LA NACION

Los lentos avances para descarboni­zar la economía

De manera dispar según el lugar del planeta, diferentes fuentes de energía intentan abrirse paso en áreas como la industria y el transporte

- Henry Tricks THE ECONOMIST

Detrás del volante de un Tesla modelo S eléctrico autoconduc­ido, deslizándo­se en medio de los bosques y fiordos de noruega, el futuro del planeta se ve bastante bien. Casi se siente como si uno va en camino, manos libres, hacia un futuro poscombust­ibles fósiles. Casi toda la electricid­ad de noruega es libre de emisiones. Proviene de hidroenerg­ía de cataratas, diques y ríos tan cercanos a las rutas que casi se puede tocar el agua con los dedos. Hay tantas estaciones de carga rápida que es improbable que uno quede varado. Los Tesla son tan comunes en oslo que no es inusual verlos cubiertos de barro o con cabellos de perro en los asientos.

Si su destino es Rjukan, tres horas al oeste de oslo, que a comienzos del siglo XX tenía una de las mayores usinas del mundo, las alternativ­as a los combustibl­es fósiles se ven más alcanzable­s. Este es el lugar en el que una de las mejores opciones potenciale­s, hidrógeno, se producía con hidroelect­ricidad en fecha tan temprana como 1928. Ahora han comenzado a aparecer en las calles de noruega los autos con celdas de hidrógeno, aunque puede haber mejores usos de ese gas que mover vehículos a cortas distancias. Un auto modelo nexo de Hyundai, propiedad de nel, una compañía de hidrógeno noruega que tiene sus orígenes en Rjukan, lleva un mensaje en la luneta trasera: “¡Gracias por el paseo, dinosaurio­s! nosotros nos hacemos cargo desde aquí”. Ese podría ser el lema de la era de la descarboni­zación. o podría ser una hipérbole extrema.

Junto con China, noruega ha ayudado a aumentar la demanda de vehículos eléctricos, pero pudo financiar las exenciones impositiva­s y otros incentivos debido a la inmensa riqueza que deriva del petróleo y el gas. Los hidrocarbu­ros producidos por la compañía de energía estatal, Equinor, generaron 310 millones de toneladas de gases de efecto invernader­o en 2017. Eso fue casi tanto como el total de dióxido de carbono lanzado por Gran Bretaña, que tiene 12 veces la población de noruega.

Tironeada de modo muy similar entre el deseo de controlar el calentamie­nto global y la dependenci­a de los combustibl­es fósiles, el mundo avanza demasiado lentamente hacia la descarboni­zación de su sistema de energía.

Las energías renovables están avanzando y el año pasado absorbiero­n el doble de inversión que la destinada a centrales a carbón, gas, petróleo y nucleares sumadas. Las ventas de vehículos eléctricos también toman impulso. Según Bloomberg new Energy Finance, una consultora de energía limpia, llevó 17 meses, desde mediados de 2014 hasta 2016, que la cantidad global de estos vehículos pasara de 1 millón a 2 millones. Este año se tardó seis meses en pasar de 3 a 4 millones.

Sin embargo, en 2017 el sistema global de energía aún se basó en un 85% en combustibl­es fósiles. Y la Agencia Internacio­nal de Energía (AIE) prevé que las emisiones globales de Co2 serán record este año. Para mitigar el impacto del calentamie­nto global y reducir la polución del aire que causa serio daño a la salud física y mental, la tarea inmediata es alentar la extensión de la electricid­ad y el almacenado en baterías de cero emisiones de carbono (“limpias”).

Algunas estimacion­es indican que la provisión de energía tiene que multiplica­rse por cuatro en los próximos 30 años. Llegar a tener esta electricid­ad requerirá un enorme incremento de la producción de energías renovables, así como de la energía nuclear y también de combustibl­es fósiles, con captura y almacenado de carbono. Y eso es solo lo que los especialis­tas en energía llaman la parte “fácil”.

Descarboni­zar las partes de la economía en las que la electricid­ad y las baterías de ion-litio no pueden ser usadas fácilmente (el transporte pesado, la calefacció­n y la industria, por ejemplo) será mucho más difícil. En 2014 (según los últimos datos disponible­s) estos sectores produjeron unas 15.000 millones de toneladas de Co2 o 41% del total, comparado con 13.600 millones de toneladas de todo el sector energético. Los mayores emisores industrial­es son el cemento, el acero y la industria química.

Para limitar el calentamie­nto global a menos de 2°C, por sí solas las emisiones totales del uso global de energía tendrán que ser entre 50% y 80% menores para 2050 de lo que son ahora, y deberán ser hasta 75%/90% más bajas si se pretende limitar el aumento de la temperatur­a a 1,5°C, según el Panel Interguber­namental de Cambio Climático (PICC), un grupo de expertos con respaldo de la onU. Aun así, cientos de miles de millones de toneladas de Co2 tendrán que ser extraídos de la atmósfera, en lo que se llama “emisiones negativas”. Es un emprendimi­ento histórico.

En los 200 años desde el inicio de la era del carbón hasta 1970, la quema de combustibl­es fósiles y de gases y la producción de cemento produjeron 420.000 millones de toneladas de gases de efecto invernader­o, mayormente Co2. Entre 1970 y 2011 el monto se triplicó a 1,3 billones de toneladas.

El acero y el cemento producen cada uno más Co2 que cualquier país, salvo China y Estados Unidos. Se lanzan a la atmósfera casi tres cuartos de tonelada de Co2 por cada tonelada de cemento producida. Los camiones y autos son una carga aún mayor sobre el clima, y saber cuánto se produce al volar puede arruinar el disfrute del despegar en un avión.

Cada fuente de energía tiene sus pros y contras. Hay obstáculos para la producción, el transporte y el uso de hidrógeno a gran escala. Los biocombust­ibles tales como el etanol ya se mezclan con hidrocarbu­ros en lugares como Brasil y Estados Unidos, pero los cultivos para energía compiten por la tierra con la industria de los alimentos y su producción también genera gases de efecto invernader­o. Los combustibl­es sintéticos libres de emisiones dependen de mucho hidrógeno y monóxido de carbono para producir sustitutos de los hidrocarbu­ros, por lo que su desarrollo depende de la provisión a bajo costo de esos dos gases.

Algunas alternativ­as están mucho más cerca de la comerciali­zación que otras. Los que trabajan en la descarboni­zación del sistema de energía tienen un cronograma aproximado para sus esfuerzos. Dicen que en 20252035 podrían aparecer camiones de larga distancia a batería e hidrógeno y calefacció­n residencia­l a hidrógeno. En la década de 2030 podrían desarrolla­rse hidrocarbu­ros sintéticos para barcos y aviones. En la década de 2040 el almacenado de carbono (cac) y el hidrógeno podrían aplicarse a gran escala en la industria. Para la década de 2050 habría remoción de carbono a escala plena, sea por la reforestac­ión masiva o la captura directa del aire. Todo esto puede parecer una ilusión si uno vive en África o en otra región empobrecid­a, donde la principal prioridad es satisfacer la demanda de energía. Dependerá crucialmen­te de los mandatos gubernamen­tales y de los incentivos impositivo­s que existan para alentar el cambio.

Entre 1970 y 2011 la emisión de gases de efecto invernader­o fue el triple en comparació­n con los 200 años previos

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Shuttersto­ck En Noruega, la circulació­n de autos eléctricos se volvió algo usual

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