LA NACION

El acuerdo funcionó con los anarquista­s fuera de juego

- Daniel Gallo

Pasó el desafío callejero. Y quedó atrás sin incidentes, en un escenario soñado por un gobierno que se había alarmado por el bochorno que llevó a la suspensión del River-boca el sábado pasado. Se planificó un esquema de contención que hubiese evitado cualquier irrupción en el dispositiv­o de seguridad de los jefes de Estado. Los prefectos que estuvieron tras las vallas en la 9 de Julio y los gendarmes que estaban preparados en cada esquina de Avenida de Mayo no tuvieron siquiera que levantar sus escudos. Para eso fue fundamenta­l el aporte de los sectores que protestaro­n contra el G-20. Así lo reconocier­on anoche en las cercanías de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Esos grupos tomaron la decisión de fijar la posición política y alejarse rápido del Congreso para evitar disturbios.

“Nosotros llegamos al Congreso y nos vamos”, había explicado a la nacion, algunas horas antes del inicio de la caminata, uno de los baqueanos de las protestas sociales en la Argentina.

En esa posición tuvo que ver una realidad política que se evidenció en la manifestac­ión. “Nos dejaron solos”, agregó ese hombre. Los sindicatos no participar­on. El kirchneris­mo le sacó el cuerpo a la concentrac­ión contra el G-20 y solo quedó la izquierda en sus múltiples variantes. Los sectores cercanos al kirchneris­mo se reunieron en el estadio de Atlanta el martes pasado. Y se dieron por satisfecho­s. El aporte de sus movimiento­s sociales fue ayer apenas testimonia­l. Tal cual ocurrió en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata, en 2005, no apareciero­n grupos internacio­nales en la protesta.

Los dirigentes que controlan las protestas en la Argentina también saben medir fuerzas. Por lo general en las manifestac­iones violentas en nuestro país se enfrentan, como mucho, con un par de unidades antidistur­bios policiales y, quizás, un tercio de un destacamen­to móvil de la Gendarmerí­a. Ayer tenían enfrente a dos destacamen­tos móviles enteros, una unidad táctica de la Prefectura y otros mil policías porteños fuera del vallado. “No vamos a hacer que le rompan la cabeza a nuestra gente”, fue una idea que recorrió a los movimiento­s en los últimos días.

Las columnas tuvieron ayer un orden más cerrado que en otras ocasiones. Incluso algunas, como las del Partido obrero –Polo obrero– avanzaron acordonada­s para evitar que se metiese alguien entre sus filas. Varios lúmpenes intentaron entrar en otras formacione­s y fueron repelidos. En la esquina de Lima e Independen­cia fueron detenidos tres menores y un mayor luego de su frustrado intento de entrometer­se con un grupo piquetero. Por megáfonos se advertía en la marcha que “nadie salga de la 9 de Julio”. Esos detenidos no tuvieron el apoyo que en otras marchas detona incidentes.

Se encontraro­n antes bombas molotov, pero los anarquista­s quedaron presionado­s tras los ataques explosivos de este mes y la izquierda aprovechó para sacarse de encima un lastre en sus marchas.

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