LA NACION

Vinieron de España a ver el clásico y ahora lo tendrán en casa

Nicolás Tortolini vive en Barcelona desde hace seis meses; también hincha de River, Gigi Gibson es la presidente de la filial de Madrid

- Matías Baldo

Con el pasaje que lo devolvería a Barcelona en la mano, Nicolás Tortolini lloró en el aeropuerto de Ezeiza. El martes 20 había aterrizado en la Argentina, seis meses después de mudarse a territorio catalán, para alentar a River en la vuelta de la final de la Copa Libertador­es. Ocho días después despachó su valija con impotencia: el clásico por el que viajó más de 10.000 kilómetros nunca se jugó.

“Me fui de la Argentina diciendo que me habían roto el último chiche que me quedaba”, recuerda Tortolini desde Barcelona, a la nacion. “En el aeropuerto llamé a mis papás y les dije que si me quieren ver, me vengan a ver porque yo no volvía más. Llegué a Barcelona y a los 10 minutos empezaron los rumores de que se jugaba en Madrid. Todo el mundo diciéndome que tengo mucho culo porque se va a jugar acá, pero la realidad es que no quiero que se juegue acá, en River, que vaya la gente que va siempre, que se lo merecen. Hice un esfuerzo, tenía ganas pero se me fueron, tengo esa sensación de que nos robaron algo”.

Gigi Gibson, que vive en España desde hace cuatro años y es la presidente de la filial de Madrid, se dio cuenta de que algo se había roto cuando en la tribuna del Monumental, después de ocho horas de absoluta incertidum­bre bajo el sol, vio la desolación de su sobrino de 16 años en un sábado de dos postergaci­ones y una suspensión. “Me da mucha tristeza que no se juegue en el Monumental, sin entender por qué, con la sensación de que nos hicieron una cama. Había 70 mil hinchas tranquilos, en paz. Estaba todo dado para una fiesta”, explica.

Ambos regresaron al Monumental el domingo tras la confirmaci­ón de Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, pero retornaron a sus casas con una nueva decepción.

Para Nicolás y Gigi, como para millones de hinchas de River y de Boca, la final del domingo 9 de diciembre en Madrid ya no será lo mismo, incluso cuando tendrán la oportunida­d de ser testigos de un partido inédito. Su historia es increíble: viven en España, viajaron durante horas para disfrutar el encuentro en el Monumental, masticaron bronca por la suspensión y ahora tendrán un pequeño consuelo con la reprograma­ción del Superclási­co en el Bernabéu.

Nicolás se mudó a Barcelona junto a Nieves, su novia, en mayo y rápidament­e se sumó a la filial que integran entre 300 y 400 hinchas millonario­s. En agosto, con el cuadro de la Libertador­es ya definido y la posibilida­d aún lejana de una final superclási­ca, se prometió viajar en caso de una definición en River. No dudó y desembolsó 600 euros del pasaje. Afianzado con un contrato de seis meses en una focacceria, una especie de Starbucks español, intentó tomarse diez días de vacaciones pero se los negaron y presentó su renuncia el sábado

17. El 19 se subió al avión. “Nunca imaginé que iba a pasar todo esto. Cuando me volvía me consolaban diciéndome que había visto a mis viejos, a mis amigos, pero yo había vuelto para la final, un River-boca por la final de la Copa Libertador­es era lo único que me podía hacer volver seis meses después de haberme ido”, explica.

Gigi llegó a Buenos Aires en ese fatídico sábado 24, fue a su casa en Belgrano y ultimó detalles a distancia para asegurarse dónde verían el partido las casi 600 personas de la filial que preside. Desde hace cuatro años vive en España, hace tres en Madrid, y tiene su propio emprendimi­ento. Con el apoyo de su socia, cruzó el Atlántico en una travesía de 20 horas: “El sábado se me rompió algo. No imaginaba otro escenario que no fuera jugándose la final en el Monumental, me parecía absurdo”.

Gibson tendrá una responsabi­lidad mayor el 9 de diciembre: “Obviamente voy a estar en el Bernabéu. Jamás imaginé que iba a estar organizand­o el recibimien­to de una final de Copa Libertador­es en Madrid. Ya hablé con Rodolfo D’onofrio, con todos los directivos, y estamos trabajando en conjunto para definir la logística”, detalló, aún desde Buenos Aires.

Nicolás todavía duda, aunque segurament­e estará en el Bernabéu: “Pagué la entrada 2600 pesos,

50 euros, para ir al Monumental. Si consigo una entrada a 50 euros acá es un milagro. No se qué van a hacer. Si me piden 200 euros, ni aunque jueguen en la esquina de mi casa se los pago, sería robarle la plata especialme­nte a los argentinos que vengan desde allá”.

River y Boca jugarán en el Santiago Bernabéu un partido con el que nadie, salvo la Conmebol, parece conforme.

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Filial river barcelona millonario­s en una canchita catalana; nicolás, abajo, con un brazo extendido

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