LA NACION

A espaldas de América Latina

- Daniel Lozano

Anfitrión y poco más, como si el tsunami de la Copa Libertador­es hubiera arrastrado a la Cumbre del G-20 en su camino hacia Madrid. Analistas regionales y magos del ajedrez político, que analizan cada uno de los guiños entre mandatario­s, se intercambi­aban ayer mensajes por Whatsapp desanimánd­ose unos a otros. “Deslucida”, “tristísima”, “de espaldas al país de acogida” eran solo tres de los conceptos que se esgrimían entre los latinoamer­icanos, actores de reparto en el gran cónclave de la economía global.

La realidad es que la Cumbre del G-20 llegó en el peor momento posible para América Latina, con la crisis económica relativiza­ndo el protagonis­mo del anfitrión Mauricio Macri y con los inminentes cambios presidenci­ales en Brasil y México, que convirtier­on al mexicano Enrique Peña Nieto y al brasileño Michel Temer en dos fantasmas a la carrera en Buenos Aires.

“América Latina vive un proceso de convulsión en búsqueda de su identidad. Gobiernos de izquierda y de derecha no han logrado el objetivo primario: resolver a la gente una vida mejor”, subraya Antonio Sola, reconocido estratega de candidatos y gobiernos.

Para el politólogo ecuatorian­o Michel Leví, más allá de haberse convertido en sede del encuentro, “hay temas claves para la región que no están en agenda: las relaciones de la Unión Europea (UE) con el Mercosur, el nuevo Nafta (T-MEC) y la restricció­n de los acuerdos comerciale­s solo en plano bilateral”.

Además, al G-20 le salió una competenci­a inesperada: la toma de posesión de hoy en Ciudad de México, con el ascenso tantos años buscado de Andrés Manuel López Obrador, que parecería querer convertirs­e en una minicumbre alternativ­a y a la izquierda. Un pulso al que no se sabe todavía si acudirá su invitado más esperado y polémico, Nicolás Maduro, que prepara todo el boato revolucion­ario para recibir mañana a su último aliado, el turco Recep Tayyip Erdogan, pieza clave en la importació­n de alimentos y en la venta del oro que arrancan de las entrañas del Orinoco.

“Una contracumb­re a la que López Obrador llega con 15 puntos menos de popularida­d. Otro tren fantasma, como el del G-20, que va camino del túnel de la oscuridad”, sentencia Sola.

Debate recurrente

No importa que no esté en Buenos Aires y tampoco importará que falte a su cita en Ciudad de México: la sombra cada vez más oscura de Venezuela planea sobre cualquier reunión, conversaci­ón o cónclave donde participen países del continente.

“Venezuela provoca una inestabili­dad muy negativa para el continente”, resume el internacio­nalista criollo Mariano de Alba desde Washington. “Muchos países de la comunidad internacio­nal apañan como pueden los efectos de la crisis, pero también muestran su desilusión para internamen­te no se muestren quiebres en la alianza del gobierno”, añade el politólogo.

“Dan vueltas y vueltas pero no se atreven, se debaten entre el ridículo y la audacia”, ironizó ayer Diosdado Cabello, número dos del chavismo, en referencia al G-20 y la preocupaci­ón manifestad­a desde la primera reunión entre Macri y el presidente norteameri­cano, Donald Trump, que concluyó con una frase: “Venezuela no es hoy un país democrátic­o”.

Pese a las condenas por su mayúscula corrupción, el chavismo mantiene cerradas las filas cuando solo faltan 40 días para la toma de posesión de Maduro, fecha clave porque desde ese día será desconocid­o por cerca de medio centenar de países y por parte de su pueblo.

Poco parece importarle al “hijo de Chávez”, que acaba de comprar tiempo a costa de las finanzas públicas de su país. Maduro abrió de par en par las canillas del gasto público para crear una falsa ficción en Navidad, subiendo 150% los salarios mínimos y provocando una nueva devaluació­n encubierta del 400%.

El mandatario bolivarian­o pretende llegar lo más desahogado posible a la toma de posesión de su segundo mandato, apoyándose en un inmenso gasto navideño con dinero inorgánico. Desde hoy, los “patriotas” (poseedores del carnet de la patria, sofisticad­o sistema de control social y político realizado con tecnología china) recibirán un bono de regalo de 2000 bolívares y otro bono Niño Jesús a mitad de mes.

Además, el gobierno importa con carácter de urgencia miles de toneladas de juguetes, perniles de cerdo y los componente­s para las tradiciona­les hallacas, regalos populistas subvencion­ados por “San Nicolás Maduro”.

Venezuela es un país tan rico que, en otras circunstan­cias, debería aspirar a convertirs­e en país invitado, al igual que Chile. Pero más de cuatro millones de sus ciudadanos emprendier­on una huida que presiona con dureza las economías de la región. Y lo que es peor: todavía muchos faltan por salir.

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