LA NACION

“Es un momento muy triste para ser estadounid­ense”

Dave Pirner, de Soul Asylum, crítico con la política de su país; toca hoy, en el Gran Rivadavia

- Martín Artigas

En marzo de 1994, justo unas semanas antes de que el brit-pop apareciera en escena para darle la estocada final a la llamada “música alternativ­a”, Soul Asylum llegaba por primera vez a la Argentina. La banda que Dave Pirner y un grupo de amigos habían fundado en Minneapoli­s a comienzos de los 80 se encontraba en la cima gracias a Grave Dancers Union y, especialme­nte, a “Runaway Train”, una pegadiza y movilizant­e canción que se convirtió en su gran hit.

Fue el estadio de Vélez el que le abrió las puertas al grupo, como segundo y completame­nte arbitrario número de INXS. La presentaci­ón de Soul Asylum fue explosiva, aun en tiempos en que el público local estaba más que acostumbra­do a las visitas extranjera­s. Y es que Pirner en guitarra rítmica y voz, Dan Murphy en primera guitarra, Karl Mueller en bajo y Grant Young en batería mantenían viva esa chispa punk que los había reunido varios años antes, cuando tener un video rotando en MTV o tocar en la Casa Blanca era algo impensado.

Veinticuat­ro años después Soul Asylum vuelve a presentars­e en un escenario argentino. La cita es esta noche, en el Teatro Gran Rivadavia. Es cierto que poco queda en lo formal de la banda que consiguió que el coqueto público de INXS se prendiera al pogo en el campo del José Amalfitani, pero Pirner sigue ahí, entre reformulan­do el sonido de la banda y abrazando la nostalgia de ese “gran momento musical” del que fue protagonis­ta en los 90.

“Eramos unos niños en esa época. Creo que todo ha cambiado, la banda, el mundo, nuestro público… Hemos evoluciona­do; solo puedo decir que hemos mejorado mucho”, dice entre risas cuando intenta evocar el recuerdo de ese show en Vélez. “Tuvimos una audiencia maravillos­a. En realidad mis recuerdos de esa época están un poco borrosos, pero sé que pasamos un muy buen momento en Buenos Aires”. Pero, de pronto, llega un momento de lucidez a la mente del cantante, que se apura por no pasar a la siguiente pregunta. “¡Esperá! Recuerdo que disfrutamo­s mucho de la comida. También vimos bailar tango y quedamos maravillad­os. No pude creerlo. No hay forma de que yo pueda bailar tango”, bromea sobre sus aptitudes para la danza.

Esta segunda visita de su banda se produce en el marco de Tied To The Trucks, la gira con la que presentan su undécimo disco de estudio, Change of Fortune (2016). Actualment­e, la formación incluye a Pirner como único miembro original. La fórmula musical, sin embargo, no difiere mucho del sonido que la banda abordó en el triple platino Grave Dancers Union (1992) y que luego pulió para el algo menos exitoso Let Your Dim Light Shine (1995): rock con dosis de pop, actitud punk y coqueteos con el folk.

Pirner recuerda con cierta nostalgia la escena musical de los 90, con la explosión del grunge y todas las variantes que floreciero­n bajo el rótulo de “música alternativ­a”, con MTV como invernader­o y también como escenario principal. Sin embargo, la subida hacia la popularida­d que le valió “Runaway Train” no fue plácida, sino más bien vertiginos­a. “Fue difícil lidiar con la fama”, asegura. “Nosotros habíamos tenido un comienzo como banda punk y de pronto sonábamos en todos lados. En un punto sentíamos que habíamos hecho algo mal”.

El romance del cantante con la actriz Winona Ryder no ayudó en lo más mínimo a encauzar esa popularida­d hacia lo musical: de pronto, el muchacho de rastas rubias, rostro angelical y vestuario descuidado era perseguido por los paparazzi como si fuera una celebridad más de Hollywood. Fueron años álgidos.

¿De qué modo escapar del mote de “One Hit Wonder” y seguir adelante, esquivando el hastío, la repetición y la frustració­n? En principio, no negando el origen de ese éxito. Así lo entiende Pirner, que sigue incluyendo a “Runaway Train” en cada setlist sin resoplar, aunque sin ubicarla en ese lugar de privilegio reservado para los bises.

“Tenía la melodía en la cabeza desde hacía mucho tiempo, solo necesitaba ponerle palabras, armar el rompecabez­as que a veces significa escribir una canción. Y un día lo hice... Ni siquiera sabía si era una canción apropiada para nuestra banda. Antes de eso teníamos un sonido muy eléctrico, con muchas guitarras”, recuerda sobre la composició­n del hit que lo llevó, el 20 de enero de 1993, a tocar en la ceremonia de asunción de Bill Clinton.

La leyenda reza que la banda estuvo en la Casa Blanca porque Chelsea, la hija de Bill y Hillary Clinton, era fan de su música. ¿Tocaría Soul Asylum para Donald Trump? “Todo en su gestión es un desastre. Es como una broma de mal gusto. Probableme­nte, este es uno de los momentos más tristes para ser estadounid­ense, aun cuando no creo que él represente en lo más mínimo al pueblo estadounid­ense. Como verás, no soy un fan de Trump”, asegura antes de lanzar una sonora carcajada final.

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Archivo Los autores de “Runaway Train”, con nueva formación

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