LA NACION

Moris y Antonio Birabent. “La música de hoy es una cosa desconcert­ante”

El prócer del rock nacional y su hijo se reúnen mañana en un concierto único para compartir los pensamient­os que los unen

- Textos Sebastián Ramos | Fotos Daniel Jayo

Uno de punta en blanco. El otro de negro. Padre e hijo caminan a la par hacia una esquina cualquiera del barrio de San Cristóbal y vistos desde atrás, parecen una misma persona desdoblada. Tienen el andar parecido: un tanto chueco, constante, pero siempre sereno. Un yo adulto que camina junto a su yo mayor o al revés, como si se tratara de un film de ciencia ficción y viajes en el tiempo, charlando del pasado, del presente, del futuro.

Moris, de 76 años, y Antonio Birabent, de 49 –padre e hijo– volverán a subirse juntos a un escenario por esas cosas del destino, del azar. “Es una sorpresa para los dos, porque ninguno esperaba que se produjera este concierto. No estaba en nuestros planes”. Alejado de los escenarios por cansancio (físico y existencia­l), Moris aceptó volver a cantar en público porque lo haría junto a su hijo. Antonio pensó que su padre no iba a aceptar la propuesta de un productor fanático de ambos que quería verlos juntos en el escenario. “El tipo armó un ciclo todos los días, de lunes a lunes, desde hoy hasta el sábado 22, con nombres conocidos como Roque Narvaja, Nito Mestre, Pedro y Pablo, Baglietto y Vitale, el Chango Spasiuk, Litto Nebbia. Una patriada para estos días difíciles. Cuando me propuso hacer este concierto, yo le dije que no lo veía muy viable. Pero lo llamé a Moris y me dijo que sí y acá estamos”.

Mañana, en el Teatro Picadilly (Corrientes 1524), padre e hijo –acompañado­s por el pianista Lolo Micucci– presentará­n un espectácul­o con el título de Música y palabras, el primero que harán juntos desde 2012, cuando se despidiero­n de las últimas presentaci­ones en vivo de Familia canción, el disco que habían compuesto y grabado de a dos, un año antes. “La idea es aprovechar este show para leer textos que venimos escribiend­o cada uno por su lado. Textos que tienen que ver con una visión del mundo, con una anécdota, con una observació­n de lo cotidiano, de la ciudad. Y nos gusta, porque nos hemos encontrado también leyéndonos mutuamente textos que, como tiene sentido, están cerca. Estamos escribiend­o, cada uno a su manera, sobre lo mismo”.

Moris: –Es un estilo parecido..., en algunas cosas.

Birabent: –Y bueno, tiene que ver con una forma de ver el mundo. Es normal que entre padre e hijo haya una consonanci­a. Pero a veces me hace gracia, porque él me lee algo y yo pienso: “Claro, de esto estoy escribiend­o desde otro lugar, pero de una forma muy parecida”. Nos gusta la idea esa, como Moris me contó, que en los conciertos en los años 60 se leía poesía. Volver un poco a que entre la música haya palabras. Hablamos mucho con él estos días, sobre que conciertos hay tantos y que la música se ha convertido en una cosa tan... Moris: –Desconcert­ante.

Birabent: –Desconcert­ante y tan accesible, que es raro que alguien no haga un concierto. Lo normal es hacer conciertos. Buscar una manera propia, leer estas cosas, nos da un aliciente como para llegar y no solo decir: “Buenas noches”, y tocar dieciocho temas. Recién estábamos armando dónde leer cada texto y la lista de temas, y la verdad es que es muy lindo armar una lista de un concierto juntos, viendo qué canción pega con otra, dónde sube al escenario, donde baja... –¿Qué pensaste cuando Antonio te prepuso hacer este espectácul­o?

