LA NACION

BB Sanzo. “Soy un motoquero de fin de semana”

Recordado por ser una de las voces más emblemátic­as de la FM Z95, hoy no descansa: acompaña a Santiago del Moro en la 100 y participa de dos programas en televisión

- Texto Laura Reina | Foto Ignacio Sánchez

Hace exactament­e 30 años, una voz atípica irrumpía con el impacto que trae lo nuevo. Tenía un tono agudo, casi casi como la de un niño que todavía no había entrado en la pubertad. Era la voz de Claudio “BB” Sanzo (54), que además presentaba música que no encajaba dentro del espectro radial de la época, dominado mayoritari­amente por el rock. Para bien o para mal, la Z95 marcó a fuego la carrera de BB, aunque solo hayan sido dos de los 30 años que tiene como locutor. “No siento nostalgia por esa época. Fue de mis primeros trabajos y tal vez no lo dimensioné bien en su momento– reconoce–. comoformat­o fue muy novedoso, no creo que pueda repetirse un fenómeno así”, dice el coequiper de Santiago del Moro en la 100, que además le pone la voz al programa Mejor de noche, que conduce Leo Montero por El Nueve; está al frente todas las tardes un programa propio por Radio Cantilo que lo obliga a ir a diario a City Bell, y desde hace 17 años está en Uno contra uno, el programa de básquet que va los sábados a la mañana por TYC Sports. “Mi estado habitual desde hace cinco años es ‘destruido’”, bromea. –¿Qué pasó que empezaste a tener tanto trabajo?

–No sé, yo nunca dejé de trabajar, pero estuve en lugares de mucha menor exposición. En un momento, empecé con una radio platense. Cuando la cosa se complicó en 2001 me ofrecieron algo fijo de lunes a viernes y acepté. Pasé por varias radios de La Plata y valoré mucho ese lugar, porque no es fácil que los platenses acepten a alguien que no es de ahí. Son de consumir mu- cho sus diarios, sus medios... Por eso siempre lo cuidé y lo preservé. Nunca quise largarlo. Además me gusta mucho hacerlo, siento que me valoran y mientras pueda seguiré yendo.

–¿Y cómo surgió lo de la 100?

–Soy muy amigo de Ronnie Arias. Hace cinco años él empezó a tener problemas con la voz y en un momento me pidió que lo cubriera unos días. Lo hice y fue genial, porque volvía a estar una radio muy masiva y los oyentes se engancharo­n. Fue tal la respuesta del otro lado que me ofrecieron sumarme al programa que arrancaba de Guido Kaczka. Hicimos 3 años de 6 a 9 y después llega Santiago. Mientras tanto me llaman de AM, el programa de Leo Montero y Vero Lozano, y me proponen sumarme. Y cuando terminó seguí con Leo. Ahí se me empezó a complicar el tema horarios y empecé a trabajar mucho.

–¿Sos un workaholic o un tipo que aprovecha el momento?

–Este es un laburo en el que está muy bien visto ser un workaholic, pero yo no sé si está muy bien si no es algo estrictame­nte necesario. Pero es un rubro que cuando hay trabajo trabajás y cuando no hay trabajo no pasa nada. En la medida en que pueda, voy a tratar de mantener esto que son dos programas de radio más uno de televisión más otro del fin del semana. –¿Cómo encaja lo del básquet en medio de tanta música?

–El básquet me gustó de viejo. Fue a través del Gallego Pérez, otro gran amigo que me dio la radio. Él me empezó a meter, y cuando surgió lo de la tele me llamó y le dije que sí. Cada tanto le amago que voy a renunciar, le digo que no puedo más, pero me convence y sigo. Después de toda una semana de levantarme a las 5 de la mañana, el sábado volver a madrugar... Pero me gusta mucho el ambiente del básquet, es mucho más sano que el del fútbol. Conozco a jugadores, entrenador­es... Por eso también me cuesta mucho dejarlo.

–¿Con el fútbol qué relación tenés?

–Me pasó algo muy raro: hace tres o cuatro años se me terminó el amor. Era muy fanático de Boca, pero ya no. Y van dos mundiales que llevo sin ver un partido.

–¿Cuál fue el detonante?

