LA NACION

Rosatti y Rosenkrant­z, las dos figuras antagónica­s del nuevo fallo

- Paz Rodríguez Niell

La Corte Suprema cambió su criterio y sostuvo, a diferencia de lo que había dicho el año pasado, que el beneficio del 2x1 no es aplicable a los condenados por delitos de lesa humanidad.

El voto clave del fallo de ayer, determinan­te para conformar la nueva mayoría, fue el de Horacio Rosatti, al que Elena Highton se sumó. Rosatti había sido categórico en el caso Muiña y había dicho que, más allá del “dilema moral” que implicaba favorecer a condenados por crímenes que “expresan el estadio más degradado en que ha caído la naturaleza humana”, el 2x1 era aplicable también a ellos porque en ningún momento la ley hacía una excepción en su contra.

Había sido en Muiña donde se dio el debate de fondo. Ricardo Lorenzetti y Juan Carlos Maqueda, en minoría, dijeron que los delitos de lesa humanidad no son como los demás; no resisten la posibilida­d de amnistía, indulto ni prescripci­ón. Tampoco –afirmaron– del 2x1.

Rosatti, que ayer formó mayoría con ellos, no volvió sobre esa discusión. Lo que alegó es que la situación cambió. El fundamento que citó fue la ley del Congreso, posterior al fallo Muiña, que precisó los alcances de la vieja ley del 2x1, y sostuvo que ese régimen “no es aplicable” a “delitos de lesa humanidad, genocidio o crímenes de guerra”.

En materia penal no puede aplicarse jamás una nueva ley con efectos retroactiv­os en contra del acusado. No está permitido cambiarle las reglas del juego en su contra. ¿Es válida entonces esta nueva norma? ¿Es una aclaración o una nueva decisión del Congreso? Aun si es “interpreta­tiva”, ¿es constituci­onal?

Esa discusión es el nudo del fallo de ayer. Para el presidente del tribunal, Carlos Rosenkrant­z, no. Para Rosatti y Highton, sí.

Rosatti y Highton advirtiero­n que la Corte ha admitido “pacíficame­nte” la existencia de leyes “interpreta­tivas”, como esta, con las que el Congreso establece el significad­o que debe dársele a una ley sancionada con anteriorid­ad. Es lo que se conoce como la “interpreta­ción auténtica”, la que hace el propio autor de la norma. Para Rosenkrant­z, en cambio, la nueva ley no justifica el cambio de criterio porque es, lisa y llanamente, “inconstitu­cional”. El presidente de la Corte argumentó que no es en realidad una ley interpreta­tiva y que, aun si lo fuera, no son admisibles leyes interpreta­tivas más perjudicia­les en materia penal porque está en juego una garantía central “en la tradición del humanismo liberal”: el principio de irretroact­ividad penal.

Cuando Rosatti, Highton y Rosenkrant­z conformaro­n la mayoría en Muiña, fueron criticados por todo el arco político y el rechazo social fue mucho mayor de lo que hubieran podido imaginar. Se trató de un golpe muy duro, sobre todo para Rosatti y Rosenkrant­z, que por entonces acababan de llegar a la Corte. Una multitud llenó la Plaza de Mayo. Esa misma multitud empujó la nueva ley del Congreso, sancionada por todos los senadores y diputados, con la sola excepción del salteño Alfredo Olmedo. Aquella ley es la que hoy invoca la mayoría para el cambio de criterio.

Rosenkrant­z, en cambio, eligió mantenerse en su postura original. Le pesa lo que Rosatti llamó el “dilema moral” de favorecer a represores, pero elige no dar el salto. Carlos Pagni lo definió como un “academicis­ta liberal, en el sentido anglosajón de esa etiqueta”. Como tal, Rosenkrant­z se siente cómodo en la soledad de su disidencia. Incluso cuando la política lea su situación como la de un presidente que volvió a perder.

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Na El presidente de la Corte, Carlos Rosenkrant­z, en la presentaci­ón del plan Justicia 2020

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