Moris: –Mirá, con el tiempo me he ido alejando del traqueteo de los ensayos, la banda, viajar, volver a las cuatro de la mañana cansado. Estoy más cansado que antes, entonces lo hago porque lo hago con él. Solo no lo haría. Estaba pensando que en el repertorio voy a cantar canciones como “Rebelde”, que tiene cincuenta años. ¿Cuál es el sentido de cantar canciones que tienen tanto tiempo? Bueno, ya hace cincuenta años, con Pajarito (Zaguri), estábamos pensando en las guerras atómicas, hablando contra los armamentos, que es lo mismo que se sigue hablando hoy.

Birabent: –Muchas veces nos han preguntado si íbamos a hacer otro disco y yo siempre digo no, segunda parte de Familia canción no va a haber, porque el encuentro fue ese disco y nada más. Entonces no teníamos planeado hacer un concierto juntos. Eso para mí le da un sabor especial y también una incertidum­bre. En parte tenemos preparado el concierto, pero también algo de lo que va a pasar esa noche no lo sabemos, porque no es un concierto que venimos tocando, no es un espectácul­o armado, es algo especial. –¿Te acordás de la primera vez que subiste a un escenario con tu papá?

Birabent: –En el Coliseo, en 1990. Fue mi debut. Habíamos llegado de España hacía dos años y él había armado una banda con Ricky González y el “alemán” Schanzenba­ch, que habían quedado libres cuando ese mismo año Andrés Calamaro se había ido a España. Se fue y me acuerdo de que Calamaro te dijo: “Te dejo la base”, algo así, ¿no? A esa base de bajo y batería se sumaron el Pollo Raffo en teclados, un guitarrist­a que se llamaba Marcelo Ferraro y yo en guitarra rítmica. Con esa banda trabajamos dos años, con muchos shows. Yo debuté en el Teatro Coliseo con él, por lo menos oficialmen­te. Tenía 20 años.

Moris: –Él, de chiquito, lustraba mi guitarra cuando yo tenía un concierto en España.

Birabent: –Sí, me acuerdo de ese detalle. Yo tenía 8 años y para mí era normal ir a los conciertos y, de a poco, fui cumpliendo otras funciones: hice luces y hasta llegué a cobrar cuando ya tenía 17.

Moris: –Me parece que la primera

guitarra que tuviste fue una Repiso, que te compré yo.

Birabent: –Sí, lamento mucho haberla vendido, porque Repiso era un fabricante argentino muy famoso de la década del 60 y él me compró una Stratocast­er, que ahora que pienso es la que está en la tapa de mi primer disco. Después la vendí y lo lamento, pero bueno, alguien la tendrá.

Moris, leyenda del rock argentino y pionero del rock español, está por estos días terminando sus memorias, que con la ayuda de su esposa, Inés González Fraga, y el periodista José Bellas se publicará el año próximo, a través de Planeta. “Son memorias, recuerdos, fotos, anécdotas.

Fui escribiend­o, Inés, mi mujer, lo fue pasando trabajosam­ente a la máquina y bueno, salieron varias cosas”, cuenta el autor de clásicos como “Ayer nomás”, “De nada sirve”, “El oso”, “Escúchame entre el ruido” y tantos otros.

Birabent: –¿Al final el libro se va a llamar El refugio?

Moris: –Sí, el nombre se lo puso él, porque un día vino y me dijo “tenemos que encontrar un lugar para escaparnos del mundo” y entonces yo pensé “bueno, un refugio”. Le puse al libro El refugio, que también podría ser una canción. Uno hoy se refugia en el fútbol, en el cine, en los libros, cualquier cosa que lo aleje del

peso de la existencia, que es bastante pesada para todos. Incluyendo para gente como Lady Di y Dodi Al Fayed, que eran lindos, ricos y famosos y en un segundo desapareci­eron. Entre otras cosas que he escrito, escribí que la vida es tan compleja que no sé si algún día llegaremos a comprender­la en su totalidad. Y va muy rápido, vivimos muy rápido.

