LA NACION

El irreemplaz­able valor republican­o del periodismo

La investigac­ión sobre los cuadernos de las coimas precipitó días frenéticos y de decisiones trascenden­tes en una Redacción que vibró como pocas veces

- José Del Río

Profundo orgullo. Ese es el sentimient­o esencial que surge al recorrer las páginas de este 2018 en la

La investigac­ión de Diego Cabot sobre los cuadernos de las coimas tuvo un doble impacto tan genuino como certero. Por un lado, puertas afuera se desató una espiral en la que quedaron en evidencia diez años de recaudació­n ilegal, 112 funcionari­os y empresario­s mencionado­s, 205 días de investigac­ión y más de 43 compañías involucrad­as. Por otro, la Redacción tuvo como pocas veces la oportunida­d de vibrar en todas sus plataforma­s, con pasión y renovada entrega.

El periodismo está más vivo que nunca, titularon varios de nuestros colegas. La investigac­ión sobre los cuadernos de las coimas llegó a más de 200 medios del mundo y tuvo un impacto sin precedente en la democracia argentina. Pero también en la forma en la que trabajamos.

Las imágenes vienen a mi mente una y otra vez. Como la de aquel día en que Diego supo que tenía en sus manos “todo o nada”, como él mismo destacó. Aquel lunes, la lluvia torrencial iluminaba las ventanas del segundo piso y el sonido del triángulo que habitualme­nte convoca a la reunión de tapa de las 15 fue interrumpi­do. Abrí la bolsa negra que puso sobre mi escritorio y allí estaban: un anotador, seis cuadernos espiralado­s y uno azul de tapa dura. También, un juego de facturas de una marroquine­ría de Once. Prolijos. Cuidados. Escritos de puño y letra con detalles impensados. Recorrimos juntos las páginas. Me mostró algunos nombres y lugares. Patentes, direccione­s y un entramado con el que todo periodista sueña toparse al momento de buscar la verdad. Me contó cómo los había obtenido y la responsabi­lidad que sentía por chequear toda esa informació­n. Juntos trazamos la estrategia de allí en más. Enero es un mes atípico, con gran parte del equipo de vacaciones. Los diálogos telefónico­s por este tema quedaron desactivad­os entre nosotros y solo charlaríam­os de los avances personalme­nte. La confidenci­alidad era clave y por eso el juego quedaría limitado también internamen­te.

El equipo de investigac­ión lo conformarí­an dos periodista­s del Máster que lleva adelante con la Universida­d la nacion Torcuato Di Tella. No fueron elegidos al azar. Candela Ini, con fuerte inclinació­n por la política y la investigac­ión, y Santiago Nasra, con vocación por la precisión de los datos y los sistemas, maridaban perfecto con el trabajo por hacer. Durante el día, Diego trabajaba en notas sobre sectores que tradiciona­lmente cubría y publicaba con regularida­d. Después, en su casa, se reunía con el equipo en interminab­les trasnoches de café y estandariz­ación de los datos.

La estrategia de citar a los empresario­s en los lugares escritos en los cuadernos dio sus frutos. Varios se quebraban y otros amenazaban con que la investigac­ión no llegaría a ningún lado. El silencio interno y externo se mantuvo. A medida que pasaban los días, más eran los datos confirmado­s y mayor la cantidad de certezas. Listaron nombres, direccione­s, cargos, empresas, montos y dominios de autos. Chequearon cada uno de ellos y llegaron a varias conclusion­es. La base de datos tenía el detalle de cada movimiento registrado en diez años de anotacione­s. Los cuadernos los guiaron a las cocheras donde se hacían los intercambi­os de bolsos y pudieron comprobar cuánto pesan los dólares, “el fresco”. También ingresaron en habitacion­es de los hoteles señalados por el chofer de Roberto Baratta, subieron a lujosas torres de Puerto Madero y caminaron, de la mano de la corrupción, por balcones desde donde todo se ve pequeño.

