AMIGOS NOTABLES LO EVOCARON EN LA BIBLIOTECA NACIONAL
La Academia Nacional de Periodismo evocó al ilustrador y artista en un acto en la Biblioteca Nacional; todos lo reconocieron como maestro y sonó la música que amaba, el jazz
A dos meses de la muerte de Hermenegildo Sábat, la Academia Nacional de Periodismo rindió homenaje al artista, quien fue presidente de la entidad hasta el 2 de octubre. El emotivo acto, que reunió a amigos, familiares y colegas del gran ilustrador, se realizó ayer en el auditorio de la Biblioteca Nacional. Hubo palabras afectuosas, un video con fragmentos de sus últimas entrevistas y música a cargo del grupo Opus 4. La conducción estuvo a cargo de Fernando Bravo, que dijo que Sábat “nos abrió la cabeza a partir de una sonrisa”. Una pantalla con un autorretrato del ilustrador presidía la escena, con la frase: “Menchi, dibujos que aprendimos a leer”.
Lauro Fernán Laíño, que asumió la presidencia de la Academia tras la muerte de Sábat, retrató la personalidad de quien hizo del periodismo una de las bellas artes. “Fue Menchi un ilusionado servidor del público, y ese público resultó el noble inspirador de tantas ilustraciones”, dijo, y agregó que Sábat fue “un príncipe del periodismo”.
Estuvieron presentes su esposa, Blanca, y sus hijos, Rafael y Alfredo. También, compañeros de redacción como Ricardo Kirschbaum, Eduardo van der Kooy, Daniel Santoro, Alberto Amato y Sendra, de Clarín. Héctor D’Amico, y Jorge Fontevecchia, de Perfil. También el embajador de Uruguay, Héctor Lescano Fraschini; los escritores Beatriz Sarlo y Carlos Bernatek; Ezequiel Martínez, de la Biblioteca Nacional, y José Ignacio López. El segmento musical dio cuenta de una de las grandes pasiones de Menchi, como lo llamaban cariñosamente sus amigos: la música. Opus 4 interpretó dos temas de jazz, entre ellos, “It don’t mean a thing”, de Duke Ellington.
Fue precisamente a los músicos a quienes Sábat dedicó algunos de sus mejores retratos, que fueron incluidos en su libro Jazz a la carte (Dizzy Gillespie estaba entre sus preferidos), o en distintos ejemplares de la revista del Teatro Colón. Allí están para corroborarlo magníficas piezas consagradas a Mahler (otra de sus predilecciones), Strauss o Alban Berg. La otra columna del trabajo de Sábat era, claro, la actualidad. Y ese fue, justamente, el eje del discurso de Van der Kooy, con quien Sábat trabajó a la par en Clarín, donde fue el gran ilustrador político durante más de cuarenta años. Recordó que pasó más de dos décadas compartiendo “la tarea de hacer un diario cada día”. Solían reunirse los viernes, él le contaba las columnas y Sábat absorbía ideas. “Sigo teniendo su compañía –dijo–. Sigue dibujando aunque no esté”.
Por su parte, Sendra dijo que “Sábat nos engañó a todos. Nos hizo creer que dibujaba caricaturas, pero tenía una fábrica de espejos. Era un dibujante de lo intangible”.
Se proyectó un video que compiló los mejores momentos de sus dos últimas entrevistas: la que le realizaron Graciela Fernández Meijide para la Televisión Pública y Hugo Alconada Mon para LN+.
Sábat murió el 2 de octubre a los 85 años. Reconocido por sus dibujos en el diario Clarín, donde trabajó desde 1973, falleció mientras dormía. Había nacido en Montevideo en 1933 y residió en Buenos Aires desde mediados de los años 60. Se desempeñó en el diario La Opinión y en la revista Primera Plana. Es personalidad emérita de la cultura y ciudadano ilustre de Buenos Aires. En 1988 recibió el Premio María Moors Cabot, que concede la Universidad de Columbia. En 2005 Gabriel García Márquez le entregó el Premio Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. En 2008 lo nombraron miembro de la Academia Nacional de Periodismo, de la cual fue presidente hasta su muerte. El año pasado, la Fundación Konex lo distinguió con el galardón de Brillante, a la personalidad destacada de la década 2007-2016.
El acto de homenaje fue, más que nada, un encuentro de amigos, colegas, familiares y alumnos de su taller de artes plásticas que querían volver a despedirlo cuando pasaron, apenas, dos meses y tres días de la partida de este hombre que, como dijo alguien, nos enseñó que el mejor periodismo se hace también sin palabras.