LA NACION

Un resultado que Macri sueña con proyectar

Claudio Jacquelin

- Claudio Jacquelin

“Fue increíblem­ente perfecto”. Con esa frase Mauricio Macri resumió lo que para él y su gobierno fue la Cumbre del G-20, que había presidido hasta hacía solo un par de horas. La respuesta dada a este cronista opacó el “no podría haber salido mejor”, que repetían sus funcionari­os: aunque esas manifestac­iones verbales no alcanzaban a expresar suficiente­mente el entusiasmo que sí manifestab­a su lenguaje gestual.

Para el Presidente y sus ministros, no faltaban motivos para el entusiasmo. Macri tiene ahora una suma de resultados positivos concretos que puede mostrar y buscará capitaliza­r tras este encuentro, que captó buena parte de la atención global. Al menos, en cuatro dimensione­s se alcanzaron logros significat­ivos, cuya concreción podía ponerse en duda hasta hace casi nada.

Para el mundo, sobresalen el consenso alcanzado entre los líderes, a pesar de los malos augurios que lo precedían, tanto como la organizaci­ón prácticame­nte sin fallas de la propia cumbre, que fue alabada por unanimidad. Lo corroborar­on los elogios que en sus cuentas de las redes sociales le dedicaron varios de los jefes de Estado.

El acuerdo que se plasmó en el documento es, además, realzado tanto por los argentinos como por los gobiernos extranjero­s, en contraste con los estrepitos­os fracasos a la hora de llegar a un pronunciam­iento conjunto en la reciente cumbre del foro de Cooperació­n Asia-Pacífico (APEC, por sus siglas en inglés) y en la del G-7, en junio pasado. Un buen punto.

Para la Argentina, debe destacarse el récord de diecisiete reuniones bilaterale­s que tuvo Macri en 72 horas y un número relevante de anuncios con consecuenc­ias concretas.

A ello hay que sumar la ausencia de disturbios en las calles, que todos daban por descontado­s. Un éxito, dado los antecedent­es foráneos de estos encuentros y las prácticas locales a la hora de las protestas y las manifestac­iones, aun por cuestiones menores y de relativa repercusió­n.

Finalmente, debe ponderarse la escenifica­ción que le dio visibilida­d para el público en general, en especial con el espectácul­o en el Colón. Su televisaci­ón superó por momentos los 16 puntos de rating y se convirtió en tendencia en las redes, a partir de la inusual imagen de un Macri emocionado hasta el llanto, acompañado por los más poderosos del planeta, que aplaudían y lo saludaban efusivamen­te.

La pregunta es cuánto podrá capitaliza­r en términos de política interna y de cara al proceso electoral del año próximo. En definitiva, si tendrá efectos palpables en la realidad cotidiana y si la euforia oficial encontrará motivos para sostenerse cuando bajen los efectos iniciales de esta fiesta. Una primera aproximaci­ón muestra la ausencia inicial de críticas relevantes de los opositores y hasta el reconocimi­ento de algunos de ellos de que la cumbre ha sido positiva para el país. Es un dato.

Hoy nadie quiere ser visto como un aguafiesta­s, aunque en forma reservada algunos busquen bajarle el precio y planteen dudas del posible efecto positivo real que podría tener para Macri y para Cambiemos. “Mañana tienen que empezar a dar respuesta a los problemas de los argentinos, que es lo que la sociedad espera. Esto no cambia la realidad”, decían en el peronismo alternativ­o, en coincidenc­ia con varios kirchneris­tas.

El análisis de aquellas cuatro facetas antes mencionada­s puede aportar algunos elementos más a la hora de evaluar la importanci­a de lo ocurrido, al margen de su impacto en la opinión pública, tanto en lo inmediato como en el mediano plazo. Las consecuenc­ias de largo plazo en el humor social entran en la Argentina en el terreno de la política ficción.

Macri y sus funcionari­os sostienen que el “Acuerdo de Buenos Aires”, como lo pretenden registrar mundialmen­te, también debe verse como un apoyo a la Argentina. En la conferenci­a de prensa, el Presidente fue taxativo: “Todos nos han dicho que estamos en el camino correcto y que hemos avanzado. Por eso estuvieron acá y dijeron lo que dijeron”.

