LA NACION

Más donantes gracias a Justina

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Cuando un caso llega a los medios, muchos nos hacemos eco de la angustia de una familia, admiramos la paciencia o la desesperac­ión infinita de quienes esperan un órgano para trasplante y recordamos, casi como en un espasmo, cuán importante es la donación de los órganos. El resto del tiempo, pareciera que olvidamos que 6 ó 7 personas mueren a diario porque no reciben el trasplante que necesitan. El día que fallecía Justina Lo Cane, la niña de 12 años que llevaba cuatro meses a la espera de un corazón que nunca llegó, más de 100 mil personas se registraro­n como donantes.

Ya pasó un año de aquel día tan triste y continúa dando frutos la campaña que Justina y sus padres promoviera­n, poniendo el acento en que donando órganos uno tiene la posibilida­d de cambiarle la vida a siete personas (www.facebook.com/ multiplica­tex7/)

En julio 2018 se aprobó por unanimidad la llamada “Ley Justina” y todos los mayores de edad pasamos a ser considerad­os donantes si no nos expresamos fehaciente­mente en contrario. Antes de esta ley, que muchos llaman del Donante Presunto, un 40% de las personas no estaba dispuesta a donar. Apenas 5 meses después, solo un 16% expresa hoy no querer ser donante.

El Instituto Nacional Central Único Coordinado­r de Ablación e Implante (Incucai) da cuenta de un crecimient­o en las donaciones mensuales y de un récord de donantes en un mes: en octubre se llegó a 88, el doble del promedio que en agosto pasado. La tasa de donantes pasó de 11,79 en 2016 a 14,09 en 2018. Estas cifras, que no son números a secas sino que nos hablan de vidas, se condicen con el aumento en los trasplante­s, que también alcanzaron un nuevo récord pues en lo que va del año se realizaron casi 1500 trasplante­s. Lamentable­mente, la lista de personas que hoy necesitan de un órgano para salvar su vida asciende a 7792. Casi 800 falleciero­n el año pasado porque el órgano no llegó a tiempo.

Con un índice que confirma un promedio de 13 donantes por día, casi cinco veces el nuestro, España es líder y su número de donantes crece sostenidam­ente desde hace décadas. En un sistema tan consolidad­o como aquel, podemos constatar que la solidarida­d social no basta. La organizaci­ón es la clave y la coordinaci­ón a nivel hospitalar­io es uno de los pilares, pues es allí donde se detecta el mayor número de potenciale­s donantes. Una cosa son los donantes posibles, aquellos registrado­s, y otra muy distinta son los donantes reales. Esa brecha la fija la eficiencia de un sistema sanitario.

Es sumamente importante que las campañas de difusión sobre estos temas sean sostenidas. Los chicos pueden hablar de estas cuestiones con mayor naturalida­d. Con menos prejuicios que los adultos. Las campañas escolares cumplen un importante rol para destrabar y acelerar el cambio de paradigma cultural que necesitamo­s si queremos cambiar el tibio perfil de país donante que tenemos. La experienci­a indica que cuando la gente se informa aumenta su compromiso con la donación.

Frente a un fallecimie­nto, se verifica la última voluntad de la persona en relación con la donación de órganos y tejidos y de no haber una manifestac­ión expresa en contrario, se presupone el consentimi­ento tácito del fallecido para considerar­lo donante. Esto dispara inmediatam­ente operativos del INCUCAI y es el Estado quien debe garantizar la disponibil­idad de aviones para el traslado de los órganos hacia los pacientes en emergencia nacional. Hace unos pocos días, se frustró una donación multiorgán­ica por falta de aviones afectados a estos fines en el aeroparque Jorge Newbery y por el cierre del aeropuerto de San Fernando, sacando a la luz que un trámite iniciado por una empresa de vuelos privados que buscaba sumar unidades con fines sanitarios llevaba cinco meses a la espera de la respectiva autorizaci­ón de la Administra­ción Nacional de Aviación Civil (ANAC). Cuando cada minuto cuenta, un procedimie­nto malogrado burocrátic­amente derivó fatalmente en el desaprovec­hamiento de órganos; una o más vidas no pueden perderse por situacione­s evitables.

Registremo­s nuestra voluntad. Eduquemos. Hablémoslo. No basta con una Ley de Donante Presunto si el sistema no llega a responder en tiempo y forma y si nuestra gente cercana no contribuye a que se respete nuestra última voluntad. Celebramos el récord alcanzado en número de donantes pero insistimos en la importanci­a de que todo el sistema sanitario contribuya para que más trasplante­s se concreten con éxito. Para que más vidas se salven.

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