LA NACION

Cuatro vidas distintas unidas por la resilienci­a y la superación

Dos emprendedo­ras que superaron el cáncer y fundaron su propia empresa, una maestra con foco en la integració­n y una mujer que da de comer a 5400 personas por día contaron sus experienci­as

- Texto Lucila Lopardo | Fotos Fernanda Mastrángelo

Cla nacion. uatro mujeres unidas por la superación fueron protagonis­tas de la cuarta edición del encuentro Mujeres Líderes, organizado por

La primera en contar su historia fue Carmela Bustelo, la joven de 22 años que fundó la marca de vinchas y turbantes Las Cholas. Estudiante de arquitectu­ra, Bustelo estuvo durante seis meses con lo que ella definió como una “tos seca”. Un día, antes de salir con sus amigas, decidió ir a la guardia porque esa tos no se iba. “Entré a las tres de la tarde y después de dos radiografí­as y una tomografía a la noche me dijeron que tenía un tumor de 19 centímetro­s en el mediastino, entre el pulmón izquierdo y el corazón”, relató.

Ante el silencio del auditorio ella respondió: “Sí, yo reaccioné igual”, y tranquiliz­ó a los presentes al contar cómo fue su proceso y cómo, gracias a la creación de la marca, pudo acompañar a otras chicas que estaban pasando por lo mismo que ella. “Siempre fui mi pelo, me definía por mi pelo; pero por los efectos de la quimiotera­pia sabía que se me iba a caer”, contó, y continuó: “Me lo corté por los hombros y me hice una peluca a la que le puse ‘María Elena’. Mi psicóloga me había prestado un turbante, pero no encontraba algo canchero para ponerme y ahí decidí mandarme a hacer diez para mí”.

“A partir de ese momento todos me preguntaba­n de dónde era y así empezó Las Cholas”, explicó Bustelo, quien aclaró que, aunque puede ser algo superficia­l o estético, resulta fundamenta­l para muchas mujeres que perdieron el cabello por la quimiotera­pia. “Para una mujer es tremendo ver cómo se le cae el pelo. Me encanta cuando alguna chica me escribe para contarme que se está haciendo la quimio, pero que con mis turbantes puestos se siente linda y segura”, dijo.

Marta Harff fue una de las primeras mujeres en destacarse dentro del ecosistema emprendedo­r argentino. Durante el desarrollo del panel, felicitó a Bustelo por su valentía y contó que también vivió el cáncer en primera persona: “A los 37 años fui diagnostic­ada con cáncer de mama, fue algo leve, no tuve que hacer quimiotera­pia, sí rayos. Sin embargo, después de ese momento fundé mi negocio, tuve un hijo a los 48 años y ahora ya tengo 70”, resaltó.

Al hablar de “su marca” Harff se refiere a la firma homónima que vendió y, luego, terminó en quiebra. “Fue un shock, no me lo esperaba. Jamás pensé que alguien que me compraba la empresa y quería desarrolla­rla con un plan de negocios y un proyecto de crecimient­o fue deshaciend­o todo lo que había construido”, contó, pero aclaró que, lejos de bajar los brazos, decidió seguir adelante. “Me entusiasmo, soy curiosa y siempre trato de pensar de acá a varios años. Siempre me gustó pensar de qué manera me podía diferencia­r”, dijo.

“Soy muy feminista, defiendo muchísimo a las mujeres, nosotras vamos contra todo, somos como un tractor”. La frase fue de Margarita Barrientos, quien cada día da de comer a 5400 personas que se acercan al comedor Los Piletones y al que tiene en Añatuya, Santiago del Estero. La propia Barrientos reconoció que, cuando su marido falleció, “no sabía bien qué iba a hacer”, pero fue su propio hijo, Oscar, quien le dijo: “No se te va a hacer nada difícil, ni siquiera nos necesitás a nosotros, porque sos una máquina”, recordó.

“¿Cómo surge ese gen, ese don de pensar más en el otro que en uno mismo?” Le preguntó a Barrientos José Del Rio, secretario general de Redacción de la nacion, quien moderó el panel. “Viene de raíz. Mi mamá, cuando llegábamos del colegio, tenía el locro cocinado y dejaba un plato hondo con una porción. Un día le preguntamo­s si podíamos comerlo y nos dijo: ‘Si viene Dios a pedir, ¿qué le vas a dar?’. Siempre teníamos un plato de comida para el otro, a pesar de nuestras necesidade­s”, explicó.

Barrientos contó que dentro de los barrios las mujeres y los niños viven situacione­s de violencia y que a los niños les explican que deben pedir ayuda y no dejarse maltratar. “A veces me encuentro con situacione­s difíciles, sobre todo cuando voy al campo. Hay situacione­s complicada­s en las provincias y hay madres que no saben cómo defenderse”, dijo.

Quien también debe luchar contra situacione­s conflictiv­as es Silvana Corso, directora de la Escuela de Enseñanza Media N° 2 DE 17 Rumania, ubicada en el barrio porteño de Villa Real, pero a la que asisten muchos chicos que cruzan a la ciudad desde Fuerte Apache. Allí, Corso trabaja desde hace años para fomentar la diversidad en la educación. Sin embargo, ella llegó a los medios cuando, en 2017, fue preselecci­onada entre 50 maestros de todo el mundo para participar del premio Global Teacher Prize, en la jerga, “el premio Nobel” de la educación.

“En la escuela primaria tuve un proceso de frustració­n muy grande, porque fui señalada como una persona con problemas de aprendizaj­e que no tenía futuro”, contó, y explicó que fue por eso que ella se dedicó a trabajar para que ningún chico se sintiera excluido. “La escuela debe garantizar igualdad de oportunida­des, dándole a cada uno lo que necesita”, destacó.

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Silvana Corso
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Margarita Barrientos
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Carmela Bustelo
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Marta Harff

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