LA NACION

El día de Trump. Fastidios, un pacto histórico y el Rusiagate

En una jornada de humor cambiante, el presidente de EE.UU. volvió a criticar la causa que lo atormenta, sobre la intervenci­ón de Rusia en las elecciones de 2016

- Rafael Mathus Ruiz

Empezó el día de mal talante, descargand­o su furia en Twitter, antes de ser recibido en la Casa Rosada por el presidente Mauricio Macri. Donald Trump, protagonis­ta central de la Cumbre del G-20, cargó de nuevo contra la investigac­ión que lo atormenta, el Rusiagate, a la que llamó, una vez, más una “caza de brujas”.

Llegó tarde a su primera cita del día. Ya en el Salón Blanco de la Casa Rosada, frente a las cámaras, Trump recibió un auricular y un dispositiv­o de traducción de manos de Macri para escuchar la traducción de su mensaje. Mientras Macri hablaba a las cámaras, y le agradecía su fuerte respaldo, Trump miró una y otra vez el aparato y le dio un par de vueltas, como si quisiera comprobar que funcionaba. “Creo que te entendí mejor en tu idioma que en esto. Pero está bien”, dijo, una vez que Macri terminó. Fastidiado, tiró el aparato al piso. Un empleado de la Casa Rosada se movió rápido por el escenario, agachado, para levantarlo. Macri sonrió con las manos tomadas.

De la Casa Rosada, Trump partió al Palacio Duhau para una ceremonia largamente esperada, que le permitió estampar su firma en una de sus principale­s promesas de campaña: la rúbrica del nuevo acuerdo comercial entre Estados Unidos, México y Canadá. Trump llevó a casi toda su delegación a ese acto, en el que se paró entre el presidente de México, Enrique Peña Nieto , y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. Fue un momento histórico. Impensado hace poco, los tres presidente­s intercambi­aron elogios, sonrisas, apretones de manos y buenos deseos tras más de un año de batallas diplomátic­as.

Hubo, eso sí, un momento tenso. Atado por el protocolo, Trump leyó su mensaje, y dejó la mirada perdida y apretó los labios cuando Trudeau, a su lado, volvió a reclamarle una solución para los aranceles al acero y al aluminio que le impuso a México y Canadá, entre otros países.

Trump dejó esa ceremonia y se trasladó a Costa Salguero para el inicio de la Cumbre del G-20. Poco afecto a estos encuentros internacio­nales, pasó de largo delante de Macri antes de que llegaran todos los presidente­s a la foto de familia. Macri lo llamó, pero Trump lo ignoró. Regresó casi al final y eludió un momento incómodo: pasó junto al príncipe heredero saudita, Mohammed ben Salman, y el presidente ruso, Vladimir Putin, sin detenerse. Luego, sin embargo, cruzó “comentario­s en la sesión de líderes” con el príncipe heredero, según un alto funcionari­o de la Casa Blanca.

La amenaza latente del Rusiagate lo distrajo de la cumbre. Trump mandó a su vocera, Sarah Huckabee Sanders, a redoblar la ofensiva. La Justicia le deparó un nuevo dolor de cabeza al magnate antes de volar a Buenos Aires: su exabogado personal, Michael Cohen, se declaró culpable de haberle mentido al Congreso sobre un proyecto inmobiliar­io en Moscú que no se concretó, y aceptó cooperar con el fiscal Especial, Robert Mueller. “La Farsa Caza de Brujas Rusa, que esperemos esté llegando a su fin, está andando muy bien. Desafortun­adamente, probableme­nte socava nuestra relación con Rusia. Sin embargo, la razón de nuestra reunión cancelada es Ucrania”, afirmó la vocera.

Los periodista­s le preguntaro­n por qué había cancelado su encuentro con Putin. “Ucrania, es puramente Ucrania”, respondió Trump.

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Trump, molesto por el auricular, junto a Macri

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