–No fue nada específico, a lo mejor tiene que ver con la edad. Me puse muy escéptico con casi todo. Eran un tiempo y una preocupaci­ón muy grandes que yo invertía y me abrí. Lo primero que sentí es que algo se había roto. Es como dejar de fumar. Es muy loco lo que pasa con el otro, no entiende, te mira raro. Creo que si digo: “Me separé y no quiero volver a ver a mis hijas” no me miran tan mal. El exfutboler­o recuperado es mal visto. Me pasa como el que es fumador que huele un cigarrillo y no lo soporta. Mi mujer toda la vida se quejó de mi fanatismo y ahora ella pone un partido y le digo “¿qué hacés?”. Si hay un partido en la tele, me levanto y me voy.

–Con Queen no te pasó lo mismo. Seguís con el podcast Puerto Bulsara (el verdadero apellido de Freddie Mercury).

–Para nada. De hecho, estamos viviendo nuestra propia final de copa con la película que se estrenó. La peli está bien, la vi dos veces, es una de las películas a prueba de críticos. La destrozaro­n, pero la gente llenó los cines. Yo digo que es Queen for dummies, para los no iniciados. Además, es muy hollywoode­nse, aprieta todos los botones emocionale­s que tiene que apretar. –¿Sentís nostalgia de la época de la Z? –Nostalgia no sentí nunca, era de mis primeros trabajos y tal vez no lo dimensioné bien en su momento. Como formato fue muy novedoso, no creo que pueda repetirse un fenómeno así. El contexto musical ayudaba mucho, La Z era una radio de música bailable. La de esa época era muy divertida. Hoy la música que hay para bailar no lo es. Es muy dura. Era el contexto, el formato, el tipo que armó la radio que buscó algo distinto desde el estilo, con locutores que en vez del vozarrón tenían voz de pito como yo... Es una radio que duró dos años y a la gente le parece que duró más. –¿Pero te gusta o es una carga que te sigan recordando por la Z? –Pasé por diferentes etapas: tuve una de fastidio, de decir “basta, hice mil cosas después de la Z”, pero después pagué la vuelta y dije “qué genial haber generado eso en la gente”. La Z fue muy exitosa, pero también muy resistida: el Sí de Clarín nos mataba, los de la Rock & Pop nos odiaban... Era la grieta de ese momento y yo era más del mundo del rock pero estaba del otro lado. Con el tiempo se reivindicó todo. Hoy, recién 30 años después, pasan cosas similares a lo que viví con la Zen cuanto a repercusió­n.

–¿Te gusta que la gente te reconozca?

–Es raro, nunca fue mi meta, pero está bueno que la gente encuentre divertido, piola o interesant­e lo que hacés, yo me agarro de eso. Es el alimento. El resto es raro.

–¿De chico eras difícil?

–No, al contrario. Siempre fui muy fácil para mis viejos. Muy tranquilo. Siempre digo que no preparé a mis viejos para mi hermano [el músico Ariel Minimal]. Soy 6 años mayor y él sí fue bravo, no se lo vieron venir .¿ viste que se dice que el más grande es el que abre el camino? Así como no preparé a mis viejos, tampoco le allané el camino a él.

–¿Qué hacías?

–Era muy, muy tímido, leía mucho. Yo siempre digo que la radio me salvó la vida en el sentido de que me ayudó a salir. Los que me conocían de antes y me escuchaban en la radio me decían “eh, no te conozco, tenés otra personalid­ad”. Y siempre me cuestioné cuál seré. Si el que está en la radio es sólo una personalid­ad profesiona­l o es el que no puedo expresar fuera del estudio, no lo sé.

–Además, te casaste muy joven. –A los 23 y con mi primera novia. Me caso meses antes de empezar a laburar en la Z. Ella vivió todo el auge y toda la lucha que vino después. Llevamos 31 años juntos. Somos como Nora Cárpena y Guillermo Bredeston [rísas].

–¿Cómo se hace?

–La verdad es que no hay secreto. Hay que laburar mucho. Yo creo que también contribuyo porque soy el que cede. Para mí, la flexibilid­ad es un valor, en todo. En la medida en que no afecte cuestiones fundamenta­les, me parece que está muy bien.

–¿Te pesa el paso del tiempo?

–No sé, pero desde hace tiempo dije “es el momento de hacer solo lo que me gusta”. Y en ese sentido hace un año me compré una moto. Una grande, no cara, pero sí la más grande que pude comprar con la guita que tenía [se ríe]. Y ahora soy un feliz motoquero de fin de semana.

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