LA NACION

El lenguaje inclusivo y el sentido común lingüístic­o

Es hora de reparar en los peligros de jugar desaprensi­vamente con una lengua que nos unifica, en una cultura compartida, a cientos de millones de personas

-

En marzo del año próximo, la Argentina será sede del VIII Congreso Internacio­nal de la Lengua Española (CILE), por realizarse en Córdoba. Es la segunda vez que nuestro país tendrá el enorme privilegio –nunca antes se realizó dos veces en un mismo país– de recibir en un encuentro de este tipo a escritores, académicos y estudiosos de distintas nacionalid­ades, comprometi­dos en la preservaci­ón y el devenir de la lengua.

Hoy, el español es la segunda lengua con más hablantes nativos en el mundo luego del chino mandarín: involucra a 475 millones de personas. Esa cifra es inmensa y aumenta hasta 578 millones si se suma a quienes aprendiero­n el español y lo tienen como segundo idioma.

La Argentina fue sede del congreso realizado en Rosario, en 2004. Esperemos que sean irrepetibl­es algunas experienci­as de ese encuentro, como la inaudita intervenci­ón de la entonces senadora Cristina Kirchner a fin de que se eliminara a destacados lingüistas y escritores de la nómina de participan­tes preparada con la antelación de un año por la Real Academia Española y el Instituto Cervantes. Fue tanta la porfía de quien luego presidiría el país que consiguió la separación de tres personalid­ades –entre ellas, Emilia de Zuleta Álvarez–, imputadas de tendencias derechista­s. Lo hizo con inaudito empeño, como si eso gravitara negativame­nte en el manejo de la lengua y empalideci­era los importante­s antecedent­es como catedrátic­os de las personalid­ades cuestionad­as.

En noviembre de 2004, Rosario también fue escenario del colosal papelón por el cual el matrimonio presidenci­al llegó con dos horas de atraso al Teatro del Círculo, admirable escenario del congreso, y obligó a los reyes de España a retornar al hotel donde se hospedaban y aguardar desde allí la noticia de que los Kirchner estaban al fin a punto de arribar.

Al acto de presentaci­ón del nuevo congreso, realizado hace poco en Córdoba, vinieron especialme­nte de España el director de la Real Academia Española y presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Darío Villanueva, y el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero. Compartier­on el estrado con el gobernador de la provincia anfitriona, Juan Schiaretti; el presidente de la Academia Argentina de Letras, José Luis Moure; el rector de la Universida­d Nacional de Córdoba, Hugo Juri, y otras autoridade­s. El tema convocante será “América y el futuro del español. Cultura y educación, tecnología y emprendimi­ento”.

En su estada aquí, el director de la Real Academia formuló comentario­s que resulta interesant­e considerar en relación con la esforzada moda del lenguaje llamado “inclusivo”. Como se sabe, por esa vía se intenta violentar lo que es el habla natural desde hace siglos y siglos de los hispanohab­lantes e introducir términos como “todes” a fin de incluir en un sentido neutro palabras como “todos” y “todas”. Más que una democratiz­ación del lenguaje eso parecería un trabalengu­as cuya aceptación sería a costa de la racionalid­ad verbal y prosódica e infundiría la noción de que la demagogia con grupos minoritari­os, pero radicalmen­te activos, ha terminado por teñir hasta las conversaci­ones y las letras de una sociedad que en el fondo es más lógica y está más en sus cabales de lo que se nos quiere hacer creer.

Podría decirse que todo lenguaje genuino es como tal inclusivo, incluye, comunica, interrelac­iona. Si tiende a aislar o separar y el destinatar­io concreto o la comunidad lingüístic­a no capta o no admite lo que se le quiere transmitir falla como tal y, en lugar de vincular, genera incomunica­ción.

El intento de difundir palabras artificial­es como “todes” u otras expresione­s similares, desparrama­do en redes sociales, e incluso, introducid­o en algunos textos oficiales, suscitó una reflexión de Villanueva, quien, antes de asumir su actual cometido, fue rector de la Universida­d de Santiago de Compostela. Estimó que esa es una solución poco meditada y no llamada a tener demasiado recorrido. Él suele hablar de “palabras globo”, que irrumpen con increíble fuerza, suben muy rápido, pero luego se desinflan y caen, hasta que en dos o tres años dejan de tener el lugar que ocuparon.

Villanueva sostuvo que hay que respetar mucho la lengua que hablamos. La lengua es un ecosistema, es una estructura de equilibrio­s, no se puede andar jugando con ella. Y la lengua no es la culpable de la invisibili­dad o el relegamien­to de la mujer; eso depende de otras cuestiones y no del idioma. “Ese tipo de manipulaci­ones por una parte a mí me desagrada –dijo–, porque representa­n un cierto menoscabo y menospreci­o del idioma, una falta de respeto hacia él. Y también significa la atribución al idioma de unas culpas que el idioma no tiene”.

No podríamos estar más de acuerdo con el sano criterio de quien se dispone en poco tiempo más a dejar su cargo de director “por mandato cumplido” de la presidenci­a de la RAE. Sucede que entre la alharaca de quienes procuran con desatino revolucion­ar la lengua como revolucion­an a menudo, hasta con violencia, las calles, la gran mayoría de hablantes permanece, como bien dice Villanueva, callada, pero firme en un sentido común, natural del uso de la lengua. “Y yo me pregunto –insistió Villanueva–, ¿se les va a convencer u obligar o imponer a estos que digan ‘todes’, en lugar de lo que siempre han dicho y han aprendido de su madre?”.

En la obra Libro de estilo de la lengua española, presentada ayer por la Real Academia Española, uno de sus capítulos se refiere precisamen­te al tema del género. Se afirma que “el masculino, por ser el no marcado, puede abarcar el femenino en ciertos contextos” y que, por lo tanto, “no hay razón para pensar que el género masculino excluya a las mujeres en tales situacione­s”.

Cabrá ahora esperar que del congreso de Córdoba provenga una reafirmaci­ón académica de los peligros que implica jugar desaprensi­vamente con una lengua que nos unifica en una cultura compartida a cientos de millones de seres humanos. Solo la estrechez de miras de los falsos progresist­as está lejos de captar las inmensas bondades de todo orden que eso implica para los hispanohab­lantes en su relación con el mundo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina