LA NACION

La historia de Matías Zaracho, el motor y el hincha dentro de la cancha

“Racing para mí es todo”, cuenta el joven volante del líder del torneo doméstico; de fanatismo, necesidade­s y sueños de grandeza

- Nicolás Zuberman

Septiembre de 2017. Apenas había terminado el partido de vuelta ante Corinthina­s por los 16vos de final de la Copa Sudamerica­na, con los nervios aun latentes y el Cilindro de Avellaneda en estado de ebullición, una cámara de Fox Sports se acercó a Matías Zaracho para pedirle las sensacione­s del partido. “Aguante la

Academia, carajo”, fue la respuesta del mediocampi­sta. Con el tiempo, admitió que se arrepintió de no poder contener al hincha de adentro. No es sencillo para el juvenil de 20 años esconder esos sentimient­os: el

Negrito, como le dicen en el club, llegó a Racing a los ocho años, después de haber pasado por otros clubes de baby fútbol de Wilde, como Barrio Futuro y Estrella del Sur, donde también arrancó Diego Milito.

“Racing para mí es todo. Desde chico estuvieron atentos a lo que me faltaba a mí y a mi familia. Estoy muy agradecido. Ahora me está tocando jugar seguido y todavía no lo puedo creer. Siento que los sueños se me van cumpliendo pero todavía me queda mucho más por lograr”, define Zaracho, que debutó en diciembre del 2016, lleva 36 partidos como titular en la Academia y ya tuvo una citación a la selección. Tanto tiempo pasó el volante en Racing que aún guarda como recuerdo un short que le regaló Iván Pillud, el único sobrevivie­nte del plantel de su época en inferiores.

Doce años después de haber pisado el club por primera vez, es el mimado de los hinchas, el plantel y el cuerpo técnico. Séptimo de ocho hermanos, Zaracho está acostumbra­do a ser el consentido. A sus padres Juan e Ida y a sus cinco hermanas mujeres, se sumaron los mimos de nombres de más peso como el de Lisandro López. Cuando el juvenil aun alternaba entre la mitad de la cancha y el banco, el capitán subió una foto y un mensaje al Instagram del chico: “Esperando el partido con el gran futuro de nuestra institució­n. Tu humildad y seriedad te llevarán lejos y estaré feliz de verte triunfar. Vamos Academia! Juntos por más! Atte Lisandro”. Zaracho devuelve la pared: “A cualquier chico le gustaría que Licha hable bien de él, me emociona, me conmueve: es un jugador enorme. Cuando ves que se tira al piso, que baja hasta nuestra área para recuperar te contagia, te dan ganas de correr el doble”. Entre ellos hay un vínculo especial. Son los hinchas que tiene el puntero dentro de la cancha, el sentido de pertenenci­a que obsesiona a Diego Milito desde que regresó en 2014.

En el primer partido que jugó como titular, en junio 2017, ante Colón, Zaracho convirtió el gol del triunfo por 1 a 0. Fue un cabezazo en el área chica. En el festejo, se besó el escudo, miró hacia la popular y se largó a llorar: “Se me pasó toda la película de lo que viví desde chico. La camiseta la estoy defendiend­o a muerte”. Es que hasta entonces, cada vez que jugaba Racing su lugar en el Cilindro era la puerta 11, donde iba con otros chicos de las inferiores. A lo sumo, si estaba dentro del campo, era para ser alcanzapel­otas, como en la noche de 2012 que Agustín Pelletieri le atajó un penal a Gastón Capriari, de San Martín de San Juan. Ahora, su lugar es la mi- tad de la cancha. “No hay explicació­n de lo que pasa ahí adentro. Cualquier hincha quisiera vivirlo. Ahora me toca a mí y me siento muy contento, muy orgulloso de mí y de mi familia que me acompañó de chico. Pero voy por más. A mí me gustaría ser ídolo, poder seguir muchos años más con esta camiseta y ganar muchos títulos con el club”, dice el padre de Mia Francesca, su hija de casi dos años que llegó con un pan debajo del brazo: ahora es el motor del Racing que termina el año puntero.

El juvenil de 20 años es un jugador versátil, que puede ocupar cualquier lugar de la mitad de la cancha y hasta alguna vez en inferiores apareció como lateral derecho. Pero desde la llegada de Eduardo Coudet su función es romper líneas por adentro, aprovechan­do su buen control. Chacho lo define como un tractor de 60 kilos, ya que más allá de su contextura física no se cansa de correr: va, va y va. “Me gusta atacar, encarar y asociarme. Sé que a otros jugadores de ese estilo les cuesta marcar, por suerte de chico yo le agarré el gusto porque jugué en varias posiciones. A mí me gustaba jugar, así que si me tocaba estar en una posición que no es la mía igual lo iba a hacer”, explica el pibe de Wilde, que vive a cinco cuadras del Cilindro. En el último año, empezó a trabajar por su cuenta con un preparador físico a contraturn­o para ganar masa muscular. A él y a Coudet los obsesiona que llegue mejor pisando al área rival: aparece mucho por sorpresa, pero falla en la definición. “A mí me gusta más hacer un gol que dar una asistencia”, aclara.

Al mediocampi­sta no lo confunde el presente personal ni colectivo que atraviesa en Racing. Tampoco el primer llamado a la selección, ese lugar que también conoce desde adolescent­e por su paso por las juveniles, donde lamenta nunca haberse cruzado con Lionel Messi pese a estar tantas veces en el mismo predio. Zaracho tiene bien fresco los años que precediero­n a esta sonrisa de puntero: “Me levantaba todos los días a las 6 de la mañana para venir a entrenar. Ese sacrificio es de cada uno. Si uno quiere, se levanta y viene a entrenar. Pasan muchas cosas: podés tener problemas con tu familia, que te bajonees porque no te pone el técnico. Ahí está la mentalidad de cada uno y las ganas de triunfar el día de mañana”. Esas mismas ganas con las que juega.

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Zaracho es un volante con audacia, pisa el área y marca goles: para Coudet es vital

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