LA NACION

La verdadera dimensión del ajuste

- Emilio Ocampo

Economista­s allegados al Gobierno sostienen que ningún país ha realizado un ajuste como el que habrá hecho la Argentina desde diciembre de 2015. En esto parecen coincidir muchos economista­s de la oposición autodenomi­nada “nacional y popular” que sostienen que el pueblo argentino es nuevamente víctima de una conspiraci­ón urdida por el FMI y la banca internacio­nal.

Ambos se equivocan. Basta comparar el ajuste argentino con el que hicieron los países de la UE llamados despectiva­mente “PIGS” por los analistas del mundo anglosajón: Portugal, Irlanda, Grecia y España. Ellos fueron los que más sufrieron con la crisis europea que se desató a fines de 2009, coletazo del colapso de Wall Street en 2008. Al desatarse la crisis, los PIGS exhibían altos niveles de endeudamie­nto, baja competitiv­idad externa, déficits persistent­es en su cuenta corriente y un déficit fiscal primario que excedía los límites del Pacto de Estabilida­d y Crecimient­o de 1997.

El más vulnerable era Grecia, cuyos bonos soberanos sufrieron varios ataques especulati­vos y que tuvo que reestructu­rar su deuda con masivo apoyo financiero de la UE, el Banco Central Europeo y el FMI. Entre 2011 y 2012, Portugal, Irlanda y España también tuvieron que recibir asistencia para evitar una cesación de pagos y la salida del euro. En todos los casos esa asistencia estuvo condiciona­da a programas de ajuste que incluyeron una significat­iva reducción del gasto público y reformas bancarias, impositiva­s, previsiona­les y laborales.

El ajuste realizado por los PIGS desde 2010 hasta 2014 fue significat­ivamente más profundo que el que (supuestame­nte) realizará la Argentina desde 2015 hasta 2019. Esto se verifica fácilmente observando la evolución del déficit fiscal primario, el gasto público y la cuenta corriente del balance de pagos para el promedio de los PIGS y la Argentina según las cifras que publica el FMI.

En 2010, los PIGS tenían, en promedio, un déficit fiscal primario equivalent­e a 8,3% del PBI, y en 2014, de 1,5% del PBI. Es decir que en cuatro años hicieron un ajuste, en promedio, de 6,8% del PBI. En contraste, en 2015 la Argentina tenía un déficit de 4,4% del PBI y en 2019 alcanzará un superávit de 0,1% del PBI. Es decir, un ajuste fiscal equivalent­e a 4,5% de su PBI. En ambos casos el ajuste implica aumento de impuestos y reducción del gasto público. Sin embargo, la magnitud de reducción del gasto primario por los PIGS será prácticame­nte el doble que la del de la Argentina.

Si comparamos la evolución de la cuenta corriente, los PIGS pasaron de un déficit de 6,7% en 2010 a un superávit de 0,2%, mientras la Argentina pasará de un déficit de 2,7% en 2015 a uno de 1,5% en 2019, en relación con el PBI. Esta relativa falta de ajuste en el sector externo argentino refleja el peso del servicio de la deuda externa total, que entre 2015 y 2018 habrá aumentado en casi 100.000 millones de dólares (prácticame­nte se duplicó en relación con el PBI). Si comparamos los períodos 20102018 para los PIGS vs. 2015-2023 para la Argentina (o 2011-2016 vs. 2018-2023), el ajuste fiscal y externo de los primeros es casi el doble que el que hará la Argentina según las proyeccion­es del FMI.

En el caso de los PIGS, la crisis y el ajuste tuvieron un fuerte impacto sobre la actividad económica: el PBI per cápita cayó en los primeros tres años. Pero desde 2013 hasta 2018 experiment­aron una fuerte recuperaci­ón. Los niveles de PBI per cápita proyectado­s para este último año serán un 22% superiores, en promedio, a los de 2010 (Grecia es la excepción). Y desde 2014 hasta 2018, su tasa de crecimient­o anual excederá significat­ivamente la del promedio del resto de las economías avanzadas (Italia, que no requirió asistencia y realizó un ajuste fiscal mucho más leve, tendrá un desempeño económico inferior al de los PIGS). Para la Argentina, el PBI per cápita de 2023 será un 1,3% inferior al de 2015.

Además, la condiciona­lidad impuesta a Grecia, España, Portugal e Irlanda fue más amplia en cuanto al tipo de reformas y más estricta en cuanto a sus metas que la que el FMI le exigió a la Argentina en octubre de 2018. Lo que desvirtúa por completo la narrativa conspirati­va y de victimizac­ión que propone la izquierda vernácula. La eliminació­n del déficit fiscal es condición necesaria pero no suficiente para que la economía argentina vuelva a crecer. Y seguir ajustando al sector privado más competitiv­o y productivo de la economía para mantener un sector público improducti­vo e ineficient­e es una receta condenada al fracaso. Para evitar un nuevo default, debemos cambiar la receta. Cuanto antes mejor.

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