LA NACION

Carlos Monzón. Desde adentro, la serie que relata la vida trágica del boxeador

La biopic recorre toda la trayectori­a del campeón, desde el estrellato en el ring y el jet set hasta su condena por el asesinato de su mujer, su final en ruinas y casi olvidado

- Dolores Moreno

Palazzo dello Sport de Roma, Italia, noviembre de 1970. Carlos Monzón camina hacia el ring donde se va a encontrar con Nino Benvenuti, el campeón mundial que va a defender el título en la categoría peso mediano. Nino lo toca para saludarlo, Monzón lo ignora. Ante la insistenci­a de su rival, se da vuelta. Nino le quiere estrechar la mano, Carlitos le lanza su mirada asesina: solo quiere ganar. Round a round, el argentino toma confianza y el italiano termina acorralado hasta que, en el asalto número 12, es noqueado, después de recibir primero un zurdazo y después ese memorable derechazo que va justo a su mandíbula. La desesperac­ión y angustia se apoderan de los italianos que no quieren ver caer a su campeón. La esperanza nace en la Argentina al ver la consagraci­ón de quien sería considerad­o el primer deportista estrella. Y que, 18 años después, terminaría preso al ser condenado por asesinar a su exmujer, Alicia Muñiz. Esa pelea sería bisagra en la carrera del boxeador argentino. Nadie apostaba por el santafesin­o, nadie lo fue a despedir a Ezeiza y en Italia boxeó con una tribuna llena abucheándo­lo y alentando a su contrincan­te.

Así nacía uno de los ídolos populares argentinos.

Estadio Malvinas Argentinas, Buenos Aires, noviembre de 2018.

Tresciento­s extras se preparan para sentarse en la tribuna, los hombres están vestidos con trajes grises con olor a naftalina y las mujeres lucen vestidos de gala. Se respira aire de otra época: los 70. El interior del estadio tiene montado al medio un ring, iluminado desde arriba por una parrilla. Los técnicos están dentro del cuadriláte­ro descalzos para no marcar el terreno. El piso es verde, las cuerdas, rojas. Es como ver la pelea, que se trasmitió en blanco y negro, a color. Con una bata celeste, Mauricio Paniagua, o, mejor dicho, Carlos Monzón, espera mientras la gente de peinado retoca esa caracterís­tica melena y, en paralelo, le vendan las manos. Además de los 20 actores –entre entrenador­es físicos de ambos deportista­s, árbitros, familia–, más de 100 personas del equipo rodean el ring, prueban luces y esperan a que Jesús Braseras, el director de la serie inspirada en la vida del campeón, dé la señal para empezar con los ensayos. El público se sienta en las sillas que rodean el cuadriláte­ro, las luces se apagan. Paniagua tiene un increíble parecido con el boxeador, que murió en 1995 en un accidente en la ruta. En simultáneo, los encargados de posproducc­ión trabajan para sumar al resto del público: en total fueron 18.000 las personas que vieron la pelea en Roma. Paniagua camina hacia el ring, el director les pide a los extras que lo “abucheen” pero solo con gestos. Se sube al cuadriláte­ro y mueve los puños, como entrando en calor. Lo hace una, dos, tres veces hasta que la escena queda lista. Un receso para el encuentro con Andrés Gil, quien se pondrá en el cuerpo de Benvenuti.

La escena se rodó en dos días y medio y es la pelea más importante de las cuatro que se ven en la serie, según Braseras, quien contó a la nacion cómo se hizo. “Fue un despliegue gigante. Hubo laburo previo de varios días, en cuanto a lo que es el montaje de todas las luces. Hay muchos elementos de posproducc­ión que terminan siendo fundamenta­les. Llenar el estadio con miles de personas. Eran jornadas muy intensas, de 10/12 horas de grabación, pero el equipo llegaba 4/5 horas antes para vestir a los extras, maquillarl­os y hacerlos parecer como europeos de los 70.

Paniagua, además de una exigente rutina en el gimnasio para estar listo físicament­e y parecerse a Monzón, va desde mayo a clases de boxeo y también practica hace meses los golpes y la coreografí­a con Gil. “Fueron ensayos y ensayos con cada uno de los momentos del encuentro”, revela Braseras, y agrega: “Dos entrenador­es estuvieron trabajando en la coreografí­a de la pelea durante mucho tiempo. También, los coordinado­res de efectos especiales que se encargan de simular los golpes y los maquillado­res trabajaron en trucos para lo que son las piñas”. Al momento de llegar al set, Paniagua estaba listo incluso para enfrentars­e al verdadero Benvenuti. Para la gente que vio la pelea en los 70 el triunfo de Monzón fue equiparabl­e al gol que hizo Diego Maradona a los ingleses.

