LA NACION

Julia Zenko

En la sala Caras y Caretas, mañana presenta Nosotras, su último disco, que solo incluye obras de cantautora­s contemporá­neas

- Texto Norberto Chab | Foto Alejandro Guyot

su disco nosotras, sus secretos familiares y la superación de un cáncer de mama

Nosotras, el concierto que presentará Julia Zenko mañana, en Caras y Caretas 2037, además del hecho artístico significa una toma de posición desde el título. Solidaria con sus pares, participat­iva (“sin fanatismos”) de causas que implican la reivindica­ción de los derechos de la mujer, no precisó de leyes ni de normas para incluir en su repertorio la obra de compositor­as y compañeras de ruta como Fabiana Cantilo, Silvina Garré, Teresa Parodi, Eladia Blázquez, Marilina Ross, Hilda Lizarazu, Gachi Leibovich y Celeste Carballo, entre otras. “Quiero seguir comprometi­éndome más con las causas justas. Defender los derechos de las mujeres. Seguir insistiend­o con la aceptación de la diversidad. Es un momento histórico que me toca vivir y lo quiero aprovechar”, detalla Zenko visceralme­nte, despojada de divismos que no cultiva o de artificial­idades verbales políticame­nte correctas. Sobre el escenario tendrá invitados como Teresa Parodi, Ligia Piro, Fabiana Cantilo, Amores Tangos y Juan Pablo Zenko.

–¿Cómo apareció tu voluntad por compartir, ya sea el escenario o los discos?

–El ejemplo más claro fue Mercedes (Sosa). Ella nos mostró un camino para juntarnos. Siempre me gustó estar con la gente: tengo muchas amigas que ideológica­mente y hasta por el repertorio que elegimos somos distintas. Pero hay algo más importante, que tiene que ver con la sensibilid­ad, la generosida­d y el deseo de compartir el escenario.

–¿Cuál fue el consejo o el momento determinan­te en que alguien te decidió a seguir esta carrera?

–El primer recuerdo que tengo es en séptimo grado. Estábamos preparando la canción de despedida para el acto de fin de año. La maestra de música –la señorita Clarita– pidió: “Los que cantan más lindo se ponen bien adelante”. Todos mis compañerit­os insistiero­n en “que Julia vaya adelante, que es la que canta más lindo”. Yo tenía 11 o 12 años y era retímida, introverti­da. Pero me dije que algo pasaba, y que quería cantar. A partir de ahí empecé a estudiar. Por suerte, mis viejos me apoyaron mucho. Ya en la secundaria, la profesora de Historia me propuso formar parte de un grupo con sus hijos. Así nació mi primera experienci­a ante el público: el trío Sol y sus Amigos.

–Decís que tus padres te apoyaron. ¿Eran tus influencia­s?

–Mis viejos eran dos actores tremendos. Había mucha música en casa, iban muy seguido al cine. Yo los miraba y quería ser actriz. La influencia artística viene del lado de mi viejo. Su padre era actor aficionado. No lo conocí. Cuando nací, él ya no estaba. Una lástima: no se hablaba mucho de mi abuelo paterno. En realidad, no se hablaba de muchas cosas. Vengo de un hogar con muchos secretos.

–Ahora los estás revelando. ¿Cómo cuáles?

–Yo era una nena muy curiosa y preguntaba. Me intrigaba que a mi viejo todo el mundo lo llamaba Roberto, pero firmaba los boletines “I. Trzenko”. Hasta que le pregunté. Me contestó: “Te voy a decir la verdad: yo me llamo Israel. Pero como de chiquito me cargaban, preferí cambiarme el nombre”. En los últimos años, en la familia lo empezamos a llamar Israel, para devolverle la identidad. Otro ejemplo: los padres de mi mamá estaban separados. Cuando nací, mi abuela estaba casada con otro hombre llamado David Mairovicz. Mi mamá firmaba “Paulina H. de Trzenko”. Un día le pregunto por qué “H.” y no “M.”. Entonces me enteré de que mi abuelo David, a quien yo adoraba, que me marcó el amor, y me sacaba a pasear o me regalaba chicles o caramelos, no era mi abuelo biológico. Mi verdadero abuelo vivía en Brasil, adonde empecé a viajar cuando tenía 2 o 3 años para visitarlo. Lo tenía como un tío. La separación de mi abuela era un secreto. Mi papá y mi mamá me ocultaron muchos.

–¿Cómo influyeron esos secretos en tu vida adulta?

–Fui una piba muy tímida, con muchos miedos e insegurida­des que siguieron a través de los años. Y cuando miro hacia atrás me doy cuenta de que este laburo –cantar, actuar– me hace muy feliz. No hace mucho descubrí que este es mi lugar. En el escenario, lo que me devuelve la gente me hace tanto bien que quiero seguir ahí. No lo sufro. Tengo algunos recuerdos de cuando cantaba en un grupo llamado Amalgama: los hombres me miraban, la gente me prestaba atención. Allí se formó ese pensamient­o de “acá arriba lo paso bien, abajo…más o menos”. Me gusta estar en el escenario. Estoy destinada a vivir emociones y poder darles a los demás eso que me pasa a mí.

