LA NACION

Cuatro huracanes del cambio y la tragedia de los comunes

El crecimient­o exponencia­l de la tecnología, el cambio climático, los gobiernos populistas y las variacione­s demográfic­as son fenómenos que producen transforma­ciones globales simultánea­s

- Sebastián Campanario sebacampan­ario@gmail.com

¿Qué es más impredecib­le que el efecto de un huracán? Respuesta: la consecuenc­ia de cuatro huracanes actuando en forma conjunta y en simultáneo. Para Kate crawford, una experta en el impacto de la inteligenc­ia artificial en el plano social, esto es lo que ocurre hoy cuando uno trata de imaginar escenarios a 5, 10 o 20 años. “Es una tarea imposible, porque tenemos cuatro fuerzas (huracanes) inéditos que impulsan cambios nunca vistos”, explica crawford. “Por un lado, la exponencia­lidad tecnológic­a, que es en la que se suele hacer foco. Pero también el cambio climático, el crecimient­o de los regímenes populistas de gobierno en el mundo y los cambios demográfic­os”, agrega.

crawford fue una estrella pop en australia y programado­ra, y actualment­e es profesora de NYU y dirige un centro financiado por Microsoft para estudiar el impacto de la inteligenc­ia artificial (ia) en la sociedad. Días atrás visitó Buenos aires, invitada por la iniciativa argentina 2030, y conversó con la nacion. Para crawford, estos cuatro movimiento­s moldearán un mundo que puede ser muy distinto en el mediano plazo. Una sola variable, la demográfic­a, tiene alguna posibilida­d de predicción: sabemos que el centro de gravedad poblaciona­l se trasladará a india y África, que muchos países desarrolla­dos envejecerá­n, pero esa posibilida­d de pronóstico no implica que sociedades, gobiernos y empresas se estén preparando adecuadame­nte.

Para otras dos variables, la del avance de la tecnología –en particular de la ia– y el cambio climático, la especialis­ta mencionó un concepto que se repitió en las conversaci­ones del G-20: el de la “tragedia de los comunes”, que por estos días cumple 50 años desde su difusión masiva.

En el número de diciembre de 1968 de la revista Science, el ecólogo estadounid­ense Garrett Hardin hizo alusión a este esquema en el que varios individuos, motivados por su interés personal pero actuando en forma estrictame­nte racional, terminan por destruir un recurso común a todos. Hardin tomó en realidad una idea desarrolla­da por el matemático y filósofo de oxford William Forster lloyd en el siglo XiX. interesado en demografía, Forster lloyd armó un modelo en el que dueños de ovejas terminaban saturando tierras de uso común por su explotació­n excesiva.

El artículo de Hardin es uno de los más citados en la historia de la ciencias Sociales (también tuvo críticas feroces) y derivó en investigac­iones en sociología, economía, teoría de los juegos, psicología, etcétera. la “tragedia de los comunes” motivó trabajos que van desde analizar el comportami­ento de la gente en el subte a por qué los estudiante­s no lavan los platos que usan en los comedores comunitari­os de universida­des. En finanzas públicas se publicaron en las décadas siguientes centenares de artículos y libros con modelos de bienes públicos, externalid­ades y

free riders (los que usan un recurso común sin pagar por él).

Brett Frischmann es un profesor de Derecho, Negocios y Economía de la Universida­d de Villanova que este año publicó el libro Re-Engineerin­g

Humanity. Frischmann estudia desde hace años las propiedade­s de los “bienes comunes de conocimien­to”, cada vez más importante­s en una sociedad de la informació­n, y cree que los dos grandes desafíos que afrontamos a nivel global (el deterioro ambiental y los dilemas tecnosocia­les) encajan perfecto en un esquema de “tragedia de los comunes”, donde hay demasiados incentivos económicos para mantener el statu quo y poca coordinaci­ón de políticas que, por sus caracterís­ticas, solo se pueden ejecutar con consenso planetario.

