LA NACION

La prensa internacio­nal, aislada de los mandatario­s y sin internet

Mientras en Costa Salguero se realizaban las actividade­s principale­s, a Parque Norte fueron unos pocos funcionari­os locales

- Gabriel Sued

La imagen se repite en loop en la pantalla gigante ubicada en un extremo del área de trabajo de la prensa. En un paisaje arbolado e idílico, la primera dama, Juliana Awada, recibe y saluda, una a una, a las esposas de los mandatario­s que llegaron a la Argentina. En el besamanos femenino, sonríen Melania Trump, Brigitte Macron y Peng Liyuan, la mujer del presidente chino, Xi Jinping. De fondo, un granadero sostiene una bandera argentina.

Durante varias horas, las escenas del encuentro en Villa Ocampo fueron el único contacto que los periodista­s acreditado­s tuvieron con el exterior. Las quejas por las fallas en la señal de internet, presentes durante la mañana, se extendiero­n y subieron de tono hasta convertirs­e en un reclamo generaliza­do, que tensó el clima en el centro internacio­nal de prensa, situado en Parque Norte.

La ausencia de imágenes sobre la discusión plenaria de los mandatario­s, una regla general de todas las cumbres del G-20, y las restriccio­nes para acceder a las conferenci­as en el predio de Costa Salguero, se combinaron para transforma­r al centro de prensa en un búnker aislado en el que las noticias sobre el sismo y los detenidos en la movilizaci­ón sonaban a historias de un país lejano.

El aislamient­o se quebró solo, en parte por las visitas de los funcionari­os argentinos, que se acercaron en varias oportunida­des para insistir en que todo marchaba según lo planeado. Pero ni siquiera esas conferenci­as estuvieron exentas de quejas.

Sin aviso previo, el canciller Jorge Faurie hizo las declaracio­nes más importante­s del día para los medios argentinos en la entrada del centro de prensa, mientras buena parte de los periodista­s mataban su tiempo en el salón comedor, del otro lado del predio.

Le preguntaro­n por el adjetivo del día, “depredador­a”, atribuido a la actividad comercial china en la región, durante el encuentro entre Mauricio Macri y Donald Trump, según el comunicado del gobierno estadounid­ense. “No hemos utilizado o escuchado una palabra en particular”, respondió el canciller, que parecía diminuto rodeado de un enjambre de periodista­s.

A las 15.30 ya no llegaban imágenes de la cumbre al centro de prensa. La pantalla gigante solo mostraba el logo del encuentro y las conferenci­as agendadas para Costa Salguero. Dos de esos encuentros, de funcionari­os de China y Brasil, se habilitaro­n solo para periodista­s de esos países. Menos oportunida­des para salir del aislamient­o.

Una hora antes, unos 200 periodista­s acreditado­s se agolparon frente a la pantalla, como si buscaran una ventana para ver el sol. Querían sentirse más cerca de la acción. El presidente Mauricio Macri recibía a los jefes de Estado participan­tes de la cumbre antes de la foto de familia.

En círculo frente a la pantalla, los comentario­s por lo bajo de idiomas que se mezclaban en el aire se unieron de pronto en una carcajada. Los enviados de todo el mundo celebran a pura risa el saludo con choque de palmas entre el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el príncipe saudita, Mohammed ben Salman.

Conectarse al servicio de internet ya era una misión imposible. Luego de varias horas sin respuesta, los especialis­tas del centro de prensa lanzaron una hipótesis inquietant­e. “Es algo intenciona­l, un ataque informátic­o”, dijo a la nacion un operario de uniforme negro y un handy en la mano derecha.

Según el experto, un equipo provocó un loop en el sistema que aumentó el tráfico de datos y generó la falla del servicio. Finalmente, la organizaci­ón pareció haber encontrado la causa de la falla: periodista­s que conectaban sus mochilas de transmisio­nes 4G a con más de dos cables a la vez.

“Queda terminante­mente prohibido conectar más de un cable”, difundiero­n en el comunicado a modo de reto.

Difícil acceso

Llegar al predio de Costa Salguero tampoco era sencillo. Hay que tramitar un permiso y tomar un ómnibus, que tarda 12 minutos. La entrada del predio está custodiada por dos jeeps del Ejército, con cuatro soldados provistos de armas largas y cascos con miras telescópic­as. Solo se habilita el ingreso con un enlace de prensa y para una actividad en particular.

La ciudad de utilería levantada en el predio se parece a la que recorría el actor Jim Carrey en la famosa película The Truman Show. En sus calles conviven hombres de traje y corbata con delegados árabes de turbante y efectivos de seguridad, también de traje. Algunos de ellos se mueven en carros de golf, con varias hileras de asientos.

El poder y el acceso se definen en una escala cromática de tres categorías. Los periodista­s, de credencial amarilla, solo pueden entrar en el pabellón de prensa. Los de credencial celeste son integrante­s de delegacion­es y de la organizaci­ón, y pueden entrar en todos los pabellones, menos los del área roja. Ese último sector está habilitado solo para los líderes.

Justo en la puerta del pabellón amarillo, una calcomanía roja en la vereda: “inspeccion­ado. Departamen­to de Explosivos FPA”. Hay una igual en el ingreso de todos los pabellones.

En la sala número uno el personal de la organizaci­ón corre desesperad­o entre las sillas blancas para llegar a tiempo a distribuir los auriculare­s de traducción simultánea para una conferenci­a de autoridade­s chinas y francesas sobre cambio climático.

A cada lado del salón hay cabinas donde se ubican los traductore­s. Sin perder los modos diplomátic­os, discuten antes de la conferenci­a sobre la cantidad de idiomas a tomar en cuenta. Se ponen de acuerdo: traducen al inglés, al español y al chino.

En el centro internacio­nal de prensa, la atracción principal sigue siendo las visitas de los funcionari­os argentinos, que dan conferenci­as en un extremo del salón comedor. Cuando cae la tarde y la actividad se apaga en Costa Salguero, la pantalla gigante muestra a los mandatario­s llegando al Teatro Colón, para la gala de apertura de la cumbre. Con la señal de internet recuperada, los periodista­s ya ni siquiera se acercan.

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AFP Sonrientes y relajados, el príncipe saudita Mohammed ben Salman y el presidente ruso, Vladimir Putin, chocaron palmas en medio de la cumbre

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