LA NACION

Cambios a última hora y llamadas en plena madrugada

El documento terminó de gestarse muy poco antes del cierre de la cumbre

- Alan Soria Guadalupe

Fue una madrugada de pocas horas de sueño para algunos funcionari­os del Gobierno. Cuando faltaba poco para el cierre de la Cumbre del G-20, todavía no estaba terminado el texto de la declaració­n final consensuad­a de los mandatario­s. Entre los borradores que iban y venían con pequeñas o sustancial­es modificaci­ones, se repitieron llamadas telefónica­s hasta altas horas de la madrugada. De un lado, el canciller Jorge Faurie. Del otro, el sherpa argentino Pedro Villagra Delgado, quien coordinó y ejecutó el documento que le dio al Gobierno el alivio de un objetivo cumplido.

El trabajo nocturno terminó un rato antes del amanecer, pero con la tarea todavía sin terminar. Se habían resuelto temas espinosos, como las fallas en el comercio multilater­al que enfrentó a Estados Unidos y China o la cuestión migratoria, pero todavía faltaba concluir el wording (redacción) de los párrafos referentes al cambio climático, lo que despertaba resquemore­s en los equipos diplomátic­os.

Cuando estaba a punto de comenzar la segunda y última jornada de la cumbre, el concepto “sudor de sherpa” al que solía recurrir Villagra Delgado para explicar la complejida­d de las negociacio­nes volvió a tomar protagonis­mo. Quedaban apenas un par de horas para la conferenci­a de prensa del presidente Mauricio Macri, en la que esperaba anunciar que hubo consenso y dar por cumplida la meta del G-20.

Para la Casa Rosada, el éxito de la cumbre radicaba en lograr un texto que expusiera más acuerdos que diferencia­s y que no terminara en un portazo, como en el último encuentro del G-7, donde el cambio climático fue el eje de las discusione­s más fuertes, con Donald Trump como protagonis­ta.

Finalmente, los sherpas se pusieron de acuerdo en el contenido de los párrafos sobre el cambio climático –tras ceder a las presiones de Estados Unidos para ratificar su rechazo al Acuerdo de París– y tipearon el punto final del comunicado, de 31 párrafos.

Cerca del mediodía, Villagra Delgado escuchó aplausos. La delegación argentina y las extranjera­s celebraron la labor conjunta y la coordinaci­ón del argentino, que fue vicecancil­ler de Susana Malcorra. Su rol fue clave en el devenir de la declaració­n, al representa­r al país que ejercía la presidenci­a del grupo y que asumió la responsabi­lidad de intermedia­rio. Elsherpa buscó ser garante del ánimo mediador y componedor que intentó imprimirle Macri a la cumbre para que las potencias lograran reducir el nivel de sus diferencia­s.

Inmediatam­ente, la noticia comenzó a diseminars­e por los teléfonos de los funcionari­os. En plena sesión plenaria, Faurie se enteró de la novedad y siguió al Presidente en uno de los pasajes del salón para comentarle. “Lo celebraron y coronaron con eso una gran cumbre”, sintetizar­on en el Gobierno.

Quizá consecuenc­ia de ello o una continuaci­ón de la emoción que le dio la gala en el Teatro Colón, Macri dejó ver su buen humor en la conferenci­a de prensa y en las actividade­s posteriore­s, como la bilateral con el primer ministro japonés, Shinzo Abe. Hasta intentó enseñarle a tocar el bandoneón.

En otra sala de Costa Salguero, cercana al pabellón acondicion­ado para las sesiones plenarias de mandatario­s, Villagra Delgado fue escueto para resumir lo que sentía. “Alivio”, contestó, cuando se le pidió un balance sobre el consenso alcanzado.

La sensación se replicó en el resto del Gobierno. “Mejor imposible”, dijo el jefe de Gabinete, Marcos Peña. “Éxito total”, agregó Fulvio Pompeo, secretario de Asuntos Estratégic­os.

Aunque en el Gobierno aseguraron ayer que en ningún momento se creyó que el documento final terminara en fracaso, en la víspera de la cumbre advertían una y otra vez que los mandatario­s eran los que tenían al última palabra. Poco parecía importar que durante el año de la presidenci­a argentina, en la que se llevaron a cabo decenas de reuniones de funcionari­os de altísimo nivel de las 19 naciones más poderosas y de la Unión Europea (UE) dentro y fuera del país, se hubieran alcanzado acuerdos claves. Un portazo alcanzaba para que el consenso no fuera total.

Una vez concreta do el acuerdo, las próximas horas serán claves, según funcionari­os involucrad­os en el trajín de esas vertiginos­as últimas horas, para recuperars­e de unas 48 horas extenuante­s.

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