–¿El escenario es sanador?

–Sí. Pero también lo sufro. Hace tres años empecé a tener ataques de pánico. Me operé de un cáncer de mamá [N.R.: enfatiza el acento agudo]. Antes de que me lo detectaran, había partido mi mamá. Pasé una etapa de profunda tristeza. Cuando empecé a analizar el motivo, me di cuenta de que mi vieja se murió en los brazos de mi hermano Juan, y que pude sentir el sonido de su último suspiro. Un sonido que cada tanto vuelve. A partir de allí cuando daba entrevista­s me daba taquicardi­a. Sentía que me moría, que no iba a poder cantar. Con el tiempo lo controlé. Pero me sirvió para darme cuenta de los miedos que tengo desde chiquita. No me gusta estar en lugares con muchedumbr­e porque me ahogo. ¡No estuve en la despedida de Sui Generis por eso! Tomé conciencia de que soy fóbica a algunas cosas.

–¿Cómo estás ahora de ese cáncer? –Estoy Todo empezó sana, aunque a fines de sigo 2014, el tratamient­o. cuando me separé de mi última pareja. También fue un golpe fuerte, porque pensé que iba a ser el último. A los seis meses mur ió mi mamá y, al año, se me declaró el cáncer de mama. ¡2015 fue muy difícil!

–¿Hubo algún momento de tu carreejar ra en que sentiste que querías dejar todo?

–Eso solo me pasó en 1995. Había salido Sin me rótulos, afianzaba un en disco el eclecticis­mo,en un hermoso, en el que año donde las radios no pasaban muaron cha música nacional. Lo encajonaro­n y pero entré llegaba en un a bajón. mi casa Seguía y me preguntaba laburando para qué seguir. Tenía trabajo pero no me difundían. Fue un momento muy difícil. Entonces apareció Lito Vitale y me ayudó a salir de ese pozo. Al poco tiemra po me llamó Alejandro Dolina para hacer Lo que me costó el amor de Laura, un disco y una obra teatral con canciones que él había compuesto. Conocía Hopuso racio Ferrer. Y, poco después, propuso mi nombre para grabar la operitaMar­ía de Buenos Aires, con Gidon Kremer, en Alemania. En 1997 viajé para grabar y mi vida hizo un vuelco personal y profeecé sional. Me sentí revaloriza­da, empece a girar por todo el mundo y a tener mucho trabajo. Nunca más me pregunté s i valía la pena seguir.

–Y eso que no sos una cantantede hits. ¿Elección propia o las circunstan­cias?

–Nunca elegí una canción pensando en que iba a vender discos. Soy una intérretar prete que busca su forma de interpreta­r las canciones que elige.

–¿Y cómo escogés el repertorio?

–Tardo mucho en elegirlo, porque no me atrapa cualquier texto. Lo primero que me atrae es la historia, la for ma de estar escrita. Si viene con una música que me emociona, bingo: esa va. Si no me pasa nada con la música la des carto. Y si es una música maravillos­a, per o con cuatro versos que no me represente­n, la dejo.

–¿Por qué no escribís?

“Estoy destinada a vivir emociones y poder darles a los demás eso”

“Vengo de un hogar con muchos secretos”

“Antes de que me detectaran el cáncer de mama había partido mi mamá”

–Tengo muchos cuadernos. Me los regalan mis amigas compositor­as. Como Gabriela Torres, que en mi último cumpleaños me puso un cuaderno y una birome en la mano y me conminó a que empezara a escribir mis propias canciones. Soy muy autocrític­a. Quizá pueda escribir algo en un momento especial… Cuando partió mi abuelo no biológico le escribí algo, pero lo rompí. Hasta hoy me arrepiento. Pero desde hace poco hay algo dentro de mí que me motiva a escribir. No sé si será un libro, o parte de mi historia familiar.

–¿Y por qué no cantás en idish?

–¡Uy, Andrea Tenuta siempre me insiste con lo mismo! Porque me trae sensacione­s no siempre demasiado agradables. Cuando mis viejos no querían que yo me enterara de algo, hablaban en idish. Además, viví un episodio de adolescent­e que me marcó profundame­nte. Estaba coqueteand­o con un muchacho caminando por la calle; nos estábamos conociendo. Me preguntó mi apellido. “Me llamo Julia Nora Sara Trzenko”, le dije. Hubo un silencio muy incómodo. Me señaló: “Ahhh…¿pero vos sos judía?” “Sí”, le respondí. “¿Y por qué no me lo dijiste?”, reaccionó. Me dejó muy mal: ¿acaso tengo que andar con un cartel? Ojo, que voy a una fiesta de la colectivid­ad y me muero de amor. ¡Soy “remoishe”! Pero no me gusta el fanatismo. Y grabar en idish solo para que la colectivid­ad se ponga contenta, no es mi elección.

–¿Padeciste abusos en tu carrera? ¿Te cruzaste con algún Harvey Weinstein?

–Nunca, por suerte. En algún momento de alguna relación de pareja me sentí sometida verbalment­e, maltratada. Claro que eso recién puedo entenderlo ahora, para saber cómo detectarlo a tiempo. Aclaro que no era ninguno de los padres de mis hijas.

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