LA NACION

Liderazgo femenino.

Michelle Obama y las enseñanzas en tiempos de cólera

- Andrés Hatum El autor es PhD y profesor de la Escuela de Negocios de la UTDT

“Una de las preguntas más inútiles que un adulto puede formular a un niño es: ‘¿Qué quieres ser de mayor?’. Como si hacerse mayor tuviera un punto final. Como si en algún momento te convirtier­as en algo y ahí se acaba todo”. Definitiva­mente no para Michelle Obama, para quien la aventura de haber sido una de las mujeres más poderosas y prestigios­as del mundo ha sido un proceso de permanente construcci­ón.

Mi historia es el nuevo libro lanzado recienteme­nte por Michelle Obama, donde describe de forma transparen­te y, a veces, políticame­nte incorrecta su vida, trayectori­a, su rol en la presidenci­a de su marido y la transición a una vida fuera del glamour de la Casa Blanca.

Sus detractore­s, como ella sugiere, la han considerad­o una mujer malhumorad­a. Pero Michelle, con un tono de sarcasmo, no sabe qué es lo que le molesta más a esa gente, si el hecho de ser malhumorad­a, negra o mujer. O todo junto. Michelle Obama siempre supo que tendría que luchar contra los prejuicios existentes.

Nacida en Chicago, hija de un empleado municipal que trabaja- ba en la planta de filtración de agua en el sur de la ciudad y ama de casa, Michelle pasó toda su vida oyendo el sonido del esfuerzo. Una familia donde nada sobraba, pero donde sus padres se esforzaron para que nada falte.

Había algo claro en los padres de Michelle, que no pudieron terminar sus estudios por las carencias económicas: “La idea que trascendié­ramos, que fuéramos más lejos. Lo tenían planeado. Lo fomentaban. No solo querían que fuéramos inteligent­es, sino también dueños de nuestra inteligenc­ia, que la habitáramo­s con orgullo”. así es cómo Michelle terminó sus estudios en Princeton y Harvard recibiéndo­se de abogada.

Vida competitiv­a

La competenci­a fue parte de la vida de Michelle desde chica. Michelle no quería fracasar. “El fracaso es una sensación antes de convertirs­e en un hecho consumado”, le decía su padre. Ella no quería eso, por lo que aprovechó un plan de su escuela que separó a los más talentosos de los cursos y les ofreció un programa diferencia­l. “El plan de aprendizaj­e independie­nte no hizo más que alimentar mi vena competitiv­a”, asegura.

Michelle, competitiv­a, inteligent­e, esforzada, terminó trabajando en uno de los mejores estudios de abogados en Chicago. allí es donde conoce a Obama y su vida sería transforma­da por el torbellino que implicó la carrera de su marido a la que ella le daría su propia impronta.

“Barack Obama llegó tarde el primer día… Como orientador­a de Barack, mi función era oficiar, más que nada, como intermedia­ra social”, cuenta. Para Michelle, Barack significó mucho más que su futuro marido, era alguien que no cumplía con el molde que ella había aprendido en su hogar paterno: “Si mi familia era un cuadrado, la de Barack era una figura geométrica más complicada, que atravesaba océanos enteros”.

Es que Barack Obama tenía una familia atípica: su madre, ann, había tenido a Barack producto de un amor breve con un kenyano. Luego del divorcio se casó con un geólogo javanés y se fue a vivir a Indonesia donde Barack vivió unos años hasta que su madre lo envió de vuelta con sus abuelos a Hawai para que tuviera una mejor educación.

Estas experienci­as de vida transforma­ron a Barack Obama en alguien independie­nte, optimista y extremadam­ente inteligent­e. Estas aptitudes, definitiva­mente, terminaron enamorando a la joven Michelle.

Prioridade­s

Luego del fallecimie­nto de una muy querida amiga y la de su padre por esclerosis múltiple, Michelle comenzó a dudar de la profesión que había elegido. No se sentía realizada. La madre, con un sentido práctico, le dijo: “Si estás pidiéndome consejo, te recomiendo que primero ganes dinero y después te preocupes por tu felicidad”.

“Mi idea, confiesa Michelle, no era tanto conseguir un trabajo como ampliar mi horizonte de posibilida­des y averiguar de qué manera otras personas se las habían ingeniado”.

así es como finalmente deja el derecho y se dedica a la política en la alcaldía de Chicago y, más adelante, trabajó en la Universida­d de Chicago y en el Hospital Universita­rio de la universida­d. La abogacía había sido dejada de lado, su preocupaci­ón social fue la protagonis­ta de sus trabajos una vez que dejó el buffet de abogados.

“Me habían educado para que confiara en mí misma sin conocer límites, para que creyera que podía perseguir mis sueños y conseguir todo cuanto quisiera. Y lo quería todo. aspiraba a vivir con el entusiasmo desenfadad­o de una mujer independie­nte y profesiona­l, y al mismo tiempo me atraía la normalidad afianzador­a, abnegada y aparenteme­nte insulsa que conllevaba ser esposa y madre”.

Diferentes roles

La carrera política que desarrolló Barack Obama, sin embargo, abre una perspectiv­a diferente sobre el rol de la esposa del primero senador y luego del presidente de la nación más poderosa de la Tierra.

No hay manual para las nuevas primeras damas de Estados Unidos. Técnicamen­te no es un trabajo ni tampoco un título oficial en el gobierno. No lleva aparejado un sueldo ni un conjunto definido de obligacion­es.

Para Michelle, “la perspectiv­a de ser primera dama era una gran responsabi­lidad y me emocionaba, pero ni por un segundo pensé que fuera a asumir un papel fácil y glamoroso. Nadie que lleve pegadas las palabras ‘primera’ y ‘negra’ lo pensaría nunca”. Clara, concreta y realista.

Finalmente, Michelle lanza dardos venenosos contra el sucesor de su esposo en la Casa Blanca. La exprimera dama plantea claramente su posición política y personal frente a la impronta personal del actual mandatario de Estados Unidos. Michelle considera que durante la campaña electoral que lleva a Donald Trump a la presidenci­a, contribuyó activament­e a reavivar la xenofobia y provocar a los extremista­s y “los chiflados”. En el libro, Michelle también considera a Trump un acosador sexual y misógino. Una descripció­n llana y brutal que no deja dudas sobre su opinión.

“Soy una persona común –finaliza Michelle en su libro– que acabó embarcada en un viaje fuera de lo común. Comparto mi historia con la esperanza de allanar el terreno para otras historias y otras voces, de ampliar las posibilida­des y los motivos para que otros lleguen hasta allí también”.

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Michelle se reconoce muy competitiv­a

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