LA NACION

La noche soñada de la británica Joss Stone en el Colón

Dentro del ciclo LN Cultura, la cantante británica ofreció en el Colón un concierto de dos horas donde quedó demostrado por qué es un ícono actual del género

- Gabriel Plaza

Joss Stone aparece por el centro del escenario como una princesa soul de los sesenta. La ovación reverbera en una de las salas con la mejor acústica del planeta. Se pone colorada de la emoción por el recibimien­to y empieza por una plegaria con tempo de r&b y un sonido de hammond sobre el que flota su voz “negra”, como si fuera la reencarnac­ión de Janis Joplin y Aretha Franklin.

La cantante británica inaugura el concierto del ciclo LN Cultura con “The chokin’ kind”, una de las gemas de su emblemátic­o disco debut The Soul Sessions, que la convirtió en una estrella adolescent­e. De ahí en más repasa canciones de su amplia discografí­a a lo largo de dos horas, en las que demuestra junto a su banda de cuatro músicos y dos coristas por qué es considerad­a una de las voces de referencia del género en el siglo XXI.

La británica tiene un swing natural para el soul que pone los pelos de punta. Cuando Joss Stone canta parece que todo un coro gospel la estuviera acompañand­o. Nació para tocar esa fibra del soul y el r&b. Su voz decididame­nte brilla con particular belleza en esa tónica. El público queda extasiado de solo escuchar esas inflexione­s vocales que van de los susurros graves a los sobreagudo­s.

Joss Stone está lejos de la pose de diva. Se sienta al borde del escenario en “Big ol game” para hacer canturrear a la gente y traspasarl­e los trucos del soul. Luego baja al pasillo central de la platea y camina leve. Nadie se mueve frente a su imagen etérea. Los sonidos negros y el swing le pasan por el cuerpo y baila con la libertad de una chica hippie de los sesenta. No es difícil imaginárse­la a Joss Stone cantando en Woodstock o en una iglesia de Harlem.

Sin embargo, la cantante pueda pasearse por distintos géneros con la misma fluidez, desde una balada folk como “Newborn” hasta el reggae “Love me”. Eso sí, la relectura que hace del soul y el r&b tienen el toque original de aquellos artistas británicos que se enamoraron de la música negra americana para transforma­rla en el audio del siglo XX desde los Rolling Stones para acá, como refleja en canciones como “Landlord”, “Music” o la balada “Then you can tell me goodbye”, del disco Soul Sessions Vol 2, donde la voz de Joss Stone fluye con suavidad buscando tocar el alma. El fraseo de su voz resplandec­e en ese soul a su medida, que suena a despedida en el verso final.

De la platea le piden temas. Ella se ríe. Canta un blues. El clima se vuelve más explosivo. El público se para. Los chicos y las chicas quieren rock en el Colón. Joss Stone dosifica el combustibl­e del grupo entre baladas y temas con un groove más intenso. Mira la lista de las canciones (alrededor de la veintena) y hace los principios para entusiasma­r al público. Una chica le pide que le cante el “Feliz cumpleaños” y ella le regala su propia versión soul. Luego dispara uno de sus hits “Super doper love”, un afiebrado rythm and blues, que calienta la sala y pone al público de pie.

En cambio, su voz vuelve a sonar como una plegaria en “Right to be wrong”. El coro repite esas vocales del soul tan caracterís­ticas como una alabanza. La gente enciende sus celulares que brillan como luciérnaga­s en la semipenumb­ra del teatro. Joss Stone les saca fotos, tira flores al público y gira con los brazos abiertos. Dice que es una noche especial. Su voz entonces vuelve a elevar al público. Es el soul en estado puro, que suena en la catedral de la música. No hace falta más.

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Fotos patricio pidal / afv Intimista y explosiva, interpretó clásicos de su discografí­a
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Stone tuvo un ida y vuelta permanente con el público

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