testigos de sus crímenes, rápidament­e fijó la vista en el piso y apuró su paso. “Me sentí muy triste de no poder ayudarlo, pero uno ve muerte todos los días en mi país y ya sabemos que cuando hay peligro lo mejor es mirar para el costado”, dice al otro lado del teléfono Medina Alvarado, un joven hondureño de 18 años, desde México.

El joven es uno de los más de 3000 migrantes de la caravana que llegó a Tijuana y busca asilo en Estados Unidos, a pesar de las últimas amenazas del presidente Donald Trump.

A pesar de que Gerardo siguió los consejos sobre cómo actuar frente a los pandillero­s, miembros de la Mara Salvatruch­a (MS-13), fueron a visitarlo al día siguiente a la salida de su escuela. Le dijeron que tenía dos alternativ­as: o se unía a la pandilla o lo mataban.

Para escapar de una vida criminal o de la muerte, Gerardo huyó de su hogar y fue a la casa de su abuela, en el departamen­to de Olancho, donde estuvo escondido cuatro meses sin poder asistir a clases. “No podía salir porque tenía mucho miedo de que me reconocier­an y me mataran”, recuerda.

El 19 de octubre, Gerardo vio en las noticias que una caravana de hondureños partía a pie rumbo al norte con el objetivo de llegar a Estados Unidos. En busca de su propio sueño americano, de convertirs­e en médico y volver a ayudar a las personas en Honduras, Gerardo se puso un par de zapatillas, agarró una mochila con ropa y comida, y salió a encontrars­e con la caravana con tan solo 500 lempiras –20 dólares– en el bolsillo.

Cuando decidió unirse a la caravana, Gerardo compró un boleto de colectivo hasta Santa Rosa de Coapan. Caminó siete horas con los migrantes a la frontera de Guatemala con México y durmió en el puente internacio­nal. Un oficial de inmigració­n guatemalte­co le dio una carpa vieja que se convirtió en su hogar durante las dos semanas siguientes. Durmió en las plazas de las ciudades mexicanas que acogieron a la caravana en su paso por el país.

“El caminar fue duro. Siete horas un día, cinco horas al siguiente. Tuve que tirar mis zapatillas por los agujeros. Gracias a Dios una familia mexicana me regaló unas sandalias”, dice. Por las noches dormía solo unas pocas horas, y se levantaba mucho antes del amanecer para combatir el calor. Una noche, en la provincia de Chiapas, en el sur de México, se despertó con gritos y gente corriendo porque un grupo de secuestrad­ores se había llevado a algunos niños migrantes.

Según el representa­nte de Acnur, hay alrededor de 2300 niños, niñas y adolescent­es que viajan en la caravana. “En medio de esta crisis están los niños –apunta–, que con frecuencia presencian horribles actos de violencia y enfrentan riesgos extremos. En algunos casos, los menores se han visto forzados a huir solos. Ellos han perdido sus infancias”.

A pesar de los peligros asociados a la criminalid­ad y la salud, la calidez que acompañó a los migrantes en el sur de México, donde los residentes de pequeños pueblos los esperaron con comida y ropa, contrastó con el trato que recibieron en el norte del país.

Rechazos

Si bien algunos en Tijuana simpatizan con la difícil situación de los migrantes y tratan de ayudarlos, muchos lugareños están organizand­o protestas para echarlos. “¡Fuera! ¡Fuera!”, se leía en los carteles de las fotos de la manifestac­ión. Según la agencia AFP, acusaron a los migrantes de ser un peligro para Tijuana. También se quejaron de cómo la caravana se abrió camino en México y la calificaro­n de “invasión” . Expresaron además la preocupaci­ón de que sus impuestos se destinen a cuidar al grupo. “Estamos huyendo de la violencia –dice Gerardo–. ¿Cómo pueden pensar que vamos a venir aquí para ser violentos?”

El alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastelum, dijo a la agencia AP que la llegada de los migrantes era una “avalancha” y que la ciudad no está preparada para manejarla, calculando que permanecer­án en Tijuana durante al menos seis meses mientras esperan presentar las solicitude­s de asilo. Gastelum ha apelado al gobierno federal para obtener más asistencia para hacer frente a la afluencia.

Los funcionari­os de Tijuana convirtier­on un gimnasio muni- cipal y un complejo recreativo en un refugio para mantener a los migrantes fuera de los espacios públicos. Los refugios privados de la ciudad tienen una capacidad máxima para 700, mientras que el complejo municipal puede albergar hasta 3000 personas.

La Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, estima que la cantidad de migrantes pronto podría aumentar a 10.000. “Aunque muchos regresaron a sus países de origen por los desafíos que presenta el viaje, las primeras cuatro caravanas han llegado ya al norte de México y se espera que lleguen más. Estos grupos están compuestos por personas que tienen necesidade­s de protección internacio­nal, y más del 70% de las personas en estas caravanas consideran que corren riesgo de vida si regresan a sus países”, dice a LN/UTDT José Samaniego, representa­nte regional de Acnur de México, Centroamér­ica y Cuba.

Las autoridade­s de migración en la frontera de los Estados Unidos procesan solo unas 100 solicitude­s de asilo por día en el cruce principal de Tijuana a San Diego. Los solicitant­es de asilo registran sus nombres en un cuaderno, gestionado por los propios migrantes, que tenía más de 3000 nombres incluso antes de que llegara la caravana.

Aunque México suavizó su trato con los migrantes, el destino de Gerardo en la frontera de Estados Unidos, y de miles de personas como él, aún no está claro. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha endurecido su retórica contra los migrantes a medida que crecen en número y se mueven hacia el norte.

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Gerardo Medina Alvarado espera en Tijuana

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