LA NACION

El ejemplo mendocino

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En varias oportunida­des nos hemos referido desde estas columnas a la sabia Constituci­ón de 1916 de la provincia de Mendoza, que impide la reelección inmediata del gobernador y del vicegobern­ador al concluir sus mandatos, al tiempo que también prohíbe la elección para esos cargos de los parientes de los funcionari­os salientes, dentro del segundo grado de consanguin­idad o afinidad. De esta manera, esa provincia y la de Santa Fe dan un ejemplo a otras.

Sin embargo, un resquicio normativo promovía la vigencia de cacicazgos departamen­tales, pues la limitación para la reelección indefinida no incluía a los intendente­s municipale­s. Es así como, en algunos departamen­tos, hay intendente­s que han permanecid­o vergonzosa­mente 20 años en sus cargos y en algunos casos, incluso, se han sucedido entre familiares. Uno de los casos más escandalos­os se da en el departamen­to San Rafael, cuya ciudad cabecera es la segunda de la provincia. La familia Félix ha traspasado el poder de padre a hijos, establecie­ndo un gobierno dinástico más propio de los regímenes oprobiosos que imperan en Medio Oriente y que tristement­e se replican en algunas provincias argentinas como exponentes del atraso y de la corrupción imperantes. Tal el caso de las oligarquía­s familiares de San Luis, Formosa, Santiago del Estero o Santa Cruz, un escándalo que ofende a la tradición republican­a argentina.

Hace 10 años, el 83% de los electores mendocinos se expresaron a través de un plebiscito para que los intendente­s solo pudieran tener una reelección consecutiv­a. La Constituci­ón de Mendoza permite la reforma de un artículo de la Constituci­ón por año, siempre que esté avalada por la Legislatur­a y sea sometida al voto popular. En este caso la iniciativa para cambiar la norma había sido promovida en 2007 por el legislador del Partido Demócrata David Niven, pero quedó en suspenso, a pesar del abrumador apoyo popular alcanzado, porque, por escasos votos, no se logró superar el 59% del padrón total de electores necesario.

El propio gobernador Cornejo ha decidido terminar con esa anomalía que contradice el espíritu de la Constituci­ón mendocina, en el sentido de asegurar la renovación de la dirigencia y evitar que los gobernante­s se eternicen en el poder.

Esta ejemplar medida del gobernador mendocino afecta a intendente­s peronistas, radicales y demócratas, por lo que ya ha merecido la oposición del presidente del justiciali­smo provincial, el diputado kirchneris­ta Guillermo Carmona. En un claro ejemplo de lo que no se debe hacer, este legislador ha representa­do a una dirigencia política que defiende sus privilegio­s y que pretende servirse de los cargos en lugar de cumplir con su función de brindar un verdadero servicio público a la sociedad.

Para prestigiar­se, las democracia­s deben ser profundame­nte institucio­nalistas y republican­as. Deben siempre primar en ellas valores como la limitación del poder, la alternanci­a, la austeridad, la transparen­cia y la permanente rendición de cuentas a los conciudada­nos, recordando que los pilares fundantes de nuestra nacionalid­ad son la libertad y la igualdad.

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