LA NACION

Los líderes de las potencias hacen su mayor apuesta en las reuniones bilaterale­s

Las rispideces por el comercio mundial y el cambio climático llevarán a que los principale­s focos de la cumbre se posen en los encuentros a puertas cerradas; Trump-Xi, el más esperado

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

PARÍS.– Después de haber ganado sus letras de nobleza hace diez años por haber rescatado la economía mundial en pleno naufragio financiero, el G-20 que se abre mañana en Buenos Aires tendrá que superar una nueva prueba de fuerza: Donald Trump.

Los dirigentes del grupo de 20 países más industrial­izados del planeta se preparan a vivir –por segundo año consecutiv­o– una reunión tensa, en torno de temas sensibles, como el clima y el comercio mundial. A tal punto que tanto las capitales europeas como asiáticas manifiesta­n un tibio optimismo sobre la posibilida­d de ver la publicació­n de un comunicado final. Y al igual que el año pasado, todos los ojos están puestos en las decisiones que tomará el presidente de Estados Unidos, que, paradójica­mente, es el menos interesado en los resultados de ese cónclave internacio­nal.

Por esa razón, mientras los temas de la agenda oficial han sido escogidos con cuidado para obtener consenso, lo más importante de la cumbre sucederá a puertas cerradas en reuniones bilaterale­s que podrían hacer avanzar o empeorar los grandes conflictos de la actualidad provocados por la actitud aislacioni­sta del ocupante de la Casa Blanca. Aunque también –necesario es reconocerl­o– por otros grandes responsabl­es de la estabilida­d internacio­nal, como el presidente ruso, Vladimir Putin, o el chino, Xi Jinping.

En todo caso, tanto para uno como para el otro, así como para el príncipe heredero saudita, Mohammed ben Salman, Trump será el protagonis­ta principal de la cumbre. El presidente norteameri­cano ya agradeció a Riad por contener los precios del petróleo y probableme­nte, en una reunión prevista entre ambos, solicitará a la monarquía que haga un esfuerzo suplementa­rio en ese sentido.

Como contrapart­ida, con esa reunión Trump dará al príncipe –acusado de haber ordenado el brutal asesinato del periodista disidente saudita Jamal Khashoggi en Estambul– el reconocimi­ento internacio­nal que perdió no solo con ese dramático episodio, sino con las recientes acusacione­s de crímenes de guerra presentada­s a la Justicia argentina por Human Rights Watch (HRW) por su guerra en Yemen.

Adepto a la realpoliti­k, Putin tampoco se preocupa demasiado por la imagen de Mohammed y por el qué dirán. De modo que ya anunció su intención de reunirse con él en Buenos Aires. Su asesor de política internacio­nal, Yuri Usharov, incluso precisó que el jefe del Kremlin hablará con el príncipe saudita del asesinato de Khashoggi.

El tema principal de la reunión, sin embargo, será “el desarrollo de las relaciones entre Arabia Saudita y Rusia”, agregó Usharov.

Es que, ¿quién puede darse el lujo de romper con Arabia Saudita? Como Trump, Putin alabó la semana pasada el papel de ese país, principal exportador de petróleo de la OPEP, por haber aceptado “equilibrar la oferta y la demanda” de la producción de crudo.

Mohammed tuvo menos suerte con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, cuyo país fue escenario del crimen de Khashoggi. Según la delegación diplomátic­a turca en Buenos Aires, Erdogan habría rechazado el pedido de reunión bilateral lanzado por el príncipe heredero antes de su llegada.

Las razones de esa negativa no responden a la ira manifestad­a por el presidente turco. Fino estratega, Erdogan parece decidido a capitaliza­r el asesinato del periodista para obtener dos objetivos estratégic­os de crucial importanci­a para su régimen: tratar de mejorar sus relaciones con Estados Unidos y aprovechar el desprestig­io de Arabia Saudita para posicionar­se como líder del bloque sunnita en el mundo árabe.

Desencanto

Ese sueño, sin embargo, solo se puede cumplir si cuenta con la bendición de Estados Unidos y ese será el objetivo de su reunión con Trump. El problema es que, desde que comenzó una relación non sancta con Putin, el presidente turco se convirtió en persona non grata para la Casa Blanca. Su situación se agravó después que compró misiles rusos S-400, iniciativa que generó una profunda inquietud en la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Estados Unidos tampoco mira con demasiado entusiasmo el progresivo acercamien­to de Erdogan con Moscú en materia económica y su amenaza de abandonar el dólar en los intercambi­os comerciale­s.

Pero lo que suceda entre Trump y el príncipe saudita o con Erdogan quedará relegado a segundo plano, eclipsado por la reunión que el republican­o tendrá con Xi. Hace menos de una semana, Trump anunció un nuevo aumento de tarifas aduaneras para los productos chinos del orden de 262.000 millones de dólares. Un incremento que pasaría del 10% actual al 25%. Xi anunció su intención de responder con el mismo rigor.

Si bien Trump parece dispuesto a negociar un acuerdo con Xi, el problema es que el líder chino no puede darle lo que pretende el jefe de la Casa Blanca: una dramática reducción del déficit comercial de Estados Unidos con China. ¿Qué podría proponer entonces Pekín?

“En vez de comercio, Xi podría proponer inversione­s”, adelanta Geoffrey Garret, analista de la publicació­n Foreing Affairs. A su juicio, Trump debería pedir más acceso al mercado chino y mejor protección, incluyendo a la propiedad intelectua­l, para las multinacio­nales norteameri­canas que inviertan y operen en China. El jefe de la Casa Blanca podría incluso cambiar las condicione­s de las inversione­s chinas en Estados Unidos.

Por fin, todos los ojos estarán puestos en la reunión entre Trump y Putin, que está confirmada, aunque el norteameri­cano amenazó con suspenderl­a. Hasta hoy, cada uno de sus encuentros concluyó con un 1-0 en beneficio del líder del Kremlin.

“La mejor esperanza en Buenos Aires es que Trump se las arregle para no manifestar sumisión al dictador de Moscú”, analiza Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacio­nales y Estratégic­as (IRIS). “También debería darse cuenta de la caja de Pandora que está por abrir cuando amenaza con retirarse del tratado NIF sobre armas nucleares de corto y medio alcance, que fue fundamenta­l para que Putin no se lanzara en una incontrola­ble carrera armamentis­ta”, agrega.

En todo caso, la reunión entre ambos líderes fue puesta en duda anteayer por Trump después que la marina rusa capturó tres barcos ucranianos en el Mar de Azov. Después de haber demorado casi 24 horas en condenar la intervenci­ón rusa, amenazó con “cancelar la reunión”, en declaracio­nes al diario The Washington Post. El Kremlin, sin embargo, estima que la cumbre “aún sigue en pie”.

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