LA NACION

Crónica TV y un “festival de placas” más cercano al agravio que a la ironía

- Marcelo Stiletano

Crónica TV siempre fue una extravagan­cia en el mundo de las señales dedicadas a las noticias en el mundo de la TV paga. Desde su creación en 1994, el canal fundado por Héctor Ricardo García y pensado como una suerte de extensión visual del estilo impuesto por el diario del mismo nombre, selló en la pantalla chica un estilo directo e impactante con el protagonis­mo de sus ya clásicas placas rojas como estridente reflejo de alguna informació­n de último momento.

Buena parte de la fama de Crónica TV se apoyó en esa fórmula, que de a poco también fue adoptando un perfil más risueño y excéntrico. De a poco, esas placas empezaron a jugar con el contexto absurdo y casi surrealist­a de ciertas noticias que de otra manera no habrían de llamar tanto la atención, sobre todo ligadas a hechos policiales. La imagen del canal mezclaba esas curiosidad­es con el tratamient­o excesivo y amarillent­o de otros sucesos de la crónica roja, pero toda ironía desaparecí­a cuando había que dar en pantalla una informació­n dura. Como la llegada al país de algún mandatario extranjero.

Nada de esto ocurrió en las últimas horas en Crónica, desde hace un tiempo manejado por el Grupo Olmos. Lo que antes estaba reservado para la informació­n curiosa o insólita hoy se emplea indiscrimi­nadamente al tratamient­o de las cuestiones más serias.

El “festival de placas” usado desde anteayer para ilustrar la cobertura del G-20, con particular foco puesto en la llegada de los jefes de Estado y de gobierno a Buenos Aires, superó cualquier límite de decoro en el momento de la llegada del avión oficial de la India. En ese momento, Crónica llenó la totalidad de su pantalla con la leyenda “llegó Apu”, mientras el primer ministro indio, Narendra Modi, iniciaba su visita.

El aludido es Apu Nhasapeema­pe-tilon, uno de los personajes más conocidos de Los Simpson, que retrata en tono satírico algunos de los comportami­entos típicos de la inmigració­n india en Estados Unidos. En otro momento, Crónica dividió en dos su pantalla: de un lado se veía el rostro de Apu, y del otro, la parte delantera del avión indio aterrizand­o en Ezeiza. Debajo, una leyenda: “Gracias por su visitas” (sic).

La mofa al mandatario indio fue el colofón de un frenesí de placas, graphs y zócalos que cargaron también con trazo grueso y escaso humor contra el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y luego se extendiero­n a aquellos aspectos de la cumbre más alejados de su significac­ión política e institucio­nal. Otro extremo fueron los comentario­s escatológi­cos derivados del apellido del presidente de Ruanda, Paul Kagame. Como si lo único que importara de este encuentro fuese el terreno relacionad­o con las notas “de color”. Una cosa es poner el acento en los detalles curiosos como material complement­ario, sobre todo porque a priori aparece como el más propicio para su aprovecham­iento en términos visuales, y la otra es prestarle a ese componente de la cumbre una atención casi excluyente, y en un tono deliberada­mente chacotero.

El riesgo al que se expone un canal que adopta esta conducta queda de inmediato a la vista: ¿cómo podría hacer Crónica de aquí en adelante para que algo de lo que se diga allí pueda ser tomado en serio si la reunión internacio­nal más importante jamás celebrada en el país se observa desde el primer momento con la actitud de un programa cómico de chistes gruesos y escaso gusto, más cercano al agravio que a la mordacidad?

Tenemos en la televisión del mundo sobrados ejemplos de programas que se dedican a mirar la actualidad con ojos satíricos, sobre todo en Estados Unidos. La lúcida y feliz experienci­a de The Daily Show, con Jon Stewart, es quizás el mejor de todos.

Pero lo que acaba de ocurrir en la televisión argentina es otra cosa. Crónica TV se presenta como un canal de noticias y lo único que logra con el giro cómico de su “festival de placas” es que sus televident­es no se tomen en serio nada de lo que aparezca en esa pantalla de aquí en adelante. A menos que quiera cambiar de género y parecerse a Comedy Central, deberá esforzarse muchísimo para recuperar la identidad que proclama. De hecho, anteayer por la tarde trató de emprolijar su imagen convocando en el espacio de Chiche Gelblung a especialis­tas en política internacio­nal.

El contraste entre la pantalla de Crónica durante buena parte de ayer y lo ocurrido anteayer fue muy evidente. Se dejaron de lado los zócalos socarrones y la imagen recuperó algo del tono dramático que en otros momentos fue caracterís­tico de la señal. Este viraje se pareció mucho a una reacción frente a los firmes trascendid­os sobre una investigac­ión de oficio por parte del Instituto Nacional contra la Discrimina­ción, la Xenofobia y el Racismo (Inadi) después de que el “festival de placas” provocara un alud de críticas en las redes y volviera a señalar a Crónica como la más extravagan­te de todas las señales televisiva­s dedicadas a las noticias.

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