La prensa internacional, aislada de los mandatarios y sin internet
Mientras en Costa Salguero se realizaban las actividades principales, a Parque Norte fueron unos pocos funcionarios locales
La imagen se repite en loop en la pantalla gigante ubicada en un extremo del área de trabajo de la prensa. En un paisaje arbolado e idílico, la primera dama, Juliana Awada, recibe y saluda, una a una, a las esposas de los mandatarios que llegaron a la Argentina. En el besamanos femenino, sonríen Melania Trump, Brigitte Macron y Peng Liyuan, la mujer del presidente chino, Xi Jinping. De fondo, un granadero sostiene una bandera argentina.
Durante varias horas, las escenas del encuentro en Villa Ocampo fueron el único contacto que los periodistas acreditados tuvieron con el exterior. Las quejas por las fallas en la señal de internet, presentes durante la mañana, se extendieron y subieron de tono hasta convertirse en un reclamo generalizado, que tensó el clima en el centro internacional de prensa, situado en Parque Norte.
La ausencia de imágenes sobre la discusión plenaria de los mandatarios, una regla general de todas las cumbres del G-20, y las restricciones para acceder a las conferencias en el predio de Costa Salguero, se combinaron para transformar al centro de prensa en un búnker aislado en el que las noticias sobre el sismo y los detenidos en la movilización sonaban a historias de un país lejano.
El aislamiento se quebró solo, en parte por las visitas de los funcionarios argentinos, que se acercaron en varias oportunidades para insistir en que todo marchaba según lo planeado. Pero ni siquiera esas conferencias estuvieron exentas de quejas.
Sin aviso previo, el canciller Jorge Faurie hizo las declaraciones más importantes del día para los medios argentinos en la entrada del centro de prensa, mientras buena parte de los periodistas mataban su tiempo en el salón comedor, del otro lado del predio.
Le preguntaron por el adjetivo del día, “depredadora”, atribuido a la actividad comercial china en la región, durante el encuentro entre Mauricio Macri y Donald Trump, según el comunicado del gobierno estadounidense. “No hemos utilizado o escuchado una palabra en particular”, respondió el canciller, que parecía diminuto rodeado de un enjambre de periodistas.
A las 15.30 ya no llegaban imágenes de la cumbre al centro de prensa. La pantalla gigante solo mostraba el logo del encuentro y las conferencias agendadas para Costa Salguero. Dos de esos encuentros, de funcionarios de China y Brasil, se habilitaron solo para periodistas de esos países. Menos oportunidades para salir del aislamiento.
Una hora antes, unos 200 periodistas acreditados se agolparon frente a la pantalla, como si buscaran una ventana para ver el sol. Querían sentirse más cerca de la acción. El presidente Mauricio Macri recibía a los jefes de Estado participantes de la cumbre antes de la foto de familia.
En círculo frente a la pantalla, los comentarios por lo bajo de idiomas que se mezclaban en el aire se unieron de pronto en una carcajada. Los enviados de todo el mundo celebran a pura risa el saludo con choque de palmas entre el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y el príncipe saudita, Mohammed ben Salman.
Conectarse al servicio de internet ya era una misión imposible. Luego de varias horas sin respuesta, los especialistas del centro de prensa lanzaron una hipótesis inquietante. “Es algo intencional, un ataque informático”, dijo a la nacion un operario de uniforme negro y un handy en la mano derecha.
Según el experto, un equipo provocó un loop en el sistema que aumentó el tráfico de datos y generó la falla del servicio. Finalmente, la organización pareció haber encontrado la causa de la falla: periodistas que conectaban sus mochilas de transmisiones 4G a con más de dos cables a la vez.
“Queda terminantemente prohibido conectar más de un cable”, difundieron en el comunicado a modo de reto.
Difícil acceso
Llegar al predio de Costa Salguero tampoco era sencillo. Hay que tramitar un permiso y tomar un ómnibus, que tarda 12 minutos. La entrada del predio está custodiada por dos jeeps del Ejército, con cuatro soldados provistos de armas largas y cascos con miras telescópicas. Solo se habilita el ingreso con un enlace de prensa y para una actividad en particular.
La ciudad de utilería levantada en el predio se parece a la que recorría el actor Jim Carrey en la famosa película The Truman Show. En sus calles conviven hombres de traje y corbata con delegados árabes de turbante y efectivos de seguridad, también de traje. Algunos de ellos se mueven en carros de golf, con varias hileras de asientos.
El poder y el acceso se definen en una escala cromática de tres categorías. Los periodistas, de credencial amarilla, solo pueden entrar en el pabellón de prensa. Los de credencial celeste son integrantes de delegaciones y de la organización, y pueden entrar en todos los pabellones, menos los del área roja. Ese último sector está habilitado solo para los líderes.
Justo en la puerta del pabellón amarillo, una calcomanía roja en la vereda: “inspeccionado. Departamento de Explosivos FPA”. Hay una igual en el ingreso de todos los pabellones.
En la sala número uno el personal de la organización corre desesperado entre las sillas blancas para llegar a tiempo a distribuir los auriculares de traducción simultánea para una conferencia de autoridades chinas y francesas sobre cambio climático.
A cada lado del salón hay cabinas donde se ubican los traductores. Sin perder los modos diplomáticos, discuten antes de la conferencia sobre la cantidad de idiomas a tomar en cuenta. Se ponen de acuerdo: traducen al inglés, al español y al chino.
En el centro internacional de prensa, la atracción principal sigue siendo las visitas de los funcionarios argentinos, que dan conferencias en un extremo del salón comedor. Cuando cae la tarde y la actividad se apaga en Costa Salguero, la pantalla gigante muestra a los mandatarios llegando al Teatro Colón, para la gala de apertura de la cumbre. Con la señal de internet recuperada, los periodistas ya ni siquiera se acercan.