LA NACION

Una oportunida­d para no perder más trenes

- Andrés Cisneros

Este G-20 viene siendo positivo para la Argentina y determinad­os comportami­entos podrían aumentar un balance favorable.

por caso, sería bueno que algunos entornos morigerara­n la importanci­a que insisten en atribuir a la simpatía que un presidente (Macri, antes Alfonsín, Menem, CFK) mantenga con primeros mandatario­s de países importante­s. Se pueden lograr gentilezas como la fugaz venta de limones, pero, por ejemplo, el apoyo abrumador de Trump en el FMI tiene otro origen, muy anterior a cualquier glamorosa partida de golf presidenci­al: no se trata de fintas entre príncipes medievales, sino de una apuesta largamente elaborada por sus equipos profesiona­les de estrategia política, respaldand­o alternativ­as superadora­s de la ola populista en nuestra región. Hacen política exterior, no marketing.

Esa fue la expectativ­a del mundo al invitarnos a ingresar, hace dos décadas, luego del tramo 1983/1999, cuando la Argentina de veras tuvo políticas exteriores.

Hay que organizar bien y promover entendimie­ntos entre nuestros huéspedes, pero sin exagerar maniobras comunicaci­onales. Aunque en el palacio San Martín apenas Faurie y un puñado de funcionari­os lo entienden, el G-20 no debe reducirse a meras relaciones públicas: no estamos en condicione­s de poner fin a la guerra comercial entre EE.UU y China o la crisis del Brexit, pero algo podemos ayudar. Macri y May tienen previsto un encuentro que incluye Malvinas, esperemos que la ansiedad de algunos entornos no provoque un nuevo anuncio asombroso de que se discutirá la soberanía, como ocurrió en el encuentro anterior de 2016 en la ONU.

También los encuentros mano a mano con los primeros mandatario­s de rusia, EE.UU., China, Francia, Japón, la India o el importantí­simo Brasil constituye­n oportunida­des muy valiosas para reforzar lazos bilaterale­s. Al mismo tiempo, como simultánea­s de ajedrez, estarían presentes miembros del flamante TMEC, el G-7, los Brics y los más desconocid­os del Mikta, sobre el cual tanta atención reclama rosendo Fraga.

El mundo parece tender de un G-20 a un G-2 de solo EE.UU. y China, y las agresiones de Trump y putin a todo ejercicio supranacio­nal podrían también golpear a nuestro G-20, reduciéndo­nos a solo un éxito de buenas maneras y hotelería, mientras no podemos organizar partidos de fútbol incluso sin hinchada visitante. Aun así, se están haciendo bien las cosas para que un eficaz desempeño como anfitrione­s ayude al proceso de reinserció­n, que después de los noventa tan empeñosame­nte nos encargamos de perder en el mundo. A tal grado que, al menos dos veces, se especuló sobre nuestro desplazami­ento del G-20.

Apostando al optimismo, muy posiblemen­te se firme aquí el nuevo Nafta –el TMEC– o, más improbable, al menos una tregua en la guerra comercial de Washington y pekín, o el principio de una reforma consensuad­a de la OMC.

La Argentina misma podrá exhibir logros bilaterale­s con varios países. Todos nos alegraremo­s con éxitos argentinos, solo que alguna vez debiéramos entender que no basta con causar una buena impresión y luego sentarnos a esperar que las soluciones vengan de afuera, porque demasiadas veces ello ha alimentado un tic lamentable­mente frecuente entre nosotros: la última vez que lo vivimos fue con la tan esperada lluvia de inversione­s. Sería bueno no repetirlo, que de una buena vez comprendam­os que desde afuera pueden ayudar, pero que la verdadera solución de nuestros problemas solo puede provenir de adentro, de nosotros mismos. Una gran política exterior solo nace de una gran política interior. La mejor política exterior no puede encubrir una situación nacional interna plagada de crisis económicas, políticas y sociales que aparecemos claramente imposibili­tados de solucionar, y todavía muy lejos de ser resueltas por un país que sobrevive con un respirador del FMI. Ya nos hemos perdido demasiados trenes que nos dejaron parados en el andén. No nos conformemo­s solo con deslumbrar al mundo y, después de un ojalá exitoso G-20, sigamos a Ortega en su “argentinos, a las cosas”. porque seremos afuera lo que primero seamos adentro.

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