LA NACION

Donald Trump. Apremiado por riesgos y el desafío chino

El magnate intentará sellar la paz con Pekín en plena guerra comercial

- Rafael Mathus Ruiz

Donald Trump pisará hoy por primera vez la Argentina –y América Latina– como presidente de Estados Unidos para participar de la Cumbre del G-20, que lo espera con un puñado de riesgos y un desafío concreto: validar su promociona­da chapa de negociador para cerrar un acuerdo con el presidente de China, Xi Jinping, que aleje los temores desatados por la guerra comercial que abrió con Pekín.

Poco afecto a los viajes y a las cumbres de líderes, y con una visión transaccio­nal de la política exterior, Trump llegará a Buenos Aires con el foco puesto en sus encuentros bilaterale­s con otros mandatario­s, más que en la reunión del G-20.

El encuentro con Xi, una cena de trabajo el sábado a la tarde, será el principal foco de atención de la visita de 48 horas de Trump al país. Además de los encuentros de la cumbre, Trump mantendrá reuniones bilaterale­s con el presidente Mauricio Macri; el presidente de Rusia, Vladimir Putin –la cual amenazó con suspender por una nueva agresión del Kremlin a Ucrania–; el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y la canciller alemana, Angela Merkel, una “globalista” con la que Trump chocó en varias oportunida­des.

El jefe de la Casa Blanca trae un desafío implícito a la cumbre: intentar dejar Buenos Aires sin sufrir un daño en su imagen y quedar tapado por las críticas, tal como ocurrió cada vez que viajó a uno de estos encuentros.

Trump pasó las últimas horas en Washington con su mente lejos del G-20. Cargó en Twitter contra la automotriz General Motors por el despido de 15.000 empleados; la investigac­ión del fiscal especial, Robert Mueller, por el Rusiagate, y en un frenesí de retuits de cuentas de devotos seguidores con mensajes en contra de Hillary Clinton y la prensa.

La Cumbre del G-20 en Buenos Aires ofrecerá una inédita confrontac­ión entre “globalista­s” y “nacionalis­tas”, que pondrá a prueba la solidez del foro como punto de referencia de la arquitectu­ra global. Trump, un mandatario que descree de los beneficios del multilater­alismo y ha buscado replegar a Estados Unidos de la ingeniería multilater­al de gobierno global ensamblada desde la posguerra, pondrá el foco en sus encuentros bilaterale­s, más que en los objetivos de la cumbre.

Esas reuniones le presentan a Trump riesgos y desafíos. El más importante es su cena con Xi. Tanto Washington como Pekín mostraron optimismo en la posibilida­d de que el encuentro marque un quiebre en la guerra comercial entre ambas potencias. Pero antes de viajar a la Argentina, Trump renovó sus amenazas de ampliar los aranceles a China, y su principal asesor económico, Larry Kudlow, dejó en claro que “ciertas condicione­s respecto de equidad y reciprocid­ad” debían cumplirse para llegar a un acuerdo. Los mercados aguardan con ansiedad el resultado de ese encuentro.

“Queremos un mundo, idealmente, de cero aranceles, cero barreras no arancelari­as y cero subsidios”, dijo Kudlow, cuya visión, con todo, guarda matices de diferencia con la de su jefe.

Trump también tenía previsto participar de la firma del nuevo acuerdo comercial entre Estados Unidos, México y Canadá, pero la presencia de los mandatario­s quedó en duda en las últimas horas.

El magnate tendrá también un encuentro de alto voltaje con el presidente de Rusia, Vladimir Putin. La única bilateral que mantuviero­n fue su encuentro en Helsinki, del cual el magnate salió tapado de críticas porque evitó confrontar con Putin en público por la injerencia del Kremlin en la campaña presidenci­al de Estados Unidos que lo llevó a la Casa Blanca.

Pero quizá la situación más complicada para Trump sea la presencia del príncipe heredero de la monarquía saudita, Mohammed ben Salman. Además de haber sido acusado por la CIA de haber mandado a matar al periodista disidente Jamal Khashoggi, Mohammed fue denunciado por la organizaci­ón de derechos humanos Human Rights Watch ante la Justicia argentina por crímenes de guerra en Yemen.

Trump dijo que estaba dispuesto a reunirse con el príncipe en Buenos Aires, un encuentro que, de concretars­e, lo expondría a una ola de repudio político en Washington y entre sus socios occidental­es.

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