En medio del movimiento #MeToo en los Estados Unidos y del #Niunamenos en la Argentina es difícil imaginar a Monzón como ídolo hoy. También que una personalid­ad como Alain Delon defendiera a su amigo con una frase como la que usó en su momento (“toda la vida les pegué a las mujeres y ninguna se murió”). Mientras algunos se preocupan por la decisión de darle pantalla al primer hombre mediático que fue juzgado por femicidio, mucho antes de que existiera esta figura, otros se preocupan por que no quede manchada la figura del ídolo, que defendió en 14 oportunida­des el título de campeón mundial. Para Braseras es propicio el momento en que surge contar la vida de Monzón. “Tengo claro que la mirada de la violencia de género cambió, Monzón hoy en día no sería lo que fue en ese momento. Nos parece una de las potencias, a la hora de tocar ese tema. La violencia es un denominado­r común en la vida de Monzón, tanto en su carrera deportiva como en el trágico final de su mujer”, explica.

También hace hincapié en que la idea de la serie no es juzgar, sino contar los hechos tal cual fueron y escarbar en la personalid­ad de este ídolo argentino. “Este nuevo relato intenta ser muy moderno entre el policial y la biopic. La serie trata de desnudar y darle al espectador la posibilida­d de analizar cómo una persona que nació en un mundo de barro, con un montón de limitacion­es físicas, llega a ser una figura del mundo en una época en donde la popularida­d no tenía la facilidad de ahora. Y, también, cómo este hombre que logra poner el mundo a sus pies termina asesinando a su mujer”, suma.

A veces la realidad supera la ficción y en el caso de Monzón su historia tiene más condimento­s dramáticos que la de cualquier personaje de la literatura. Padecía de raquitismo, por la desnutrici­ón que vivió, tenía los huesos huecos, anemia y problemas en las manos. El director destaca que llegó “a la cima con mucho menos que los demás”. Y eso es justamente, para el realizador, lo que interesa del caso. Monzón, explica, va de la pobreza al hombre mejor vestido de Europa y a enamorar a Susana Giménez, la mujer del momento [encarnada por Celeste Cid en la ficción]. “Cuando te parás arriba de una mesa en Montecarlo y hacés pis porque nadie te va a decir nada y de un día para el otro dejás de tener eso. Eso es lo que construye el personaje”, explica.

Comparado con otros ídolos que fueron retratados en biopics, Monzón es un personaje mucho más complejo. Por eso, decidieron centrar la serie en la investigac­ión policial, después de la muerte de Muñoz, yendo del pasado al presente para entender los motivos que lo llevaron a reaccionar como reaccionó. El director asegura que algo que le sorprendió es la cantidad de versiones que hay sobre el asesinato. “La serie trae luz sobre lo que verdaderam­ente pasó. Complejida­des, la droga, encubrimie­nto, amigos muy famosos que uno ni siquiera pensaba que compartían el día a día con él”, cuenta.

La vida de Monzón, dice Braseras, tiene mucho en común con la de Maradona. “Claramente hay como un paralelo, son dos ídolos populares que de alguna manera han tenido una vida personal cuestionab­le. Los dos tienen una historia paralela, a los dos les pasó más o menos lo mismo, uno con más suerte que el otro porque han tenido un final diferente”, explica. “Es llamativo que tantos personajes de nuestros máximos ídolos tengan elementos en común y finales trágicos como Bonavena. Hay algo que habla de la argentinid­ad, después tenés excepcione­s como Manu Ginóbili, pero hay muchos que se aferran a esa parte y los maradonian­os te dicen ‘no, Maradona es más grande’ y no quieren ver esa parte”, reflexiona.

Quedan dos semanas de rodaje, Paniagua, que fue preselecci­onado entre 300 actores y que se fue ganando su lugar mientras la producción seguía haciendo castings, ya peleó con Gil. Queda por grabar planos de gente, del relator. Quedan tomas de Jorge Román, quien encarna al Monzón adulto, el que está en la cárcel, el caído. “Me parece necesario contar estas historias, sino no habría películas sobre Hitler; no estoy comparando. La clave es dónde te parás para contarlas”, concluye el director.

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SPaCe El actor Mauricio Paniagua encarna al campeón del mundo en uno de los momentos cumbre de la biopic: la pelea contra el italiano Nino Benvenuti
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Space Mauricio Paniagua encarna a la clásica estampa joven de quien fue uno de los grandes ídolos deportivos argentinos con un final trágico y controvert­ido

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