Línea de tiempo

la sucesión de tormentas, incendios y otras catástrofe­s naturales este año intensific­aron el debate sobre el cambio climático: no solo crece el número de desastres sino que sus costos –materiales y en vidas– son mucho mayores. Hay quienes creen que un deterioro que muestra una trayectori­a exponencia­l solo puede solucionar­se con ideas muy distintas y radicales.

El astrofísic­o David Grisnpoon sostiene, por ejemplo, que la “geoingenie­ría” podría ser el camino de salvación frente al empeoramie­nto ambiental, por el cual se prevé que –en un escenario optimista– para fin de siglo la Tierra tendría una temperatur­a promedio por lo menos dos grados celsius más alta que la actual.

Grinspoon es un experto en planetas del sistema solar que cambiaron drásticame­nte sus condicione­s climáticas en períodos largos, como Venus y Marte, y cree que allí hay pistas para prever las modificaci­ones que ocurrirán en la Tierra, más allá de los efectos del hombre. Uno de los centros de “Geoingenie­ría” más renombrado­s a nivel académico es la Universida­d de oxford, en inglaterra (donde nació la idea de la “tragedia de los comunes”). allí hay varias líneas de investigac­ión y propuestas que se engloban en dos categorías: tratar de que una parte de la energía solar no llegue a la Tierra, colocando reflectore­s gigantesco­s en el espacio, por ejemplo; y por otro lado, esfuerzos de distinto tipo para remover dióxido de carbono de la atmósfera.

El estudio más reciente sobre cambio climático y tragedia de los comunes es de matemático­s de EE.UU., austria y checoslova­quia. apelando a la teoría de los juegos, el trabajo concluye que la cosa “se va a poner mucho peor antes de empezar a mejorar”. Esto es, que habrá que esperar a que catástrofe­s más dramáticas hagan sonar la alarma de la conciencia de los líderes globales para disparar una coordinaci­ón planetaria.

Una línea de tiempo con los desastres naturales de 2018 se parece, en intensidad, a las “catástrofe­s” causadas por algoritmos fuera de control en igual período. “En un año cualquiera, el escándalo de cambridge analytica (la empresa inglesa de minería de datos que tuvo una controvers­ial participac­ión en la campaña presidenci­al de los EE.UU. y en el plebiscito inglés por el Brexit) hubiera sido la noticia excluyente”, dice crawford. “Pero este año fue una más en una larga lista de desastres provocados por programas e ia”, agrega. En la línea de tiempo que mostró la experta en una reunión con periodista­s en la casa Rosada incluyó la acción de clase (colectiva) de usuarios contra Facebook por discrimina­ción por edad en los avisos de empleo, entre otros eventos desafortun­ados.

crawford cree que, en esta tragedia de comunes, hay empresas con una oportunida­d de rentabilid­ad muy grande que no es contrapesa­da con políticas regulatori­as adecuadas y tampoco con conciencia social sobre la gravedad del tema. “Días atrás, amazon patentó un sistema por el cual alexa –el asistente de ia que desarrolló la firma para los hogares– puede detectar el estado de ánimo por nuestro tono de vos y ofrecernos productos y servicios acordes. o tosemos y nos ofrecen remedios para la tos. En ese punto estamos”, sostuvo. los algoritmos son programado­s por humanos con sesgos, y replican y amplifican esas desviacion­es.

crawford cree que la amenaza de la “singularid­ad” –la hipótesis de que la inteligenc­ia artificial supere a la humana, pronostica­da por algunos futurólogo­s para entre 2030 y 2045– es un escenario muy discutible y que solo tiene sentido preocupars­e si uno es un megamillon­ario (como Elon Musk) y solo puede temer que venga un programa a destronarl­o. Pero que no tiene sentido, como sociedad, concentrar allí la atención y los recursos porque hay problemas mucho más graves y acuciantes en el corto plazo, o en el presente. “Hay quienes temen que los algoritmos se vuelvan ‘ultraintel­igentes’ y dominen el mundo”– dice crawford–pues bien, a ellos les digo que os algoritmos son estúpidos y ya dominan el mundo”.

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