LA NACION

Es la falta de educación, no el fútbol

- Manuel Álvarez-Trongé Presidente de Educar 2050 y secretario general de Reduca

La vergonzosa conducta argentina en la final de la Copa Libertador­es presenta un aspecto positivo que vale la pena resaltar: nos ha mostrado a las claras que nuestro problema central es la falta de educación. Es que la causa de este bochorno no es un tema puntual producto de un grupo de inadaptado­s que rodea el fútbol. El problema es bastante más que eso. Está protagoniz­ado por una sociedad que modificó sus conductas para permitir la barbarie.

Habernos acostumbra­do a los partidos de fútbol sin los aficionado­s del equipo visitante, habernos adaptado alas piedras, alas corridas y a la violencia que se hace presente todos los fines de semana en un partido de primera o segunda( o incluso,loquees más grave, en los partidos de infantiles donde los padres convierten las canchas en escenario de peleas y griteríos infartante­s), son señales del nivel de brutalidad al que hemos descendido. Y allí es donde está el problema: los argentinos todos convivimos con la mala educación sin advertir que esta es la causa principal de nuestros males. Pero lo ocurrido en el fútbol ha tenido tanta visibilida­d que, sin quererlo, puede convertirs­e en una magnífica oportunida­d para despabilar a una sociedad anestesiad­a.

El desafío es simple: ¿por qué no partir de este papelón internacio­nal para demandar en serio una mejora de nuestra educación? ¿Por qué no aprovecham­os lo ocurrido para reclamar por el derecho constituci­onal de aprender de nuestras niñas, niños y jóvenes?

Para ello debemos exigir un plan estratégic­o integral que asegure la formación cabal de nuestro capital humano que incluye el aprendizaj­e de valores y comportami­ento social. Este no es un sueño. Es un deber. Y es un deber del Estado y un derecho humano de los alumnos cualquiera que sea el lugar donde viven o su clase social. Hoy no lo estamos logrando. Más del sesenta por ciento de los jóvenes en edad de terminar la secundaria no logran los saberes mínimos para vivir en sociedad. Este es uno de los motivos centrales por los que ocurren muchos de los episodios como el de la cancha de River. Por eso este objetivo educativo debe ser un reclamo de la sociedad. El plan para lograrlo requerirá mucho esfuerzo e inversión y, por sobre todo, coherencia y voluntad política. Sepámoslo y no seamos hipócritas.

Todos vamos a estar de acuerdo (y más en un año electoral) con la frase: “Necesitamo­s mejor educación”. Veremos fotos emotivas de candidatos con niños y escuelas detrás. Pero necesitamo­s mucho más que eso. Exijamos un plan educativo holístico y moderno que requiere de consensos, de mucho diálogo difícil que no puede postergars­e, de metas, plazos, responsabl­es, financiaci­ón, monitoreo, prioridade­s, tecnología y muchos aspectos más que necesitan de un trabajo profundo. Pero no es una utopía. Hay ejemplos cercanos que nos están brindando países iberoameri­canos. ¿Qué tienen estos países que no tiene la Argentina? ¿Es la soberbia o es la ideología la que nos impide juntarnos a trabajar?

Un plan estratégic­o que apunte al desarrollo del capital humano argentino no es una varita mágica. Se necesita tiempo, seguimient­o y una enorme interconex­ión entre distintos ministerio­s. Unir a los argentinos detrás de un plan educativo nos daría sentido y un propósito de Nación. Aprovechar la vergüenza del fútbol y convertirl­a en la causa de una mejor educación para nuestra sociedad sería el mejor gol de nuestras vidas: el de haber tomado conciencia que la educación debe ser, como la ley lo dice, prioridad nacional.

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