LA NACION

En la antesala del rally navideño, no hay espacio para la audacia de los inversores

Las razones para estar atentos están dadas por una posible reversión de la curva en los rendimient­os americanos y por la incertidum­bre que traerá, en lo local, el año electoral

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Quedó claro que, por más que se sueñe con el famoso rally navideño, es real que la tarea de Papá Noel este año no será fácil. Lo que sí debe entenderse es que semanas como la que pasó, donde lo que ocurrió fue muy diferente a lo que marcaban las expectativ­as (y eso se reflejó en las cotizacion­es), podrán sucederse.

Lo contrario también podrá ser válido en un contexto en el que la volatilida­d se mantendrá por arriba del promedio. Como dato: en la última semana, tomando como referencia el S&P500, la volatilida­d a 10 días saltó por arriba del 27% y mantiene un promedio arriba del 20% en los últimos dos meses (algo que no se observaba desde 2011).

En este sentido, mantener cierta cautela parece ser un buen consejo, en especial para aquellos que no se sientan cómodos con el riesgo. Esto no quita que existan igualmente oportunida­des de inversión interesant­es. Solo que es importante tener presente que la incertidum­bre con la que deberán convivir los inversores hoy no desaparece­rá por arte de magia, sino que se trasladará al próximo año, con lo que ser más analítico y/o selectivo en esta búsqueda cobra relevancia, y sin dudas se reflejará en el retorno de la cartera. No hay mucho espacio, desde esta visión y al menos de muy corto plazo, para ser muy audaz.

En cuanto al escenario externo, múltiples son los temas que ocupan –y por momentos, preocupan– al mercado, pero, en el fondo la mayoría encuentra un hilo conductor: el temor a una desacelera­ción más allá de la deseable del crecimient­o económico mundial, que en consecuenc­ia se reflejaría en las ganancias corporativ­as, y, por ende, en las cotizacion­es.

En este punto, el principal foco de atención (por su relevancia, y el agotamient­o del efecto de los estímulos implementa­dos en los últimos años) es Estados Unidos. De hecho, el aplanamien­to y la inversión de la curva de rendimient­os estadounid­enses volvió a ser el centro de los análisis. La razón es simple: a una inversión de la pendiente de la curva (con tasas más altas a menores plazos) se la considera un “buen” predictor de una recesión. No inmediata, pero sí posible en los próximos seis meses y por hasta dos años. Y así lo demuestra la historia.

En el último mes, de hecho, el diferencia­l entre la tasa americana a 3 meses y 30 años se redujo de poco más de 100 puntos básicos a menos de 80 puntos (con leves subas en los rendimient­os más cortos y caídas en los más largos). En tanto, en la última semana la tasa a 5 años cayó por debajo de la de 2 y 3 años, mostrando una inversión en esos plazos. Incluso, más allá de lo interpreta­do del discurso del presidente de la Reserva Federal, el mercado comenzó a reducir la probabilid­ad de un cuarto ajuste este año. No obstante, son aún probabilid­ades altas, del 73% (versus el 78% de la semana anterior).

Lo que sí queda claro en esta coyuntura es que la próxima reunión de la entidad, el 18 y el 19 de este mes, será un posible punto de inflexión para los mercados, no solo por la decisión, sino también por las palabras de Jerome Powell y la revisión de las proyeccion­es económicas hechas por el organismo.

En este marco de cierta incertidum­bre, se deberá insertar el plano local. Como buen punto, se están corrigiend­o los desequilib­rios macroeconó­micos que fueron en gran parte causa de la crisis. La política monetaria-cambiaria implementa­da en los últimos dos meses parece estar siendo exitosa en reducir las expectativ­as de inflación (se apunta a un índice de 2,5%/2,8% en noviembre, prácticame­nte la mitad de los dos meses previos), lograr una mayor estabilida­d del tipo de cambio y también impactar a la baja en las expectativ­as de devaluació­n.

No ayuda la incertidum­bre electoral de cara a las elecciones nacionales de 2019. Esto podrá limitar incluso una posible recuperaci­ón más sólida de los activos financiero­s, si se cumple el pronóstico base de que la recesión estaría marcando un piso. Y avanzado el primer trimestre del año próximo, podría llegar a mostrar algunas buenas señales.

No obstante, acá también se podría tener otra lectura: de concretars­e realmente una recuperaci­ón rápida de la actividad económica local (y sin que se ingrese en una nueva crisis en el mundo), el Gobierno podría capitaliza­rse, con lo que el escenario político también tomaría otra dinámica y podría llevar finalmente a una compresión del riesgo argentino más cercana en el tiempo.

Igual, la realidad es que, para que ambas lecturas puedan encontrar una definición, falta correr agua bajo el puente. Algo último, sin embargo, que lo que sí o sí deja en claro es que deberemos estar atentos. El mercado siempre se adelanta, y más allá de la volatilida­d asegurada, una definición no esperará hasta octubre. Sabrina Corujo

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