Una “lucha fría” en la que el futuro del vínculo aún es incierto
El encuentro de los presidentes Donald Trump y Xi Jinping en el marco del G-20 en Buenos Aires fue esperado por la prensa mundial –especialmente la norteamericana– con grandes expectativas. Daba la impresión de estar aguardando una histórica “cumbre de Buenos Aires” que marcaría el inicio de una nueva Guerra Fría. O que lo evitaría. El futuro de la relación es, sin duda, incierto.
El excesivo énfasis en los resultados del encuentro entre los líderes de las dos superpotencias, el primero cara a cara en más de un año, oscureció un aspecto fundamental de la reunión: Trump llegó al encuentro de ayer en una posición de debilidad. Tres factores restringen su capacidad de negociación.
Primero, la decisión norteamericana de negociar con China en soledad. Estados Unidos daña sus propios intereses al no avanzar en una agenda junto a sus aliados, especialmente la Unión Europea (UE), que le permita ir más allá de una disputa comercial de ataque y contraataque arancelario. No olvidemos que tan solo tres días después de asumir, Trump le dio un regalo maravilloso a China al retirarse del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.
Ese gran acuerdo comercial, que no incluía a China, abarcaba el 40% de la economía mundial y establecía las condiciones para crear un superbloque económico que afirmaría el liderazgo norteamericano en Asia y el Pacífico. Ya en enero de 2017, Estados Unidos se cerraba al mundo, creando un vacío de liderazgo que China, con gusto, se lanzaría a ocupar.
Segundo, el gobierno de Trump no logró definir una política coherente hacia China. Mientras los expertos debaten si la política de diálogo y compromiso de Barack Obama ha sido un fracaso o no, ha tomado fuerza la posición de que una nueva estrategia es necesaria.
El gobierno de Trump está divido entre quienes desean una diplomacia de compromiso y aquellos que impulsan una política de presión. Ambas posiciones tienen sus riesgos. En cualquier caso, esta indecisión dañó la capacidad de negociación norteamericana.
Transformación
Finalmente, estamos viviendo un momento de profunda transformación en el orden mundial, marcado principalmente por un retroceso de los valores democráticos. En este contexto, la pérdida de legitimidad exterior de Estados Unidos es importante. Más allá de los serios problemas que enfrenta la democracia norteamericana, la superpotencia del norte simboliza un modelo político alternativo a la autocracia de la República Popular China. Los cambios en la percepción sobre ambos países a nivel mundial son preocupantes.
Encuestas de opinión pública muestran una creciente inquietud internacional sobre el papel de Estados Unidos en los asuntos mundiales y un consenso acerca de China como un protagonista global mucho más importante que una década atrás. Una mayoría de personas en el mundo piensan que el gobierno norteamericano no tiene en cuenta los intereses de otros países cuando toma decisiones en política exterior. Más del 50% de los europeos sostienen que Estados Unidos no respeta las libertades individuales, sustancialmente lo opuesto que solo cinco años atrás.
Si bien una mayoría global todavía prefiere a Estados Unidos como líder mundial, un porcentaje mayor de encuestados expresa más confianza en el presidente chino que en Trump.
La percepción positiva de China es especialmente fuerte en África, Medio Oriente y partes del continente asiático. En la Argentina, Brasil y México, la confianza de la opinión pública en el gobierno chino es mayor que en el norteamericano. Hace seis años, solo la Argentina exhibía esta actitud.
Tal vez, como señala Li Xue, de la Academia China de Ciencias Sociales, no están dadas las condiciones para una nueva Guerra Fría. En su opinión, Estados Unidos y China están envueltos en una “lucha fría” en la que las dos potencias compiten en distintos campos hasta encontrar nuevos equilibrios. Veremos si Estados Unidos encuentra la destreza necesaria para balancear su posición de inconsistencia.
EE.UU. simboliza un modelo político alternativo a la autocracia china