LA NACION

Pareto, la médica y judoca que le apunta a Tokio 2020

Médica y judoca, pelea contra atletas 10 años más jóvenes y... suele ganar; se prepara para Tokio 2020; 6 torneos y 5 podios durante 2018

- Germán Leza

Pelea contra atletas 10 años más jóvenes que ella. Es médica. Ayer hizo una guardia y durmió poco. Llegó a las 6 de la mañana después de ganar la medalla de bronce en el torneo de Abu Dhabi y se fue directo al hospital de San Isidro. Así es un día en la vida de Paula Pareto. Estudia donde puede. Estudia, por ejemplo, en un campus en Japón, en el medio de judoguis (la indumentar­ia que utilizan los judocas) que están colgados para que se sequen después de molerse a palos con atletas incluso de más peso que ella. Todas le quieren ganar a la campeona olímpica. Los hombres, también. A pesar de que algunos de ellos la duplican en kilos. Más de una vez hubo que advertirle­s que no se olvide de eso. “¡No se dan cuenta que peso 50kg!” se ríe Pareto. Pero Paula sabe caer.

Estructura­da y meticulosa, Pareto ya piensa en Tokio 2020 desde el día después de ganar la medalla de oro en Río. En el segundo semestre de 2016 arrancó su primer año de residencia de traumatolo­gía en el hospital de San Isidro. Era el año más difícil, el que le insumía más horas. Todo lo tiene bien pensado junto a su entrenador­a Laura Martinel. Al siguiente año empezó a intensific­ar sus entrenamie­ntos. Y en 2018, cuando comenzó con el tercer año de residencia, aceleró otra marcha y ya compitió en seis torneos. ¿Cómo logra combinar todo? Gracias a los días de vacaciones que tiene en el hospital. Los usa para viajar a los torneos. Por eso, después de la medalla de oro de Río 2016, Paula decidió quedarse unos días en Brasil para descansar. Ahora se prepara para Tokio 2020. Sus números de este año son excelentes: seis torneos, cinco podios. Y cuando no estuvo entre las tres mejores fue séptima y en un certamen altamente competitiv­o (Gran Prix de Budapest, en agosto pasado).

Va otra vez, por las dudas: es médica, está haciendo la residencia en traumatolo­gía, cuatro veces por semana asiste al hospital de San Isidro de 7 a 15 y está en el mejor nivel del judo mundial. Después del hospital, cumple doble turno de entrenamie­nto. Primero, gimnasio, y luego judo. Lo ideal es que sea al revés, pero por sus horarios del hospital no puede. Lo ideal, también es que duerma algo entre turno y turno. “Pero lo ideal en mi caso se fue al pasto. Ya no existe, pobre”, reflexiona Paula con una sonrisa. El pobre es su cuerpo.

Después, a dormir algo y de vuelta al hospital. A veces la reconocen. Otras, le pasan cosas increíbles como la siguiente. Fue algo así: “Vos sos igual a la judoca que es médica y te llamás igual”, le dice una paciente. Responde Pareto: “Es que soy yo, señora”. Replica la señora: “No, no sos vos”. Insiste, respetuosa: “Sí, soy yo”. “No, no sos”, dialoga incrédula la paciente de Paula. Y se va sin creerle a la doctora y campeona olímpica.

“Estos tres meses fueron una carnicería”, describe Paula. Conviene repasar el rally que menciona. En agosto viajó a Hungría, luego se fue a Japón a entrenarse en uno de los clubes que genera las mejores judocas del mundo. Luego viajó a Azerbaiján (en Bakú, fue medalla de bronce en la Copa del Mundo senior). Volvió a Buenos Aires. Se quedó una semana que coincidió con los Juegos Olímpicos de la Juventud y desfiló por todas las sedes como “atleta modelo”. Poco pudo descansar. A la semana de encender el pebetero, ganaba el Grand Prix de Cancún (México). Y 16 días después lograba la medalla de bronce en Abu Dhabi.

“Ahora tengo una contractur­a que hace cuatro días que no duermo”, le confiesa a la nacion. ¿Por qué tanto esfuerzo? Para sumar puntos y clasificar­se a los Juegos Olímpicos lo antes posible. El mismo plan la llevó a ser campeona olímpica en Río de Janeiro. Por ahora, está segunda en el ranking olímpico y cuarta en el mundial. El año que viene, después de junio, será otra etapa de fuerte trajín para Pareto. Comienzan los torneos puntuables para el ranking olímpico. Lo ideal es sellar la clasificac­ión en ese tramo. No es sencillo y ella lo sabe.

Porque Paula ya tiene 32 años. La Peque es una de las más experiment­adas de su categoría (hasta 48kg). Y los castigos de tantos combates los compensa con su experienci­a. “Sabés cómo medir tu cuerpo. Tal vez, antes iba, iba e iba. Ahora ya sé qué me puede llegar a lesionar, qué es lo que tengo que hacer y qué es lo que no tengo que hacer. Antes no lo regulaba tanto. Es relax y conocimien­to del cuerpo”, analiza la Peque, que combate –vale recalcarlo– con rivales 10 años menores que ella.

“Cada competenci­a puede ser la última y eso es lo que me da más pilas a la hora de competir”, responde sobre su futuro. Y reflexiona: “En 2013 y 2014 me lo tomaba con una presión extra. Empecé a no disfrutar. Se vio mucho en los resultados y no la pasaba bien. Hoy si bien estoy cansada, me digo «disfrutalo»”. Con esa filosofía, compitió y muy bien este año, y así viajará a su próximo desafío que será en diciembre en el Masters de Guangzhou, en China (reúne a las mejores del mundo). “En mi vida gané mucho más de lo que imaginé –evalúa la Peque–. Ahora no me lo tomo con presión, sino con tranquilid­ad”. Eso sí, por si queda alguna duda, aclara: “Pero a la hora de competir no me gusta perder ni a las bolitas”, y lanza una carcajada. Una Pareto auténtica: descontrac­turada y disfrutand­o en su madurez.

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Santiago Filipuzzi “Cada competenci­a puede ser la última”, reflexiona pareto, a los 32 años

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