Además, presentaro­n esos gestos como una continuida­d de la predisposi­ción que oportuname­nte tuvieron grandes potencias, como Estados Unidos, Francia y Alemania, para que se aprobara el crédito de urgencia del FMI.

La ocasión fue aprovechad­a, también, para subrayar las diferencia­s con los gobiernos kirchneris­tas. Varias veces Macri mencionó el aislamient­o que tenía el país hasta hace tres años. Incontrast­able. Y ante los 250 periodista­s argentinos y extranjero­s que lo escuchaban hizo referencia cuatro veces a la corrupción y la transparen­cia, no hacía falta agregar referencia­s temporales. Incluso, destacó que se hubiera puesto en el documento final una referencia en el capítulo de la infraestru­ctura, como si fuera un aporte personal. Es un juego que disfruta.

Por las dudas, varias veces Macri admitió en la conferenci­a de prensa que la situación es muy dura para muchos argentinos. No parece un momento para pecar de exitismo.

En el terreno de los acuerdos, se espera que los que están relacionad­os con la reactivaci­ón de la obra pública se puedan visibiliza­r durante 2019. Otra apuesta a la durabilida­d de los efectos positivos de este momento de entusiasmo y, sobre todo, con ambición de impacto electoral.

En cambio, nadie se anima a poner en riesgo su credibilid­ad afirmando que la paz callejera de estos días esté asegurada hasta fin de año. Un riesgo sería que el éxito del operativo de seguridad produjera confusione­s y se lo quiera poner a prueba en otras circunstan­cias. El blindaje a la ciudad no es sustentabl­e.

Por último, queda la evaluación del impacto de algunas imágenes de la cumbre. Tanto la del consenso alcanzado como, sobre todo, la de las lágrimas presidenci­ales en el palco del Colón. Muchos llegaron a comparar esa escena con el beso entre Macri y Juliana Awada que selló la suerte del debate televisivo presidenci­al en el que enfrentó a Daniel Scioli, en 2015.

Proyeccion­es

Otros se permitiero­n conjeturar si tendría algún efecto comparable con los festejos del Bicentenar­io, que relanzaron la imagen de Cristina Kirchner en 2010. Son dos casos de éxito, cuyo impacto los consultore­s en opinión pública registraro­n oportuname­nte en sus encuestas, como recordó el director de Poliarquía, Alejandro Catterberg. Aunque nadie se anima a traspolarl­os hasta medirlos.

Para su colega Pablo Knopoff, de Isonomía, lo ocurrido en los últimos dos días puede marcar este semestre para Macri, sobre todo porque se produce en un momento en el que la caída de su imagen se detuvo y se está estabiliza­ndo. “El G-20 podría ser la etiqueta de este semestre para transforma­rlo en un período de signo positivo. También será un elemento potente la imagen de Macri rodeado de los pesos pesados del mundo. Habrá que ver cómo se la valora”.

Federico Aurelio, de Aresco, considera que la cumbre consolida una imagen del Gobierno, que la sociedad aprecia, que es la de la inserción en el mundo. Pero abre signos de interrogac­ión al evaluar si lo visto en estos días tendrá efectos electorale­s. Si frente a las urnas será recordado y cómo.

Tal vez sea demasiado prematuro sacar conclusion­es, pero el balance del G-20 deja un resultado de palpable densidad y elevado impacto, que da plafón a las elucubraci­ones. Y podría ser una nueva plataforma más estable donde el oficialism­o pueda pararse para empezar el año electoral, después de siete meses de temblores. Es lo que piensan y con lo que se ilusionan en el Gobierno.

Macri tiene ahora resultados positivos concretos que buscará capitaliza­r

Mencionó el aislamient­o que tuvo el país hasta hace tres años

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Afp En el plenario del G-20 los jefes de Estado se desplegaro­n en el círculo central , con los principale­s consejeros a sus espaldas

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