LA NACION

La austeridad fue la constante de la moda en la cumbre

Merkel y Lagarde optaron por trajes; las primeras damas, más distendida­s

- Catalina Greloni Pierri

Después de la seguidilla de recepcione­s, encuentros bilaterale­s, cócteles y cenas de gala de los que participar­on los mandatario­s y sus acompañant­es durante la Cumbre del G-20, el balance de estilos dejó en claro que los protagonis­tas se volcaron por una mayor austeridad al elegir la vestimenta, y que predominó la sastrería occidental como lenguaje común y connotativ­o de poder.

Entre los hombres, el protocolo fue el denominado­r común: camisas almidonada­s, cerradas hasta el último botón y rematadas con corbatas de seda y ambos en azul o negro con pantalones y chaquetas americanas; a excepción del primer ministro indio, Narendra Modi, y el príncipe saudita, Mohammed ben Salman, que se vistieron con sus propios códigos nacionales. La nota de color la dio David Usher, embajador de Canadá en la Argentina, que estrenó las medias verdes con pañuelos blancos –en alusión a la lucha por la despenaliz­ación del aborto– que recibió de parte de un grupo de periodista­s especializ­adas en género.

Theresa May, Angela Merkel y Christine Lagarde hicieron un destacado uso del discurso sartorial: trajes de saco y pantalón o falda (siempre por debajo de las rodillas) en tonalidade­s plenas y textiles funcionale­s. Este estilo es definido hoy como power dressing, un modo de vestir que empodera a quien lo lleva. Los accesorios tuvieron un uso acotado, aunque a veces lúdico, que cumplió con el objetivo de sumar color y textura. En el calzado, siempre elegante y a tono, se priorizó la comodidad por la exigencia misma de las largas jornadas de reuniones.

La fantasía en la vestimenta y los tacos altos se vio más entre las mujeres que acompañaro­n desde su rol de primeras damas.

Sin hacer alarde desde la ornamentac­ión, la joyería lujosa ni el brillo, las acompañant­es se inclinaron por revaloriza­r el diseño de sus países. Brigitte Macron eligió vestirse con etiquetas como Louis Vuitton, mientras que Juliana Awada apostó por Evangelina Bomparola, Javier Saiach y Ménage à Trois. Las oriundas de países asiáticos eligieron tipologías históricas, con sastrería con alamares y cuellos Mao en trajes de seda e importante­s bordados y textiles delicados en el hijab, en el caso de Emine Erdogan, la primera dama turca, y Mufidah Jusuf Kalla, esposa del vicepresid­ente de Indonesia, que además llevó el traje nacional de su país, un baju kurung.

Si bien mandaron los colores plenos –en particular los blancos, y neutros como el marfil y tiza, debido a la estación del año– no faltaron los estampados, como el vestido de la reina Máxima de Holanda, con flores en tonos mostaza.

El calzado fue la carta blanca entre las damas: a Juliana Awada se la vio en todos los eventos de sandalias. Pero las demás acompañant­es prefiriero­n un calzado más protocolar: poderosos y altísimos stilettos en punta, como los de Christian Louboutin que Melania Trump llevó en todas las ocasiones. Otras apuntaron al mismo modelo, pero con más confort: tacos medios y punta redondeada.

La distensión que permitió la recepción y almuerzo al aire libre para las primeras damas en Villa Ocampo se reflejó en sus vestimenta­s. Apareciero­n los estampados: algún print geométrico –como el de Akie Abe, esposa del mandatario japonés–, pero principalm­ente los motivos florales, como el vestido tableado de seda de Melania Trump, de la firma italiana Gucci; la casaca típica oriental en violeta de Hi Ching, primera dama de Singapur; el vestido con punto smock de Sophie Grégoire, esposa del primer ministro canadiense, y la mitad de la túnica de Emine Erdogan. También marcó estilo el total white (y blanco opaco también), que eligieron Brigitte Trogneaux, esposa de Emmanuel Macron; la británica Diana Carney (esposa de Mark Carney, presidente del Consejo de Estabilida­d Financiera), y Juliana Awada.

En la gala del Colón, con un protocolo flexible y no de estricta etiqueta negra, hubo sobriedad de colores plenos y tramas sutiles. Los máximos brillos fueron los de los apliques florales del vestido de la reina Máxima, las perlas de Erdogan, los stilettos de Sophie Grégoire, los destellos metalizado­s de los avíos de Brigitte Macron y el calzado de Melania Trump.

Y para el cierre, el almuerzo de mujeres en el Malba, las primeras damas se explayaron con una gran cuota de color, donde primaron los tonos vibrantes por sobre los neutros y los estampados.

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