Interlocutores de Boudou
Veteranos de mil batallas y sobrevivientes de otras tantas tormentas, el banquero Jorge Brito y el extitular de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) Ricardo Echegaray terminaron en problemas por un “lastre” en común: el exvicepresidente Amado Boudou. El juez Ariel Lijo los procesó porque consideró que existen evidencias para sospechar que delinquieron de la mano de Aimé.
Ambos se habrían involucrado en negociados privados del exministro de Economía y exvicepresidente, aunque ellos no son los únicos. También el gobernador formoseño, Gildo Insfrán, afronta un futuro procesal complicado.
¿Cuáles negociados? El intento de Boudou y sus amigos de quedarse con la máquina privada de hacer billetes, la imprenta Ciccone Calcográfica, a través de una ignota sociedad llamada The Old Fund. Y la reestructuración de la deuda pública que el gobierno de Formosa arrastraba con el Estado nacional, comisión mediante a cobrar, también a través de The Old Fund.
Referente ineludible del Banco Macro, la segunda entidad bancaria privada más importante del país y la de mayor crecimiento durante las últimas dos décadas, Brito se ganó el mote del “banquero de Menem”, cuyas campañas financió, repetidas veces, para luego convertirse en el “banquero de Kirchner”, como lo inmortalizaron los diplomáticos de Estados Unidos en los cables expuestos por los Wikileaks.
Durante el kirchnerismo, Brito sumó un negocio tras otro mientras cerraba filas con Sergio Massa, Diego Bossio y el propio Boudou, entre otros. Pero fue su relación con Aimé la que forzó, ya en 2017, que debiera pedir licencia como mandamás del Macro.
¿Por qué? Porque el otrora testaferro o “gestor de negocios” de Boudou, Alejandro Vandenbroele, rompió filas, se presentó en tribunales, se acogió al régimen del arrepentido y detalló cómo Brito le pagó una mensualidad a cambio de su silencio, tras el estallido del escándalo por el “caso Ciccone”.
Por eso, los problemas se acumulan para Brito en la Argentina, pero también en Estados Unidos, donde las autoridades de la Comisión de Valores (SEC, en inglés) y el Departamento de Justicia lo siguen de cerca, al igual que distintos estudios jurídicos –como Rosen Law Firm, Bronstein, Gewirtz & Grossman y Kehoe Law Firm, PC– que investigan por su cuenta y convocan a accionistas para iniciarle una class action multimillonaria.
Pero la Argentina y EE. UU. ni siquiera agotan las tormentas legales que se ciernen sobre Brito. También se encuentra bajo la lupa de investigadores judiciales en Uruguay, donde reclaman la extradición de Vandenbroele por presunto lavado en una investigación criminal que puede llegar más lejos y más alto.
El panorama judicial para Echegaray también resulta complicado. En particular durante los últimos meses, a medida que distintos jueces y fiscales comenzaron a acorralarlo por su actuación ante la deuda tributaria de Cristóbal López o por su presunta protección a Lázaro Báez en Bahía Blanca. Lejos, muy lejos, de sus sueños de perdurar al frente de la AFIP sin importar que ganara Daniel Scioli o Mauricio Macri en 2015.
¿Y por qué terminó Echegaray en problemas por Boudou? Porque durante las semanas previas a la irrupción de The Old Fund como controlante de Ciccone Calcográfica se presentó en persona en el fuero comercial y solicitó la quiebra de la imprenta. Y semanas después, ya con Vandenbroele al mando de la compañía, pidió su rehabilitación. Algo tan inusual que el juez del concurso, Javier Cosentino, lo
“cuando menos llamativo”. Ese no es el único flanco abierto para Echegaray. Porque su otrora jefe de asesores, Rafael Resnick Brenner, asumió un rol preponderante para beneficiar desde la AFIP a la ex-ciccone. Y por eso fue condenado a tres años de prisión en suspenso. ¿Se cortó solo y a espaldas de su jefe? ¿El mismo jefe que lo premió con la titularidad de la Regional Salta de la AFIP, donde a su vez acumuló denuncias por extorsión que terminaron con su detención y procesamiento, días atrás?
Insfrán, más adelante
El futuro de Insfrán también aparece complicado, aunque con diferencias de la realidad que hoy viven Brito y Echegaray. Mientras Lijo procesó a ambos, ayer, por sus roles en el caso Ciccone, la investigación sobre Insfrán se centra en la “precuela” de ese escándalo. Es decir, en una operación que protagonizó The Old Fund antes de irrumpir en la imprenta calcográfica.
¿Qué ocurrió? Que el gobierno de Formosa le había pagado una comisión de $7,8 millones a The Old Fund por una consultoría financiera inexistente y $ 2,2 millones de esa comisión los embolsó Martín Cortés, un fidelísimo ladero de Insfrán. Un posible “retorno del retorno”, en palabras de los investigadores.
No solo eso. Ya como arrepentido, Vandenbroele no solo incriminó a Brito. Relató cómo Insfrán –a través de sus acólitos– también le pagó por
Brito se ganó el mote de “banquero de Menem” y, luego, de Kirchner
su silencio, lo que podría interpretarse como obstrucción de Justicia, una de las dos causales previstas para ordenar la prisión preventiva.
Por todo esto y más, las novedades judiciales que salen de Buenos Aires son para Insfrán aquellas por las que tanto trabajó para evitar en su provincia, que domina desde 1995 como gobernador, aunque antes fue ocho años vicegobernador. Allí domina el Poder Judicial, al punto de que en su feudo intentaron archivar esta pesquisa, sin investigar.
Pero ese fue el error. Ni siquiera investigaron lo suficiente en Formosa como para disponer el sobreseimiento de Insfrán y sus lugartenientes. Como quisieron cerrar el expediente con premura y con el menor ruido posible, solo pudieron disponer su archivo. Y eso le permitió a la Justicia Federal plantear su competencia sobre la base de nuevos indicios y reactivarlo en Comodoro Py, algo que ahora Insfrán busca bloquear, con planteos defensivos de “cosa juzgada”.
Brito, Insfrán y Echegaray resultaron, así, los últimos que padecieron las secuelas de interactuar con Boudou, en una lista que incluye a exempleadores, exempleados, exsocios, exabogados, exescribanos, exesposa, exparejas, examigos y muchos más, tanto en Mar del Plata como en el Partido de la Costa, Buenos Aires y varios lugares más a lo largo de varias décadas.
Por eso, Boudou llegó a la cúpula de la Anses en Buenos Aires, primero, y luego al Palacio de Hacienda y la Casa Rosada con una foja de servicios que orilló la ilegalidad, una y otra vez. Y con esa foja de servicios interactuó con Brito, Insfrán y Echegaray, quienes desde hace años buscan despegarse del marplatense que los mira desde su celda, convicto por corrupción.