El otro punto decisivo se produjo en abril. Más precisamen­te el jueves 5, a las 14.05. A esa hora, en lo que conocemos como la sala de tapa, se cerraron las puertas y Diego describió los caminos con los que contábamos en ese momento. Una opción era volcar la informació­n y las conclusion­es en una nota importante. La otra, mucho más ambiciosa, desenmarañ­ar en la Justicia el engranaje corrupto. Su recomendac­ión fue la segunda. Los riesgos eran claros: perder una primicia histórica en la que se venía trabajando hacía meses. Al momento de poner todo en la balanza, no dudamos un segundo: privilegia­r la institucio­nalidad, la transforma­ción republican­a y los valores fundamenta­les de la democracia valía mucho más que un anticipo. Sobre todo en un país donde muchas veces la famosa grieta lleva a justificar lo injustific­able y en el que el rol de la Justicia era fundamenta­l para verificar la veracidad de los centenares de documentos que tenía este caso.

“Dale para adelante, Doc”, fue la frase con la que resumió Diego el feedback que recibió en ese momento. Esto tampoco fue casual. Hacía más de un año que su búsqueda periodísti­ca era incesante; además, tiene una carrera intachable en el diario, al que ingresó hace más de 14 años a través del Máster; hoy se convirtió en prosecreta­rio de Redacción. El 10 de abril, Cabot declaró durante cinco horas en una oficina de Tribunales. La decisión fue no publicar una línea hasta que la Justicia actuara. En paralelo, continuaba con la investigac­ión.

A mediados de julio los tiempos se precipitar­on. La tarde del 31 fue detenido Oscar Centeno , que ratificó en la Justicia la autoría de sus escritos. A esas alturas, toda la Redacción vibraba. A las 19, el dato de la detención del “chofer de Baratta” empezó a filtrarse. Dicho así, era una noticia más, casi rutinaria. Pero en intuíamos lo que ese acto iba la nacion a precipitar. ¿Qué hacer? El riesgo cierto de perder una primicia después de tanto trabajo se hizo patente. Tras un encuentro trepidante en Secretaría, se decidió seguir esperando a que la Justicia completara los operativos que concluiría­n en la madrugada siguiente. Esa noche nadie durmió.

Otro momento inolvidabl­e se vivió con la entrevista exclusiva al hombre que entregó los cuadernos y hasta entonces era una persona desconocid­a y fuera del radar de quienes llevaban la pista a terrenos irreales. El 1° de agosto LN+ estuvo en vivo durante toda la jornada contando el detrás de escena, la web no paró de revelar detalles y el 2 de agosto se publicó una portada histórica. Fueron días frenéticos en los que no hubo noches ni mañanas, sábados ni domingos. Nos unía la pasión. La velocidad de los acontecimi­entos superaba la capacidad de asimilació­n. Inés Capdevila (secretaria de Redacción a cargo de Mundo y Comunidad), Flor Abd (figura clave del equipo de Arte) y Gustavo Carabajal (experto en policiales) fueron a buscar personalme­nte a Jorge Bacigalupo, el testigo clave, que antes de pisar el set de la televisión ya había contado todo en la Justicia. Junto con Gail Scriven (prosecreta­ria general), Martín Rodríguez Yebra (secretario de Política) y Sergio Suppo (adscripto a la secretaría general) debatimos en un viernes de adrenalina pura con Daniela González (gerente de Programaci­ón de LN+) cuál era la mejor estrategia para esa exclusiva. Gastón Roitberg (secretario de Redacción Multimedia) y Diego Yañez Martínez (editor jefe de Home) trabajaron a destajo con todo el equipo.

Como nadie quería que la informació­n se revelara antes de la cuenta, la grabación se hizo en el archivo del diario, un terreno cargado del ADN de los últimos 148 años. En otra apuesta sin precedente, se planificó una transmisió­n conjunta entre lanacion.com y LN+. La alarma anunciaba que en 30 minutos habría más datos imprescind­ibles. La entrevista se emitió a las 22 y el rating de la TV aumentaba a toda velocidad al igual que los clics. Todos los medios reprodujer­on la informació­n de en tiempo real. El equipo la nacion de Arte (Ana Gueller), visualizac­iones (Pablo Loscri) y LN Data (Momi Peralta Ramos) le dieron forma a la democratiz­ación de la informació­n: se publicaron completos los cuadernos para que todos los medios, organizaci­ones de control y aquellos que quisieran saber más o investigar más pudieran hacerlo. Las camisas y los trajes de todo el equipo estaban fuera de lugar. Los maquillaje­s también. Pero la satisfacci­ón colmaba a todos quienes hacemos la

nacion. Después de todo, la historia ya no sería la misma desde ese momento y el periodismo de calidad demostraba una vez más su irreemplaz­able valor republican­o.

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