Príncipe incómodo
En términos de prioridades, no debe haber un deseo mayor entre los principales mandatarios del mundo, que aterrizarán en unas horas en la Argentina para participar del G-20, que volver a sus respectivos países sanos y salvos. Seguramente alguna inquietud suplementaria los esté sobrevolando desde que fueron informados de los inquietantes incidentes en River. Pero se relajan al descontar que sus propios equipos de seguridad que traen con ellos los pondrán a resguardo de cualquier imprevisto que los exponga a peligros.
Lo que no está tan claro es qué actitud tomar con el príncipe heredero saudita, al que se lo implica en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, si es que la justicia federal argentina no altera su presencia en el país.
¿Se lo saluda? ¿Se le esquiva la mirada? ¿Se busca la otra punta del salón para evitar quedar a su lado en la foto oficial? ¿Se le hace directamente bullying?
Un dilema que se intensificó el domingo, cuando el rey emérito de España, Juan Carlos, no tuvo mejor idea que estrechar la mano de Mohammed ben Salman durante el Gran Premio de Fórmula 1 en Abu Dhabi. La prensa española y parte de la dirigencia política lo masacraron. ¿Mirarán para otro lado cuando se crucen con él en Buenos Aires?