LA NACION

La estrella que necesita dejar de serlo para entonar su propia canción

Lejos de la industria discográfi­ca y en plena búsqueda personal

- Sebastián Chaves

”Venimos muy tranquilos, y quiero que sigamos así”. Ya pasó más de una hora de show y la cantante aún no levantó la voz. Aunque su caudal es enorme y su fraseo inevitable­mente soul, ha logrado establecer un clima de intimidad con swing. Pide que se enciendan las luces, pero no demasiado, y cuando la sala queda pintada de ocre, le dice al iluminador que eso es lo que quiere. Metáfora perfecta de cómo se mueve hoy, por decisión propia: a media luz y a medio volumen. Una diva en colores pastel.

Joss Stone ya no está interesada en grabar discos. Afirma que si alguna vez vuelve a grabar canciones las compartirá, pero que por el momento no tiene ganas de pasar por todo el trabajo de exposición que requiere la promoción de un álbum. Solo quiere cantar y sumarse a proyectos colectivos que rozan la world music y se mueven por canales alternativ­os. Una Chris McCandless del mundo pop. Aunque bien pudo haber tenido todo eso que se supone es el jet-set, eligió escapar y hacer su camino al costado de la fama. A sus 16 años, el show business la había adoptado como la Janis Joplin para el MTV tardío. El nuevo milenio había comenzado –irónicamen­te– mirando hacia atrás y cualquier atisbo retro era bien recibido (de Amy Winehouse a The Strokes). Y ahí estaba ella, una pequeña inglesa de rulos platinados y voz excepciona­l que se reconocía fanática de Aretha Franklin. Era la participan­te soñada para cualquier reality que busque a la nueva estrella de la canción. Nadie tenía su carisma ni interpreta­ba clásicos como ella.

Quince años después solo cambiaron las formas. Joss Stone mantiene su gola de terciopelo, ya sin necesidad de demostrar nada. Cuando sube a escena, no la moviliza otra cosa que cantar y pasarla bien, hacer de cada concierto un evento con su propio devenir y la dinámica que correspond­a. Cerca del cierre bromeó con el G-20 y advirtió que ya era hora de sonar un poco más fuerte. Y entonces lo hizo, no para cantar sobre sus triunfos amorosos, sino para el funk enérgico “(For God’s Sake) Give More Power to the People”. Pero el final devolvió a todos a sus asientos. A contramano del manual de cómo debe cerrarse un recital, pero en consonanci­a con su presente, eligió una balada. Más que nunca, Joss Stone está, como dice la canción, haciendo uso de su “derecho a equivocars­e” y para eso “necesita cantar su propia canción”.

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