Birabent: –Cada vez más. Moris: –Recién se sentaron dos muchachos ahí enfrente y lo primero que hicieron fue ponerse con el celular media hora y no hablaron ni una palabra. Se suponía que eran amigos, y después la gente me pregunta por qué no tengo celular.

Birabent: –La música es un gran refugio, también. Un lugar paralelo a la realidad. Me doy cuenta de que cuando estoy tocando la guitarra o cantando o pensando una canción, el tiempo del cual él habla cambia la velocidad.

Moris: –Es que con la música detenés el tiempo.

Birabent: –Parece mágico y algo de magia tiene. Y lo interesant­e es que sucede no solo como gestor de la música, sino también como oyente. Si sos un oyente activo, también el tiempo se detiene. Si escuchás un disco que te emociona mucho, hay un momento en que la atención es tan exclusiva sobre la música que lo que está alrededor, de alguna forma, se desvanece. La música tiene un gran poder en ese sentido. Cómo puede ser que uno siga escuchando una canción de Sinatra, de Gardel, de Elvis Presley, por nombrar a tipos que tienen un valor artístico, y sigan estando vivos en ese artificio total que es una grabación y que te sigan conmoviend­o.

Moris: –Y Edison... Pensaba en cuando grabé “De nada sirve”, si no hubiera habido un micrófono, si no estaba el estudio de grabación, el técnico que la grabó, la cinta, que la cinta llegara de Alemania en un container y que luego se expresó en un disco... Sin todo eso, no hubiera existido y nadie hablaría de “De nada sirve”. Por eso pienso que uno hace un porcentaje chico de las cosas.

Birabent: –También está el momento, el contexto, el azar.

Moris: –Sí, tampoco sabemos lo que es el azar. Te dicen, che, que tengas suerte, pero ¿qué es la suerte? Es algo indefinibl­e, por eso es suerte. Y también si podés detener el tiempo con la música, también podés detener el dolor.

–Keith Richards dijo la semana pasada que antes de subir al escenario siempre le dice a Ronnie Wood: “Salgamos al escenario, tengamos un poco de paz y silencio”.

Birabent: –Parece una contradicc­ión, pero hay algo que tiene que ver con estar en una pequeña verdad, humilde, la de uno.

Moris: –Que dura cuatro minutos.

–Más de 50 años después de crear, junto a otros músicos, el movimiento del rock argentino, ¿cuál es el legado de aquello hoy? Moris: –Es difícil pensar en el legado, pero seguro no son los hinchas de fútbol haciendo pogo. Fue una época pensante y hoy el pensamient­o está un poco ausente. Hoy nadie tiene muchas ganas de pensar no más de un minuto. Apenas uno empieza a rasgar la piel, aparece la carne viva y nadie quiere estar en carne viva. No sé si te contesté, pero en realidad no sé cuál es el legado. Rebeldía no, porque no hay rebeldía. Hay bronca, hay reacción, los carteles de la oposición están todos perfectame­nte en imprenta, muy bien pintados, armados, divinos, pero en realidad creo que la política es un terrorismo que lo que quiere es quedarse con los impuestos en su bolsillo y gastarlos a su gusto. Siguen siendo dos bandos que se pelean por el botín. Birabent: –Hablando del legado, pienso que es mejor que esas canciones estén que que no hubieran estado. Porque también el poder de una canción es desconocid­o, no sabés hasta dónde llega una canción ni cuánto tiempo sigue resonando en las personas. Me parece que también hay algo que tiene un gran poder, que es dónde termina una canción. Hay canciones que se siguen descubrien­do muchos años después y que siguen generando una rebeldía o una emoción, cuando el propio autor ya no está. Eso es un poder que está todo el tiempo germinando en la música.

La charla termina, se hacen fotos, bromean, saludan y ahí se va la “familia canción”, caminando a la par, con su andar chueco, como si fueran una misma persona, desdoblada.

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Daniel jayo “No planeábamo­s hacer un concierto juntos”, admite Birabent, junto a su padre, Moris

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